Nuevo periodismo

Así es Bellingcat, la “peor pesadilla” del Kremlin que documenta la guerra en Ucrania

Este portal de investigación, fundado en julio de 2014 por un bloguero británico, representa un nuevo tipo de periodismo

El presidente ruso, Vladimir Putin, en una imagen de archivo en Moscú
El presidente ruso, Vladimir Putin, en una imagen de archivo en MoscúLa RazónLa Razón

El portal de investigación digital Bellingcat se ha convertido en poco más de ocho años en “la peor pesadilla del Kremlin” gracias a sus investigaciones en torno al asesinato de opositores o los presuntos crímenes de guerra en Ucrania, asegura su director ejecutivo, Christo Grozev.

Su nombre en inglés alude literalmente al “cascabel del gato”, y esa es la función que sus periodistas asumen, a pesar de los riesgos que supone enfrentarse al régimen ruso. Bellingcat representa un nuevo tipo de periodismo, fundado en el análisis de datos “abiertos”, accesibles en línea. En inglés se conoce como Osint (“Open source intelligence”).

“Éramos incompetentes y nos convertimos en el espantapájaros” de gobiernos autoritarios en todo el mundo, explicó el lunes Grozev ante estudiantes y periodistas en París. Bellingcat fue fundado en julio de 2014 por un bloguero británico, Eliot Higgins, junto a una banda de “nerds”, o fanáticos de la informática e internet.

Al principio parecían un grupo de principiantes, pero muy rápidamente le pusieron el cascabel al gato con su informe sobre la caída del vuelo MH17 que causó 298 muertos en el este de Ucrania, ya en guerra contra los separatistas prorrusos.

En noviembre de 2014 el portal dirigido por este periodista de origen búlgaro acredita la tesis según la cual el avión fue abatido por un misil ruso desde una zona controlada por los separatistas prorrusos, gracias a fotos, videos y documentos.

A continuación, estalló el escándalo del envenenamiento del agente doble Serguei Skripal, o el del opositor Alexéi Navalni. En ambos casos, Bellingcat aporta pruebas que apuntan a la implicación de los servicios de inteligencia rusos.

Y sin embargo, Rusia “no es nuestro principal tema de investigación”, asegura en entrevista con AFP Christo Grozev, que empezó haciendo periodismo en radios privadas. “Hemos investigado la guerra en Siria, la de Yemen” o “las violaciones de derechos humanos de (la agencia policial europea) Europol”, explica.

También han trabajado sobre Grecia, Turquía o la extrema derecha en Estados Unidos, indica. En líneas generales Bellingcat investiga “a los gobiernos que cometen crímenes porque nadie más investiga sobre ellos”.

“La justicia internacional tiene un hándicap: se basa en la idea de que los gobiernos se preocupan del bienestar de sus ciudadanos”, estima Christo Grozev.

Allá donde no puede o no quiere llegar la voluntad de esos Estados entra en juego Bellingcat, que cuenta con 18 empleados y una treintena de colaboradores en todo el mundo.

En cuanto a Ucrania, la plataforma cuenta con “dos grupos completamente diferentes y separados, uno periodístico y otro judicial”, cuenta Christo Grozev.

El primero intenta desactivar las falsas noticias, por ejemplo los videos que se difunden tras un bombardeo, o que muestran las torturas inflingidas a un prisionero de guerra.

El otro grupo prepara dosieres para que sean transmitidos a la Corte Penal Internacional en caso de presuntos crímenes de guerra, o a una lista de apenas “once países” que han abierto sus propias investigaciones “a partir del principio de competencia universal”.

Donaciones privadas

Con sede en Holanda, Bellingcat está financiado en un 30% aproximadamente gracias a los cursillos que imparte a profesionales, con excepción de las fuerzas policiales, que “a veces utilizan esos métodos para violar los derechos humanos”.

El resto proviene de donantes privados, en particular una lotería holandesa, un país que agradeció particularmente las pesquisas de Bellingcat para esclarecer el drama del vuelo MH17, que había partido de Amsterdam.

El portal no acepta “desde el año pasado dinero proveniente de gobiernos”, explica Christo Grozev.

El trabajo que desempeñan tiene “un coste humano”, advierte el periodista, que es objeto de amenazas anónimas un promedio de “dos veces al mes”.

En compensación, “la adrenalina, el sentimiento de hacer lo que la justicia o los servicios secretos no logran”. Y “los agradecimientos recibidos cada día de parte de ciudadanos rusos”, explica.