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Guerra por el trono de El Chapo

La caída del capo de Sinaloa anuncia otra ola de violencia por el control del mercado de la droga en México. El final del modelo de grandes cárteles podría estar próximo

Guerra por el trono de El Chapo
Guerra por el trono de El Chapolarazon

Con la portada de la revista más prestigiosa del mundo, «Time», bajo el título «Salvando a México», llegan nuevas medallas para el presidente Peña Nieto. «La cabeza» de Joaquín Guzmán Loera es sin duda el trofeo más preciado en la lucha contra el narcotráfico, un objeto de deseo que ni siquiera el ex presidente Felipe Calderón pudo obtener. Sin embargo, más allá del simbolismo y el mensaje que se lanza a otros capos, todos los expertos coinciden en que tras su captura el flujo de drogas se mantendrá y, posiblemente, comience otra guerra por ocupar el trono de «El Chapo». Y es que Joaquín Guzmán Loera, que sólo tiene aprobado el tercer grado de Primaria, era una especie de «Carlo Magno» de las drogas que soñó desde muy joven con expandir su imperio más allá de las fronteras mexicanas. Y lo consiguió.

El cártel de Sinaloa tiene bases en tres países del continente americano. En Estados Unidos opera en los estados de Arizona, California, Texas, Chicago y Nueva York; en México, controla la costa del Pacífico, y con Colombia tiene intercambio con otras células de delincuencia. El cártel tiene puerta abierta a operadores colombianos y de esta forma se abre paso para actuar en ese país suramericano. Sus medios de operaciones son por vía aérea y marítima, explica la ficha de búsqueda. Los cargamentos para los que trabaja en conjunto con organizaciones colombianas son principalmente de cocaína, pero mueve también heroína y marihuana. Se calcula que controla más de 3.500 empresas. Todo un reino de la droga que podría ser atacado, pero difícilmente desmantelado.

Para Samuel González, ex director de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada de México (SIEDO), el arresto de Joaquín Guzmán Loera es «una captura sólo comparada a la de Pablo Escobar», porque «El Chapo» controlaba la cuarta parte del negocio de las drogas en Estados Unidos como una figura de mando que en los últimos años se ha ido agotando en Iberoamérica. Alejandro Hope, director de seguridad del Instituto Mexicano de Competitividad (IMCO), coincide en que «era el símbolo del narcotráfico a la vieja usanza donde lo que dominaba era el tráfico de drogas hacia EE UU y era, si no el último, uno de los últimos exponentes de ese modelo de negocios».

A pesar de que el cártel de Sinaloa ya no era una organización criminal con un poder central desde hacía varios años, ningún personaje tenía tanto peso en la toma de decisiones como «El Chapo». El especialista en seguridad estima que a pesar de que Ismael «El Mayo» Zambada, colaborador del capo, tiene un nivel de actividad importante dentro del grupo delictivo, esto no sería suficiente para mantener la unidad dentro de la organización. Hope cree, además, que en México podrían incrementarse los episodios de violencia por la disputa del liderazgo en el cártel de Sinaloa. «Es probable que veamos una transición desde un modelo dominado por la exportación ilegal de narcóticos a un modelo más local, más predatorio, más orientado a las actividades de extorsión y robo», explica.

Arturo Villarreal Palos, especialista en Justicia Penal y Seguridad, indica que con la captura el grupo delictivo de Sinaloa experimentará un momento de debilidad que los demás buscarán aprovechar en busca de hacerse con algunos territorios pertenecientes a esta organización criminal. «Organizaciones como la del Pacífico Sur y la de Jalisco pondrán a prueba la fortaleza del grupo sinaloense, quizá emprendiendo algunas acciones violentas», indica. Pero también hay otras bandas menores que aspiran a convertirse en grandes cárteles ocupando el organigrama ya establecido por los de Sinaloa, como la Mochomera, los Mazatlecos, Jalisco Nueva Generación, El Dos Letras...

Y, por supuesto, el enemigo antagónico del grupo, los que otrora fueron contratados como sicarios por «El Chapo», pero que más tarde acabaron por convertirse en el cártel más sanguinario de México, los Zetas. Es difícil, por tanto, vaticinar el futuro, pero suenan tambores de guerra. Lo único claro es, según los especialistas, que el proceso de renovación puede generar más violencia, como ya ha ocurrido con organizaciones que se enfrentaron al mismo dilema. Y es que, como dice un popular «narcocorrido» de la zona del Guasave, «en México ya no creemos en los finales felices». Veremos si la historia de «El Chapo» acaba de forma diferente.