Carlos III de Inglaterra
Alice Kepel, la bisabuela de Camilla Parker y su apasionado romance con el tatarabuelo de Carlos de Inglaterra
En su primer encuentro, la reina consorte le contó la historia al hijo de Isabel II
Camilla Parker tenía muy presente que la historia de su familia la vinculaba de una manera o de otra a la Casa Real Británica. En 1970, a sus 18 años, acudió al campo de polo, donde coincidió con el príncipe Carlos. En ese primer encuentro, la que hoy es la reina regente de Inglaterra le dijo a Carlos “¿Sabías que mi bisabuela, Alice Keppel, fue amante de tu tatarabuelo?”. Extraño, pero cierto. Es más, esa confesión pudo ser la que acabara de conquistar a Carlos III. Fuera o no el impulso definitivo para que la pareja comenzara su complicada relación, Camilla lo tiene muy presente en su vida y siempre que puede trata de homenajear a su antepasado.
Y es que Alice Keppel, bisabuela de Camilla Parker Bowles, y y Eduardo VII, tatarabuelo del príncipe Carlos, protagonizaron una historia de amor por encima de cualquier obstáculo o tradición.
Alice Frederica Keppel, nació en Edmonstone (29 de abril de 1868–9 de septiembre de 1947). Hija de Sir William Edmonstone y Mary Elizabeth Edmonstone, y nació en Woolwich Dockyard. Su padre era el cuarto barón Edmonstone y almirante retirado de la Marina Real Británica, su abuelo había sido gobernador de las islas Jónicas. Tenía un hermano y siete hermanas, Alicia fue la menor y se casó con George Keppel, hijo del séptimo conde de Albemarle, cuatro años mayor que ella, el 1 de junio de 1891.
Pero el matrimonio fue un fracaso desde sus inicios y pronto comenzó a tener fama de adúltera. De una impresionante belleza, fue acusada de mantener relaciones con hombres para progresar socialmente, hasta convertirse en cortesana y en la amante más conocida de Eduardo VII, que acudía a su casa con la complacencia de su marido, que se marchaba para dejarles solos.
La relación con el futuro rey comenzó en 1898, cuando Eduardo tenía 56 años y ella 29, y pronto se convirtió en una de sus muchas amantes, a pesar de la diferencia de edad. Fue un amor a primera vista del monarca. Solo la muerte pudo acabar con su relación en 1910.
Keppel logró ser aceptada por el círculo íntimo del rey y por la aristocracia de la época. Cuando este asumió la corona en 1902, tras la muerte de su madre, Alice fue invitada a la ceremonia y tuvo un lado destacado en la Abadía de Westminster. Además, otro detalle que demuestra la fuerte vinculación de Alice con el monarca es que su esposa, Alejandra de Dinamarca, le envió una carta de consuelo cuando su esposo enfermó de fiebre tifoidea y le permitió verle en su lecho de muerte. Las crónicas relatan que sufrió un ataque de histeria a los pies de la cama de Eduardo, ya en su lecho de muerte, y que tuvieron que sacarla de allí a la fuerza.
Que la reina le permitiera despedirse no significaba que llevara bien su relación, sino que Alejandra no tuvo más remedio que aceptar la evidencia y los deseos de su marido. Eran muchas las ocasiones en las que Keppel se presentaba en eventos a los que acudía el matrimonio, lo que la enfurecía notablemente porque la ponía en evidencia. Algunos aristócratas, como el duque de Norfolk, el duque de Portland o el marqués de Salisbury tampoco comulgaban demasiado con la amante del rey.
Su papel no se limitó a la de ser una simple amante sino que fue una estrecha colaboradora en asuntos diplomáticos. El virrey de la India llegó a confesar que le ayudó a convencer a la Oficina de Asuntos Exteriores de que cambiara una polémica decisión que les afectaba directamente.
Tras la muerte de Eduardo, Keppel decidió retirarse de la vida pública y se trasladó a Ceilán durante dos años antes de regresar a Reino Unido. No le quedó más remedio porque los Keppel pasaron a ser miembros repudiados para la alta sociedad británica y la familia real. No había sitio para ella en la corte de Jorge V. Se llegó incluso a decir que era una espía que trabajaba para la inteligencia alemana.
Pero pronto volvería a ser el centro de atención por las aventuras amorosas de su hija, una joven escritora conocida por sus aventuras sexuales con Vita Sackville-West. Keppel rechazó esta relación, pero aceptó su siguiente romance. Winnaretta Singer, la heredera de las máquinas de coser Singer.
Hubo rumores también de que Sonia, una de las hijas de Alice Keppel era del monarca que, de ser cierto. Carlos y Camilla serían parientes lejanos ,algo que nunca ha sido confirmado por la Casa Real Británica.
Con el apoyo de algunos aristócratas que le seguían siendo fieles pudo vivir con cierta estabilidad, aunque terminó por trasladarse a Italia. Murió a los 79 años de una cirrosis hepática, dos meses después de que lo hiciera su marido.
Los paralelismos entre Carlos de Inglaterra y Eduardo VII son sorprendentes. Al igual que su tatarabuelo, Carlos ha tenido que esperar durante mucho tiempo para poder llegar al trono, ya que la reina Victoria no moriría hasta 1901. Eduardo solo pudo gobernar 9 años, ya que murió en 1910. Ambos se se casaron pero en realidad amaban a otra mujer y siguieron adelante su historia de amor de forma clandestina al principio, y de forma pública al final.
Muy presente en la vida de Camilla
La reina consorte ha rendido homenaje a Alice Keppel y a Eduardo VII en numerosas ocasiones. Para inaugurar su club de lectura utilizó un broche de Eduardo VII. O en un post de Instagram, en el que llevaba un broche en forma de herradura con seis letras de diamantes, con rubíes y zafiros intercalados, que formaban el nombre del caballo favorito de Eduardo VII, con el que por primera vez un rey lograba ganar un derby. Ocurrió en Epsom.
No es la única joya relacionada con la pareja. De hecho, hay una pieza muy especial. La conocida como tiara Keppel, una joya de rubíes y diamantes que el rey Eduardo VII le compró a su amante en París. Pero la joya dejó de pertenecer a Alice y no regresó a la familia hasta que Carlos la comprara en una subasta y se la regalara a Camilla, que alguna vez la ha llevado en público en forma de collar. Fue la primera de varias de las joyas familiares que el príncipe de Gales reunió para su amada con la ayuda de los joyeros de Wartski.
Hay joyas que ha lucido Camilla que no son antiguas pero que se inspiraron en regalos que su bisabuela le hizo a su amante real. Un collar de diamantes en forma de serpiente que le regaló Carlos antes de su boda y que es un homenaje a una pitillera de piel de serpiente de Fabergé que Alice le regaló a Eduardo VII en la Navidad de 1900.
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