Eje franco-alemán

Crisis de pareja entre Macron y Scholz

El presidente francés y el canciller alemán se reúnen en el Elíseo para intentar superar las diferencias en defensa y energía que les han distanciado en plena guerra de Ucrania

El presidente francés, Emmanuel Macron, sale a recibir a las puertas del Palacio del Elíseo al canciller alemán, Olaf Scholz
El presidente francés, Emmanuel Macron, sale a recibir a las puertas del Palacio del Elíseo al canciller alemán, Olaf ScholzChristophe EnaAgencia AP

Que el eje franco-alemán no pasa por su mejor momento es un secreto a voces. Que su parálisis puede condicionar a Europa en un momento decisivo, también. Es por ello que la reunión entre Emmanuel Macron y el canciller alemán, Olaf Scholz, se antojaba crucial hoy en el Elíseo con el objetivo de limar asperezas y buscar puntos de encuentro especialmente en dos asuntos que marcan la distancia entre París y Berlín: las políticas energéticas y los proyectos conjuntos de Defensa en el contexto de la guerra en Ucrania.

Scholz llegaba a mediodía para almorzar junto a Macron y al cabo de más de cuatro horas, el Elíseo se limitaba a calificar el encuentro como «muy constructivo» sin entrar a detallar mucho más. Previamente, desde la presidencia francesa se insistía en ese objetivo común de «reforzar la cooperación» entre las dos potencias y responder a los desafíos comunes de «manera unida y solidaria». La posibilidad de una conferencia de prensa conjunta ya había desaparecido del programa que los medios manejábamos esta semana, lo cual era un detalle evidente de las limitadas expectativas que se tenía de este encuentro. El propio portavoz del Gobierno francés, Olivier Véran, reconocía la necesidad de «superar dificultades». Solo los próximos días irán mostrando la evidencia, o no, de una eventual distensión entre ambos tras confirmarse las abismales diferencias que ya existían previamente a la guerra, pero que nueve meses de conflicto en Ucrania se han encargado de acrecentar y poner de relieve.

Los socios europeos, Francia incluida, reprochan a Scholz desde hace semanas su plan de rescate de 200.000 millones de euros en respuesta a la crisis energética para subvencionar los precios del gas. Algo que podría desvirtuar el mercado común. París y Berlín discrepan sobre las medidas a adoptar para frenar la inflación: Macron ha insistido en la conveniencia de compras comunitarias de gas y por extender al resto de la UE el mecanismo ibérico de desacople del precio de la electricidad respecto al gas que ha permitido a España beneficiarse de un coste eléctrico inferior al de Francia o Alemania. Tras meses de tira y afloja, Alemania parece haber cedido en parte tras lo acordado en Bruselas la semana pasada. La «hoja de ruta» de los Veintisiete incluye compras europeas de gas, pero de carácter «voluntario», y un mecanismo «temporal» para desacoplar el precio de la electricidad respecto al gas. No obstante, la letra pequeña de estas medidas deberá discutirse en los próximos meses y las negociaciones se auguran tensas.

Scholz invirtió semanas respaldando a España y Portugal con el proyecto de gasoducto Midcat, rechazado ante la oposición de Macron y sustituido por el BarMar, un corredor de hidrógeno entre Barcelona y Marsella. Pero el gran baldazo de agua fría para la segunda economía de la UE llegó cuando Scholz decidió permitir que una empresa china compre una participación en su puerto más grande y siga lo que los franceses señalan como una política mercantilista «miope» hacia China.

En materia militar, el anuncio por parte de Alemania de la creación de un escudo antimisiles, junto con otros 14 países de la OTAN, desarrollado con tecnología militar estadounidense e israelí no gustó en París, que reprocha a su vez a Berlín que no colabore con sus planteamientos de la llamada «Europa de la Defensa». Macron lleva años insistiendo en la necesidad de una autonomía para el bloque que ahora se replantea en un con texto bien distinto: con el peso creciente en la UE de los países del Este tras haber advertido durante mucho tiempo del peligro ruso y por el retorno de la hegemonía estadounidense sobre el Viejo Continente con un Joe Biden que también lanzó las alarmas cuando en las cancillerías de Europa Occidental tomaban por exagerados sus avisos.

La profundidad de estas diferencias quedó al descubierto con el reciente aplazamiento de una reunión regular del Consejo de Ministros franco-alemán. Lo cierto es que las rencillas han sido siempre inherentes a la relación entre las dos grandes potencias que marcan el paso de Europa y que cuentan con intereses a menudo divergentes. Un matrimonio forjado en la necesidad y que ha tenido otros episodios de crisis en la historia.

Sin embargo, la gravedad del momento por Ucrania hace que, incluso los elementos internos de la pareja, sean escudriñados con lupa. Y ahí está la falta de «feeling» personal. Macron y Angela Merkel se enviaban mensajes todos los días. Había divergencias sobre asuntos como la creación de un presupuesto unitario para la zona euro o sobre la visión de la Defensa común, pero el canal de comunicación estaba bien engrasado y la sintonía personal del binomio era palpable, sobre todo en los últimos años de Merkel con las decisiones alemanas respecto a la crisis sanitaria.

Ahora, la frialdad marca los gestos entre Macron y Scholz. Lo hablado en la tarde de este miércoles en el Elíseo, no solo era un intento de acercamiento en asuntos cruciales como la energía o la defensa. También lo era entre Emmanuel y Olaf, esa cuestión de lo privado que, lejos de parecer superficial, permite avanzar al eje fundador de Europa.