Opinión
Francia: las razones del colapso del centro
Francia está dividida entre una izquierda ampliamente fragmentada, pero todavía resistente, y una derecha dominada por la extrema derecha, que ha logrado normalizarse, ganar credibilidad y ahora imponerse.
Tras los resultados inequívocos de las elecciones europeas, las cartas políticas están más barajadas que nunca en el Viejo Continente, por decirlo suavemente. En la mayoría de los 27 países de la Unión Europea, la votación de principios de junio consagró una amplia e histórica victoria de la extrema derecha. En Francia, el Rassemblement National (RN), dirigido por su presidente, Jordan Bardella, obtuvo más del 30 % de los votos, muy por delante de Renaissance, el partido del presidente Emmanuel Macron, que apenas consiguió el 15 % del sufragio. El mismo escenario se repitió en Alemania, Austria, Países Bajos... La derecha nacionalista se apoderó de casi un cuarto de los 720 escaños del hemiciclo europeo.
¿Tenía Emmanuel Macron otra opción, después de los resultados de las elecciones europeas, que disolver la Asamblea Nacional? Las opiniones difieren, pero lo hizo, abriendo así una nueva etapa que revela muchas realidades ignoradas durante años.
Esta nueva era no es sorprendente. Francia está dividida entre una izquierda ampliamente fragmentada, pero todavía resistente, y una derecha dominada por la extrema derecha, que ha logrado normalizarse, ganar credibilidad y ahora imponerse.
El centro, por su parte, ha caído por varias razones. En primer lugar, desde hace años, no responde a las expectativas populares sobre temas que ha preferido evitar. Así, la cuestión de los servicios públicos, violentamente planteada por los chalecos amarillos, se ha convertido en una simple operación contable. Los problemas planteados por el tratamiento ideológico de la cuestión de la inmigración representan un enorme error.
Golpeadas de lleno por la inflación, excluidas de los dispositivos de ayuda destinados a los más desfavorecidos y sin perspectivas de ascenso social, las clases medias en Francia se vuelven hacia el Rassemblement National, que ha sabido señalar una de las causas de sus sufrimientos.
En un discurso pronunciado el 6 de junio de 1989 en la Asamblea Nacional, Michel Rocard, ex primer ministro y figura destacada del partido socialista, exclamó: "Hay, en efecto, demasiadas tragedias, pobreza, hambruna en el mundo para que Europa y Francia puedan acoger a todos aquellos que la miseria empuja hacia ellas". No se puede acusar a Rocard de racismo.
Finalmente, los efectos devastadores de la globalización en los territorios no han sido ni prevenidos ni combatidos.
El ascenso de la extrema derecha en Europa es observado por muchos países africanos. Más allá de la cuestión migratoria, el ascenso del FN en Francia y más ampliamente de los nacionalismos en Europa se produce en un contexto particular en el que África reclama cada vez más su soberanía.
"Todos entendemos que África no busca caridad", dijo la jefa del gobierno italiano en la cumbre del G7. "África pide la posibilidad de ser competitiva en igualdad de condiciones, lo que no es posible sin infraestructuras. Por lo tanto, lo entendemos y sabemos que es la prioridad en la que debemos trabajar", enfatizó Giorgia Meloni.
En consecuencia, ocho mil millones de inversiones se decidieron durante las reuniones del G7. Inversiones privadas y públicas para apoyar el desarrollo en África en diversos sectores, para desarrollar el empleo y así reducir la inmigración hacia Europa, que Giorgia Meloni quiere combatir. Los africanos aplauden, están encantados con una líder europea que mira a África de otra manera.
Es por esto que todas las fórmulas del tipo "todos contra la extrema derecha" son tontas porque son insostenibles. En Francia, incluso se amenaza con el uso del artículo 16, en caso de un nuevo auge del FN en las próximas elecciones, dando plenos poderes al Presidente. Es una grave violación de la democracia que podría tener consecuencias incalculables para Francia, pero también para Europa. Con más de un tercio de las intenciones de voto, Jordan Bardella tiene toda la legitimidad para dirigir Francia.
La única manera es dejar que la democracia persista con los contrapesos constitucionales.
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