Tribuna del presidente de Polonia
La historia del martirio de los Ulma debe conocerse en todo el mundo
Como polacos, nos sentimos orgullosos de que el 10 de septiembre la familia Ulma, nuestros compatriotas, fuera incluida en las filas de los beatos de la Iglesia católica. La importancia de este acontecimiento va más allá de la dimensión religiosa. También era un homenaje a los héroes que encarnan los más altos ideales de la humanidad
Una biblia amarillenta y muy gastada, abierta por la página de la parábola del buen samaritano, con el título de este pasaje marcado en línea roja y una anotación manuscrita: ¡SÍ! –es precisamente esta imagen la que se aparece ante mis ojos cada vez que mis pensamientos regresan al Museo de la familia Ulma dedicado a los Polacos que Salvaron a Judíos durante la Segunda Guerra Mundial en el pueblo de Markowa, en el sur de Polonia.
El mencionado ejemplar de las Santas Escrituras pertenecía al matrimonio de Józef y Wiktoria Ulma. Eran unos granjeros polacos que dieron cobijo en su casa a ocho compatriotas judíos: Saul Goldman con sus cuatro hijos, Gołda Grünfeld y Lea Didner con su hija pequeña. Justo antes del amanecer del 24 de marzo de 1944, los gendarmes alemanes irrumpieron en la granja de Markowa. Fusilaron a los judíos escondidos y a sus guardianes en el acto. No solo asesinaron a Józef Ulma y su esposa Wiktoria, que estaba embarazada, sino también a sus seis hijos de pocos años.
La ocupación nazi alemana, el Holocausto y las atrocidades masivas contra los polacos son un hilo conductor enormemente importante y aún doloroso de la historia de mi patria. El destino de la familia Ulma fue compartido por muchos de mis compatriotas. El 24 de marzo de cada año celebramos un día festivo: el Día Nacional del Recuerdo de los Polacos que Salvaron a Judíos bajo la ocupación alemana.
Antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, Polonia tenía una comunidad judía muy numerosa, una de las mayores en la historia de esta nación. Durante siglos, los judíos se mostraron deseosos de establecerse en nuestro país, que ellos mismos bautizaron con una palabra de sencilla pronunciación: Polin, traducida como “aquí descansarás”. Disfrutaron de paz y oportunidades de desarrollo en Polonia, y nuestra capital, Varsovia, a finales de la década de 1930, era el segundo centro de población judía del mundo, después de Nueva York.
El plan alemán para el exterminio total de los judíos –terrible por su carácter inhumano, mecánico, casi industrial– debía tener en cuenta estos hechos. Por eso, en la Polonia ocupada, los nazis alemanes crearon fábricas de la muerte: los campos de exterminio a los que también eran transportados los judíos de otros países conquistados por el Tercer Reich. Además, Polonia había sido famosa durante siglos como país tolerante, un país donde la cultura y las relaciones sociales estaban moldeadas por los valores cristianos. Por lo tanto, las autoridades de ocupación alemanas esperaban encontrar resistencia a sus acciones criminales. De ahí que amenazaran de muerte a cualquiera que en nuestras tierras intentara siquiera prestar cualquier tipo de ayuda a un judío que intentara ocultarse. Sin embargo, a pesar de esta temible sanción, miles de judíos polacos recibían ayuda para salvar sus vidas. Les ayudaban a escapar del gueto, les proporcionaban lugares ocultos donde alojarse, comida, dinero y documentos falsos.
Los historiadores siguen reconstruyendo el curso de los dramáticos acontecimientos de aquellos años. Hasta la fecha, más de siete mil polacos, entre ellos Wiktoria y Józef Ulma, han recibido ya el título de Justos entre las Naciones, concedido por el Instituto Yad Vashem, con sede en Jerusalén. En este venerable grupo de Justos, los polacos constituyen el grupo nacional más numeroso. Las autoridades polacas y las instituciones estatales continúan esforzándose por conmemorar dignamente a esos héroes silenciosos y a menudo anónimos, especialmente a aquellos que pagaron con su vida su generosidad y valentía.
Como polacos, nos sentimos orgullosos de que el 10 de septiembre de 2023 la familia Ulma, nuestros compatriotas, fuera incluida en las filas de los beatos de la Iglesia católica. La importancia de este acontecimiento va más allá de la dimensión religiosa. También era un homenaje a los héroes que encarnan los más altos ideales de la humanidad. La historia de su martirio –desgarradora y al mismo tiempo un extraordinario testimonio de amor al prójimo– debería ser conocida en todo el mundo. Deseamos que transforme los corazones de la gente y sea un modelo de apertura y solidaridad hacia los demás.
*Texto publicado conjuntamente con la revista mensual polaca “Wszystko co najważniejsze” como parte de un proyecto histórico con el Instituto de la Memoria Nacional y la Fundación Nacional Polaca
✕
Accede a tu cuenta para comentar