Francia

«Hasta la vista», Sarkozy

Despedida política (definitiva). El ex presidente francés abandona la vida pública tras caer en las primarias de su partido y da su bendición a la candidatura de Fillon

La última humillación Sarkozy encajó el domingo su peor derrota, la de no ser capaz de convencer a su propia familia política
La última humillación Sarkozy encajó el domingo su peor derrota, la de no ser capaz de convencer a su propia familia políticalarazon

«Ha llegado el momento de abordar una vida con más pasiones privadas y menos pasiones públicas», dijo el domingo Nicolas Sarkozy, asumiendo su derrota en la primera vuelta de las primarias de Los Republicanos, avanzándose a los resultados definitivos. Estas palabras sonaban a lo que ya dijo en 2012 antes de saber que François Hollande le ganaría en las presidenciales: «Si pierdo, dejo la política». Y así lo hizo, pero la promesa duró poco más de dos años. A finales de 2014, Nicolas Sarkozy estaba de vuelta para asumir la presidencia del partido, que entonces se llamaba UMP (Unión por un Movimiento Popular) y que había quedado hecho trizas tras la guerra entre François Fillon y Jean-François Cope para controlarlo. Pronto rebautizó el partido con el nombre de Los Republicanos, y lo transformó en un nuevo instrumento para reconquistar el Elíseo. En total, más de 40 años de vida política de un volcán de energía que comenzaron en 1975 cuando Nicolas Sarkozy, que no tenía más que 20 años, se cruzó en el camino de Jacques Chirac. Un año más tarde ya formaba parte del engranaje del RPR, el partido de Chirac. Con 28 años se convirtió en el alcalde más joven de Francia, y desde 1988 fue elegido sin interrupción diputado. En 1993 asumió su primer cargo ministerial, y en 2007 fue elegido presidente de la República.

El «hiperpresidente», como le calificaban algunos, asumió una acción voluntarista, que le llevó a invadir el ámbito de acción de su primer ministro, François Fillon, y, finalmente, esos cinco años quedaron marcados por algunos hechos que no dejaban de ser anécdotas, pero muy simbólicas: la celebración de la victoria en el yate de su amigo, el hombre de negocios Vincent Bolloré; o la frivolidad de anunciar en rueda de prensa que su relación con Carla Bruni iba «en serio». Durante sus escasos años de «joven jubilado ha tenido que hacer frente a las sospechas que pesaban sobre él en numerosos asuntos judiciales y que han empañado su imagen: financiación ilegal de la campaña electoral de 2007, encargo de sondeos en el Elíseo, o el «caso Bettencourt».

En la campaña prometió una alternativa «fuerte, franca y verdadera», pero no ha convencido a los electores. Ahora podrá hacer lo que estuvo haciendo durante los dos años y medio de prejubilación: dar conferencias a precio de oro por el mundo entero, como hacen el ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, o el primer ministro británico, Tony Blair. Todavía no ha concretado cuándo dejará la presidencia del partido, pero se espera que se abra un periodo para encontrar un reemplazo. Aunque, cuando el domingo Sarkozy volvió a decir adiós a los suyos, la palabra que empleó fue menos definitiva: «Hasta la vista».