Elecciones en Francia
Fillon resiste en el feudo conservador de Versalles
LA RAZÓN analiza el «momento» del candidato de la derecha en la antigua capital real, una de sus principales plazas. Allí sus vecinos rechazan los extremos y recelan de la indefinición de Macron.
LA RAZÓN analiza el «momento» del candidato de la derecha en la antigua capital real, una de sus principales plazas. Allí sus vecinos rechazan los extremos y recelan de la indefinición de Macron.
Dicen que Luis XIV dejó París y decidió construir el Palacio de Versalles como una pequeña ciudad alejada de los problemas de la capital. Salvando las distancias, esta turística localidad a media hora en tren al sureste de París, se ha convertido en el refugio electoral del imputado François Fillon. Cosas del destino, cuando monarquía y república encuentran sus intersecciones. El candidato al Elíseo, como Luis XIV, también se parapetó en el movimiento conservador de Versalles cuando en el cuartel general de Los Republicanos en París se orquestaba un «plan B» para destronarlo por Alain Juppé tras estallar el escándalo de los presuntos empleos ficticios de su mujer e hijos. Fillon, reconocido católico, se había ganado el apoyo de los sectores religiosos durante el proceso de primarias y asistiendo durante el quinquenio de Hollande a sus principales convocatorias como las de «Manif pour tous» en contra del matrimonio homosexual aprobado por los socialistas. Dicen en París que la «Manif pour tous» reúne a medio Versalles y alguno más.
Pascale tiene 50 años y es una pequeña empresaria asentada en esta localidad desde hace más de una década. La imputación de Fillon no impedirá que vote por el candidato conservador este domingo. «Todos los políticos están metidos en esa clase de líos, era una práctica generalizada. Él va a bajar los impuestos que nos ahogan en los comercios y al fin al cabo es lo mejor que se puede hacer para la economía del país». El argumento de Pascale es el mismo que esgrimen muchos de los que otorgan el perdón a Fillon tras su penitencia pública. En el proceso de primarias de la derecha en otoño pasado, Fillon logró porcentajes superiores al 70% en varios colegios de la ciudad.
El contraste a esta votante lo pone Serge, 87 años, originario de la ciudad y que ha visto pasar por su vida a todos los presidentes de la V República. En diez minutos de charla con él, nombra a Giscard D’Estaing, a De Gaulle e incluso a Mitterrand para expresar lo inédito de estas presidenciales y su decepción. Serge votó con decisión por Fillon en las primarias, pero el escándalo si tendrá efecto en él. «Hubiese preferido que el partido retirara a Fillon cuando estalló el escándalo, hay cosas que no se pueden pasar por alto». Sin nombrar directamente a quién votará, descarta al imputado candidato y a los extremos. En su caso, sí que se percibe que la tradición gaullista le llevará a la papeleta del emergente Emmanuel Macron. Pero entre estos dos perfiles de votantes, en Versalles gana el de Pascale, y de goleada. Cuando a Gilles, de 38 años que trabaja en una aseguradora, se le nombra al liberal Macron, su respuesta es rápida: «Eso son cinco años más de Hollande». Para este treintañero las reformas deben ser de calado y no duda en criticar algunos símbolos de Francia como la semana de 35 horas o la jubilación a los 62 que espera que Fillon reforme sin complejos por el bien del país.
Camel es francés de origen magrebí y regenta un bar a escasos metros de la estación de tren. Por allí pasan cada mañana varios lugareños para desayunar. «No es un cliché, Versalles es realmente conservador y católico. Aquí todos votarán por él». Un cliente interrumpe la conversación para reivindicar que él lo hará por Macron. Camel confiesa que él también, pero asume que son una minoría. Preguntándole qué dicen por aquí del izquierdista Mélenchon, este joven responde con una carcajada. Elocuentemente directo. En Versalles es habitual cruzarse con familias numerosas, como la de Antoine, con tres hijos pequeños. Fillon quiere aumentar las ayudas a las familias y no es favorable a la procreación asistida ni a la gestación subrogada. Para él, la elección presidencial «es una cuestión ante todo de valores». Se siente más identificado con los de Fillon y también excusa el pecado del imputado. «Por desgracia lo hacían todos». Un argumento repetido hasta la saciedad por quienes afirman votarle y también por los que ocultan su voto, pero tienen clara su papeleta del domingo.
Versalles representa el apoyo sin fisuras a Fillon, y la presencia de ciudadanos del municipio en la gran manifestación de apoyo a Fillon en la Plaza del Trocadero de París cuando medio partido pedía su cabeza fue numerosa. Actual diputado de un sector acomodado de París –el barrio de Saint-Germain–, Fillon era el gran favorito de estas elecciones presidenciales hasta que el 24 de enero todo se derrumbó con las revelaciones del periódico satírico y de investigación «Le Canard Enchaîné». Entonces estalló el «Penelope gate», que desencadenó su imputación y la de su mujer.
A pesar de los cacerolazos organizados en muchos de sus mítines en febrero y marzo para pedir su renuncia y las numerosas defecciones en sus filas, Fillon logró mantener su candidatura, nunca bajó del 17% de intención de voto y ahora, rozando el 20%, confía en un voto oculto que no registran las demoscópicas, pero que el domingo se pondrá a prueba. Para ello, ha hecho lema de campaña una mítica frase que pronunció hace un par de semanas: «No pretendo que me quieran, sólo que me apoyen». Pragmatismo de quién en su día estuvo destinado a presidir Francia. Versalles no obstaculizará ese destino.
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