
Diez años de los atentados de París
Bataclan, el trauma aún no superado por Francia
Los atentados yihadistas del 13-N, con sus 130 muertos, impulsaron la polarización y la radicalización de la política

Fred salvó su vida hace diez años haciéndose pasar por muerto. Eran las 21:40 cuando el grupo americano Eagles of Death Metal tocaban su tema Kiss the Devil y este diseñador gráfico con tres hijos y que en aquel momento tenía 58 años bailaba con amigos en el centro de la pista de baile del Bataclan. Y de repente, el ruido de tres fusiles AK-47 de tres yihadistas ametrallando a las 1.500 personas que había en la sala.
Muchos de los asistentes pensaron que se trataba de un efecto del concierto. De repente, una estampida que bloqueó la puerta de emergencia. Fred pensó que nunca podría escapar por esa salida, y que, “al ser corpulento, con casi 100 kilos de peso, sería un blanco fácil para los terroristas”. Decidió tumbarse al suelo, al lado de un muerto y esperar. Era su única esperanza. Una decisión tomada en décimas de segundo. Sobrevivió. Otras 90 personas no tuvieron su suerte y murieron en esa sala, el peor escenario de la fatídica noche pero no el único. En una acción sincronizada, tres comandos de nueve hombres con armas automáticas y cinturones explosivos mataron a 130 personas y dejaron 350 heridos en tres zonas distintas: la sala Btaclán, los bares y terrazas del distrito diez, muy concurridos aquel viernes por la noche, y el estadio de Francia en Saint Denis donde se jugaba un partido amistoso entre Francia y Alemania.
Aquella noche negra supuso un punto de inflexión en Europa: la organización terrorista yihadista Estado Islámico, entonces en su apogeo, sacudió hasta la médula la sensación de seguridad de los europeos. Los objetivos elegidos —un estadio, cafés y una sala de conciertos— representaban lugares de diversión y ocio. El terrorismo yihadista no solo atacaba a personas, también a un modelo de sociedad, un estilo de vida hedonista y diverso.
Diez años después, la vida sigue y aquellos escenarios del terror no sucumbieron al cierre. Paseando por la zona de los bares y terrazas del distrito 10, LA RAZON comprueba que una década después, la respuesta que da París, más allá de los homenajes propios de la efeméride, es la de la normalidad y la insistencia en ese modelo de vivir. La mayoría de cafés siguen abiertos. El Bataclan programa conciertos casi todos los días, incluido antes y después de este décimo aniversario. Una normalidad que no es sin embargo igual, según se acerca la fecha, para las víctimas del 13N y sus familiares. "Nos persigue", dice Bilal Mokono, de unos 50 años y en silla de ruedas a la agencia France Presse, tras resultar herido por el ataque suicida cerca del Estadio de Francia. Cuenta que desde entonces "duerme mal". Tras el ataque, perdió el uso de sus piernas y el oído izquierdo, y su brazo derecho sigue "muy frágil".
Si hay un punto sensible, en este décimo aniversario, es el de la memoria y el espacio que tiene que ocupar en personas que aún conviven con el trauma. Las víctimas no tienen una posición unánime. Algunas, como Sophie Dias, cuyo padre murió en los atentados, cree que es importante el recuerdo, el tributo y le aterra el fantasma del olvido. No todos comparten su punto de vista. Fabien Petit necesita pasar página. Su cuñado, Nicolas Degenhardt, murió a los 37 años en el café Bonne Bière junto con otras cuatro personas. "No podemos seguir reviviendo el 13 de noviembre una y otra vez", señala a la agencia France Press.
2015 fue el gran año negro del terrorismo yihadista en Francia. Arrancó en enero con el atentado al semanario satírico Charlie Hebdo. En noviembre, los atentados de París con 130 muertos. Después se sumaron otros cuatro en un supermercado judío; y el atentado de Niza al año siguiente, ya en 2016, donde 86 víctimas mortales fueron atropelladas por un camión. Y un reguero aparte de ataques con cuchillo que dejaron una herida en Francia.
Los años de plomo de aquella ola terrorista fueron templándose ya con Macron en el Elíseo a partir de 2017, con el fin del califato del Estado Islámico, aunque nunca llegaron a desaparecer por completo. La prueba de ello es que este mismo año, en 2025, los servicios de inteligencia franceses ya han desbaratado hasta siete atentados de alcance en el país.
El juicio contra los terroristas del 13N se celebró seis años después de los atentados, en septiembre de 2021. Un macrorpoceso que funcionó como terapia colectiva. Fueron 148 días de audiencias, más de 400 testimonios de supervivientes y una sala de audiencias construida para la ocasión y blindada con fuertes medidas de seguridad. En ella, presentes, 14 acusados, aunque solo quedaba uno vivo que hubiese participado en los comandos de aquella noche en París: Salah Abdeslam, condenado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.
Aquella ola de atentados dejó en Francia un profundo debate sobre laicidad, que llegó a polarizarse políticamente. Taambién un trauma colectivo de una sociedad que se acostumbró a vivir bajo la amenaza, a medidas de seguridad excepcionales. Los franceses pasaron años mostrando lo que llevaban en sus bolsos y mochilas antes de entrar en cualquier recinto o infraestructura públicos. Eso sólo fue difuminándose a partir de las nuevas crisis que surgieron ya con Macron en el gobierno: chalecos amarillos, la pandemia por la covid, la guerra de Ucrania o la actual situación de inestabilidad política han ido dejando lejos en el horizonte aquellos años de plomo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar


