
Sáhara Occidental
Gracias, España
La resolución del Consejo de Seguridad de la ONU y el reconocimiento internacional del plan de autonomía marroquí abren una nueva etapa de cooperación y prosperidad compartida entre Rabat y Madrid

El 6 de noviembre se erige para Marruecos como una fecha cargada de historia y de proyección futura. En esta jornada, evocadora de unidad nacional y de legítima soberanía, el Reino celebra hoy no solo su memoria, sino también un nuevo capítulo diplomático tras la resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, adoptada el pasado viernes, que consagra el plan de autonomía marroquí como la base más seria, realista y viable para la solución definitiva del Sáhara.
En este contexto, Su Majestad el Rey Mohammed VI ha querido reconocer el papel constructivo de España, cuya posición ponderada y su apoyo al proceso de autonomía han contribuido de manera decisiva a este avance histórico. Este reconocimiento refleja una relación madura, basada en la confianza mutua y la visión compartida de estabilidad regional, y abre una nueva etapa en la que España se proyecta como un socio estratégico de primer orden, llamado a desempeñar un papel creciente en la configuración del nuevo equilibrio atlántico y euroafricano.
Este éxito diplomático coincide con una profunda transformación en las provincias del sur. Lo que antaño fue una región periférica se ha convertido hoy en un eje estratégico de crecimiento, innovación y conexión con África y el Atlántico. Bajo el liderazgo de Su Majestad el Rey Mohammed VI, Marruecos ha desplegado una visión coherente que combina estabilidad política, apertura económica y diplomacia pragmática. Los puertos de Dajla y El Aaiún, las nuevas infraestructuras logísticas y energéticas, y los proyectos de transporte e inversión conforman una estrategia clara: convertir el Sáhara marroquí en motor de prosperidad compartida.
Pero esta visión trasciende lo puramente nacional. Marruecos se está afirmando como actor clave del espacio atlántico africano, uniendo el norte y el sur del continente y conectando Europa con los mercados emergentes del Sahel y del Golfo de Guinea. En este escenario, España ocupa un lugar natural, estratégico y privilegiado.
De intereses compartidos a una ambición común
Más allá de la geografía, existe una lógica de intereses convergentes. España y Marruecos enfrentan desafíos comunes —energéticos, migratorios, medioambientales y de seguridad— y comparten una oportunidad histórica: construir conjuntamente un eje atlántico euroafricano basado en la estabilidad, la innovación y el desarrollo sostenible.
La cooperación hispano-marroquí puede convertirse en uno de los pilares de la estabilidad mediterránea y en un modelo de asociación entre Europa y África. España posee un capital industrial y tecnológico que encaja plenamente con la agenda marroquí de desarrollo. Sus empresas destacan en sectores donde Marruecos avanza con decisión: energías renovables, gestión hidráulica, ingeniería, agroindustria, logística y turismo sostenible. Las zonas económicas del Sáhara ofrecen un marco ideal para que las compañías españolas participen en el impulso del crecimiento africano desde una base segura, cercana y culturalmente afín.
En un contexto europeo marcado por la incertidumbre energética y la reconfiguración de las cadenas de suministro, el Sáhara marroquí se perfila como una extensión natural del espacio económico ibérico. La cooperación industrial, la coproducción y la logística compartida pueden situar a España en el centro de un corredor euroafricano que refuerce su autonomía estratégica dentro de la Unión Europea.
Una asociación atlántica y geoestratégica
Esta relación renovada no se limita al ámbito económico: tiene una dimensión geopolítica de alcance global. España, miembro histórico de la OTAN y aliado fiable de los Estados Unidos, puede fortalecer su papel transatlántico a través de una asociación más estrecha con Marruecos. Washington reconoce en Rabat un socio estable, moderado y proactivo en un entorno complejo. Tanto la administración Trump como la Biden han consolidado esta relación, considerando a Marruecos como puente entre el mundo árabe, África y Occidente.
En este contexto, España puede desempeñar un papel decisivo en la articulación del triángulo estratégico Madrid–Rabat–Washington, actuando como mediadora europea y catalizadora atlántica. Este eje permitiría a España acceder a proyectos energéticos, logísticos y tecnológicos de nueva generación, reforzando su influencia en Bruselas y su interlocución privilegiada con Washington.
Los Acuerdos de Abraham, en los que Marruecos participa activamente, abren un espacio inédito de cooperación regional basada en la paz, la inversión y la prosperidad compartida. Esta nueva arquitectura diplomática —que combina innovación, diplomacia económica y desarrollo sostenible— ofrece a Europa y a España una oportunidad para impulsar alianzas trilaterales con los Estados Unidos, Israel y otros socios mediterráneos.
El desarrollo del Sáhara marroquí puede convertirse en laboratorio de esta convergencia atlántica, donde la inversión, la tecnología y la cooperación educativa y cultural se unan para fortalecer un nuevo modelo de integración euroafricana. Para España, ello representa una oportunidad estratégica: ampliar su proyección africana y consolidar su peso político dentro de la Unión Europea.
Europa atraviesa una etapa de redefinición estratégica. La rivalidad global, las presiones migratorias, la transición energética y la fragmentación política exigen repensar los equilibrios tradicionales. En este contexto, España y Marruecos pueden ofrecer una respuesta constructiva: un modelo de cooperación basado en la estabilidad, la complementariedad y una visión común del futuro.
El Sáhara marroquí ya no es una frontera, sino un punto de encuentro: un espacio donde convergen la ambición marroquí, la capacidad española y la visión atlántica. La reciente resolución del Consejo de Seguridad confirma que el plan de autonomía no es solo un logro diplomático, sino también la base de una paz duradera y de una cooperación sostenible.
Si Madrid y Rabat saben aprovechar este momento, el eje atlántico euroafricano que ambos encarnan puede convertirse en una de las grandes historias de éxito de la próxima década: un relato de estabilidad, alianza y destino compartido a ambos lados del Atlántico.
Gracias, España, por vuestra valiosa contribución a la paz en nuestra región mediterránea y por vuestro compromiso con la prosperidad de hoy y de las generaciones futuras.
Ahmed Charai es editor y miembro de los consejos de administración del Atlantic Council, del International Crisis Group, del Center for Strategic and International Studies (CSIS), del Foreign Policy Research Institute (FPRI) y del Center for the National Interest, todos ellos con sede en Washington.
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