Ucrania

Rusia amaga con abrir otro frente militar desde Bielorrusia

Moscú baraja un segundo asalto a Kyiv con el que obligaría a las tropas ucranianas a desplegarse en el norte y dejar el este

Rusia y Bielorrusia unidas para incrementar su potencial ofensivo sobre Ucrania. Lo que hace algunas semanas podía sonar apocalíptico hoy parece una realidad que toma forma a marchas forzadas. Hasta ayer mismo, la implicación de Minsk en la ocupación de Ucrania parecía solo testimonial. El presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, no ha ocultado nunca de parte de quién está en este conflicto armado y para ello puso ya en el mes de febrero a disposición de Rusia su territorio para que lo utilizasen desde el Kremlin de la manera oportuna para entrar en el país vecino.

La decisión le ha costado al régimen de Minsk un rosario de sanciones por parte de Occidente a la que hace oídos sordos, teniendo en cuenta que el aislamiento bielorruso lleva varias décadas en ejercicio. La semana pasada, Lukashenko anunció que había acordado con su homólogo ruso,Vladimir Putin, la creación de una agrupación militar regional entre ambos países que ha despertado la desconfianza internacional ante la posibilidad de que el Ejército ruso pueda abrir un segundo frente, que intente penetrar en el norte de Ucrania desde Bielorrusia. Según fuentes extraoficiales la unión acordada estaría formada por varios miles de soldados rusos, que estarán equipados con varios centenares de tanques, blindados y piezas de artillería pesada.

Lo cierto, es que Rusia ha desplegado 9.000 soldados en la frontera que separa Ucrania de Bielorrusia, situada a poco más de 130 kilómetros de Kyiv. Este grupo enviado por Moscú estaría dividido en cuatro contingentes establecidos en las ciudades bielorrusas de Brest, Pinsk, Mazyr y Gómel. Ciertamente, no se trata de un número significativo de fuerzas que pudiese hacer pensar en una invasión inmediata, pero sí lo suficientemente numeroso para obligar a Ucrania a fortalecer su frontera norte, no tan reforzada como otros puntos del país donde está concentrado el grueso de sus tropas.

El Instituto para el Estudio de la Guerra, un «think tank» estadounidense, aseguró la semana pasada que el movimiento de Rusia podría ser una jugada destinada a obligar a Ucrania a concentrar un gran número de tropas cerca de la capital para retirarlas de Jersón, donde se están produciendo los combates más duros y en los que el Ejército de Kyiv está tomando ventaja.

El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, ha pedido que se desplieguen fuerzas de paz de la ONU en esa frontera norte para evitar que la capital, Kyiv, vuelva a ser blanco de los ataques rusos.

Por su parte, el propio Lukashenko afirmó tras el anuncio del acuerdo que su ejército, de unos 60.000 soldados, formaría el núcleo de fuerza principal. Entre otras cosas, el acuerdo firmado por ambos presidentes permitiría a Moscú equipar a los aviones de combate Su-25 de Bielorrusia con capacidad para disparar misiles nucleares, algo revolucionario, teniendo en cuenta que Minsk no dispone de armas nucleares, quedando en el aire si el Kremlin finalmente pudiese facilitar a su aliado este tipo de armamento no convencional.

La alarma internacional también ha sonado dentro de las fronteras de esa ex república soviética, cuya población teme un anuncio de movilización generalizado para participar en una guerra que les es ajena. Ayer mismo, y ante el revuelo generado, las autoridades bielorrusas tomaron la palabra para descartar esa temida movilización de la población local y la hipotética participación del país en acciones militares.

El portavoz del Consejo de Seguridad de Bielorrusia, Alexander Volfovich, declaraba que «no se plantea ninguna movilización. Tampoco tenemos previsto la participación de nuestro país en acciones militares. No lo necesitamos». Vólfovich insistió en que las fuerzas militares bielorrusas pueden garantizar la seguridad de sus ciudadanos «sin movilización adicional».

Por su parte, el ministro de Defensa bielorruso, Víctor Jrenin, también tomó la palabra ayer para tranquilizar a la población de su país insistiendo en que la misión de dicha unión militar es «defensiva», siendo las actividades programadas una mera reacción a las amenazas en la frontera, señalando directamente a Ucrania y la OTAN, dejando claro que «no hay intención de atacar a nadie». Voces críticas con el régimen de Alexander Lukashenko han denunciado el acuerdo entre Misnk y Moscú. La líder de la oposición bielorrusa en el exilio, Svetlana Tikhanovskaya, se pronunciaba ayer afirmando que «Lukashenko y Putin están arrastrando a Bielorrusia a una guerra a gran escala contra Ucrania». «No sigan las órdenes criminales del régimen», instó ayer Tikhanovskaya en un mensaje a los militares bielorrusos. «Rechacen participar en la guerra de Putin».

«No» a la guerra de Putin

No se sabe hasta qué punto Bielorrusia podría estar dispuesta a pasar a convertirse en un actor importante dentro de esta guerra europea. Estudios independientes publicados fuera del país hablan de un rechazo del 90% de la población a la acción militar, pero lo cierto es que Minsk depende del apoyo económico y militar de Rusia. Desde que en 1994 llegara al poder, Alexander Lukashenko se ha visto abocado a mirar a Moscú y demandar su ayuda constante para llevar a flote a su país, aislado de Europa y con un índice de producción y riqueza muy deficitarios.

Cabe recordar también que el Kremlin fue el gran salvavidas de Lukashenko durante las protestas organizadas tras las elecciones presidenciales de agosto de 2020, ganadas supuestamente por el eterno presidente bielorruso y tumbadas por todos los observadores internacionales. Si la llamada de Rusia a formar parte activa de la guerra tuviese lugar el régimen de Minsk se vería casi obligado a devolver los favores recibidos durante todos estos años.

Funcionarios militares ucranianas aseguran que por el momento no han visto señales que indiquen que se esté preparando un nuevo asalto desde Bielorrusia.