Opinión

El golpe invisible de Erdogan

Lo lamentable es que estos emperadores del siglo veintiuno no consiguen suficiente condena mundial cuando abusan de su poder

Istanbul (Turkey), 28/05/2023.- Turkish President Recep Tayyip Erdogan (L) greets supporters outside his house following the second round of the presidential elections, in Istanbul, Turkey, 28 May 2023. The second round of presidential elections between Turkish President Recep Tayyip Erdogan and his challenger Kemal Kilicdaroglu, the leader of the opposition Republican People's Party (CHP), was held on 28 May. (Elecciones, Turquía, Estanbul) EFE/EPA/TOLGA BOZOGLU
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, tras ejercer su votoTOLGA BOZOGLUAgencia EFE

Que Erdogan tenga ya más de veinte años en el poder y quiera seguir siendo el mandamás de Turquía, ya es un indicio para determinar su talante y caracterizar su régimen. Pero el dato realmente revelador es cómo ha logrado mantenerse tanto tiempo. La reciente elección fraudulenta no es la causa, sino la consecuencia de un Golpe de Estado continuado que tiene años en marcha.

Erdogan aplicó la fórmula de los nuevos tiranos de este siglo. La de llegar al poder con votos para luego cambiar la Constitución y garantizar su permanencia indefinida. Lo mismo que Chávez, Ortega y Putin, por citar solo algunos ejemplos. En el caso de Turquía, Erdogan cambió todo el sistema político, sustituyendo el parlamentarismo por un régimen presidencialista con poderes concentrados en su persona. No es de extrañar entonces que, después de cambiar unilateralmente la Constitución del país y refundarlo a su antojo, logre ahora reelegirse. El fraude ya lo hizo antes, cuando se erigió por encima de las instituciones para acabar con la separación de poderes y el pluralismo político.

Lo lamentable es que estos emperadores del siglo veintiuno no consiguen suficiente condena mundial cuando abusan de su poder para acabar desde adentro las democracias de sus países. Por el contrario muchas veces son aplaudidos. No es exagerado decir que el pionero de esta pandemia de reeleccionismo indefinido fue Hugo Chávez en Venezuela con su constituyente de 1999 y posteriores reformas, fórmula que fue copiada luego en Bolivia, Nicaragua y Ecuador. Por su parte, Vladimir Putin hizo lo propio al otro lado del mundo, fingiendo primero una alternancia para luego eliminar el límite constitucional del período presidencial y quedarse definitivamente. En todos los casos, la permanencia indefinida de esos caudillos en el poder ha acabado con las democracias en sus países y generado tragedias internacionales, como por ejemplo el éxodo venezolano o incluso la guerra en Ucrania, la cual nunca se hubiera dado si el límite de tiempo al mandato de Putin se hubiera cumplido.

El hecho es que el mundo ha normalizado que presidentes de repúblicas sin sólidas instituciones democráticas, sean gobernadas durante décadas por tiranos que someten a sus pueblos. Y en vez de analizar las verdaderas causas de la falta de democracia y ausencia de derechos fundamentales en esos países, nos limitamos a comentar las elecciones cuando ocurren, despachando el tema con tópicos como “la oposición está dividida”, o “el líder es popular”; sin reparar en qué no hay condiciones ni garantías para el ejercicio democrático. Subestimando además la resistencia épica que protagonizan en esos países una oposición que enfrenta la muerte, la cárcel y el exilio.

Ahora Erdogan cuenta con un nuevo período presidencial hasta 2028, el cual podrá seguir extendiendo indefinidamente con solo convocar elecciones anticipadas. Se trata de repúblicas absolutistas e iliberales, donde se hacen elecciones solo para mantener una fachada democrática, sin correr el riesgo de ceder el poder porque lo controlan todo. Son neodictadores que ejercen el poder sin control ni límite, ni siquiera de duración, bajo la mirada complaciente de Occidente, donde casi nadie pondrá en duda la legitimidad de un Erdogan que apunta a su tercera década de poder. Al contrario, lo seguirán invitando a formar parte de la Unión Europea a cuenta del pragmatismo geopolítico. Algunos dirán que las elecciones fueron libres pero no justas, con el fin de matizar lo sucedido, pero hasta ahí. La misma receta que usaron con Putin antes de la guerra y que tendrá los mismos resultados.