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Finlandia, laboratorio de una Europa ingobernable

Tras su agónica victoria, el líder socialdemócrata, Antti Rinne, inicia los contactos para formar una amplia coalición sin excluir a los ultras. Alarma en la UE a seis semanas de las europeas.

Jussi Halla-aho, líder de los Verdaderos Finlandeses, celebra el buen resultado del partido ultraderechista en las elecciones
Jussi Halla-aho, líder de los Verdaderos Finlandeses, celebra el buen resultado del partido ultraderechista en las eleccioneslarazon

Tras su agónica victoria, el líder socialdemócrata, Antti Rinne, inicia los contactos para formar una amplia coalición sin excluir a los ultras. Alarma en la UE a seis semanas de las europeas.

A seis semanas de las elecciones europeas, los votantes finlandeses enviaron el domingo un claro mensaje al resto de la UE. Los populistas han llegado para quedarse y el experimento de intregrarlos en el Gobierno no sirve para desgastarlos. Los ultras del partido Verdaderos Finlandeses (VF), que en diciembre caían en los sondeos por debajo del 10%, lograron dar la vuelta a los pronósticos y quedarse a dos décimas –a apenas 6.813 votos– de ser los más votados.

Antti Rinne, el líder del Partido Socialdemócrata (SDP), favorito desde hace meses para reemplazar al impopular Gobierno de centro derecha, no podía evitar su decepción al celebrar su agónico triunfo electoral, el primero en 20 años, que supuso seis diputados más y una subida de 1,2 puntos respecto a las legislativas de 2015. «Si soy honesto, me esperaba una victoria más amplia, pero aún así hemos logrado nuestro primer triunfo electoral desde 1999», reconoció Rinne ante sus seguidores.

Precisamente, sobre los hombros de este ex líder sindical de 56 años con escaso carisma recae ahora la ardua tarea de construir una coalición en un «Eduskunta» (Parlamento) fragmentado donde ningún partido supera por primera vez el 20% de votos. Tras la reunión celebrada ayer por su ejecutiva, el SDP anunció que esta semana enviará un cuestionario al resto de formaciones para sondear las coincidencias programáticas que permitan iniciar las negociaciones formales cuanto antes y cerrar un Gobierno a finales de mayo. El hecho de que el 1 de julio Finlandia asuma la Presidencia semestral de la UE aumenta si cabe la presión sobre una clase política acostumbrada al consenso.

A diferencia de la vecina Suecia, donde se ha establecido un «cordón sanitario» frente a la ultraderecha, Rinne no excluye de entrada a nadie en las negociaciones exploratorias, si bien reconoce las enormes diferencias que separan a socialdemócratas y ultraderechistas.

«Para los socialdemócratas, la justicia, la igualdad, el respeto por las personas y la dignidad humana son valores muy importantes, y con Halla-aho [líder populista] tenemos valores muy diferentes respecto al ser humano», constata Rinne. Si bien ambas formaciones comparten el deseo de mantener el Estado del Bienestar y luchar contra las desigualdad sociales que han crecido durante los años de austeridad, se hallan en las antípodas en materia medioambiental y, sobre todo, migratoria.

Jussi Halla-aho, el candidato más votado en las urnas, se muestra dispuesto a entrar en una futura coalición tanto con la izquierda como con la derecha. «En lo que respecta a la política fiscal y al bienestar social, nuestro partido es muy centrista, por eso sería fácil cooperar tanto con los socialdemócratas como con los conservadores», constata.

Sin embargo el líder ultra no está dispuesto a prestar sus 39 diputados a cualquier precio y ayer ya impuso sus «líneas rojas». «Si queremos entrar en un Gobierno de coalición, tendremos que hacer concesiones, pero uno no puede ceder demasiado en las cuestiones que son más importantes para nuestros votantes. Sería estúpido repetir los mismos errores que hace cuatro años», advertía el eurodiputado.

Tras el desgaste sufrido por su entrada en el Gobierno en 2015 junto a centristas y conservadores, la derecha populista comenzó a remontar en 2017 tras la inesperada elección de Halla-aho como líder y la ruptura con el fundador del partido, el más moderado Timo Soini, que junto a los otros ministros ultras fundaron otro partido para permanecer en el Gobierno. Dicha escisión, Futuro Azul, no ha entrado en el nuevo Parlamento.

Como sus pares en otros países europeos, Halla-aho, condenado en 2012 por publicar en su blog comentarios racistas y antiislámicos, ha enarbolado la bandera antiinmigración, euroescéptica y ultranacionalista para recuperar el terreno perdido. De forma oportunistas utilizó los supuestos abusos sexuales a una menor cometidos por un inmigrante de 22 años en Oulu (costa oeste) para exacerbar el miedo entre el electorado de un país que recibe menos refugiados que sus vecinos nórdicos. Así, frente a los 22.190 solicitantes de asilo en Suecia en 2018, Finlandia registró solo 2.945. Cifras que no dejan de sorprender en un país envejecido donde en 2030 el 25% de su población tendrá más de 65 años.

Halla-aho sueña con seguir los pasos del Partido Popular Danés, que, a cambio de su apoyo parlamentario a los distintos Gobiernos liberales que se han sucedido desde 2001, ha logrado que Dinamarca disponga de una de las políticas migratorias más restrictivas de Europa. «Si queremos cambiar las políticas finlandesas de inmigración es crucial que cambiemos las actitudes dentro de los demás partidos, y esto solo lo podemos hacer creciendo como partido y quitando votos a los demás grupos políticos», resume, citado por el terrorista ultraderechista noruego Anders Breivik en su manifiesto contra el multiculturalismo.

En Bruselas, se ve con temor que la polarización y frgmentación de las elecciones en Finlandia se traslade a las europeas de mayo y pueda bloquear el avance de la UE en los próximo años.