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Hong Kong, prueba de fuego para Xi

La virulencia de las protestas obliga al presidente de China a involucrarse de manera directa en la crisis. Durante la revolución de los paraguas utilizó la mano dura; ahora deberá ser más creativo si quiere evitar un error que alimente a sus críticos en el partido o ahuyente las inversiones extranjeras.

Protesta de las «Madres de Hong Kong» el pasado viernes
Protesta de las «Madres de Hong Kong» el pasado vierneslarazon

La virulencia de las protestas obliga al presidente de China a involucrarse de manera directa en la crisis. Durante la revolución de los paraguas utilizó la mano dura; ahora deberá ser más creativo si quiere evitar un error que alimente a sus críticos en el partido o ahuyente las inversiones extranjeras.

- «Hong Kong no es China». Es una de las pintadas que dejaron en las paredes los jóvenes que ocuparon el lunes el Parlamento de Hong Kong. Una sola frase cargada de profundidad. La escalada de protestas en la antigua colonia británica plantea un verdadero desafío personal a Xi Jinping –quizá el más directo que haya sufrido hasta la fecha–, al que se compara con Mao Zedong y que domina implacable la vida pública china desde 2012. Pekín ha sido muy cuidadoso desde que el mes pasado estallasen las protestas masivas en la antigua colonia británica debido al proyecto de ley que permitiría la extradición al continente chino. Ha expresado su apoyo al Gobierno hongkonés sin intervenir directamente y ha culpado a las «fuerzas extranjeras» de los disturbios. Hasta el momento, Xi ha conseguido distanciarse de la agitación. Pero la escala y la persistencia de los disturbios, combinadas con la violencia callejera del lunes, pueden obligarlo a involucrarse, o en su defecto arriesgarse a perder la imagen de «hombre fuerte» y hábil que Xi lleva años pintando de sí mismo. Es un momento difícil para él; su actuación será observada cuidadosamente no solo en el exterior, también, y muy especialmente, dentro del Partido Comunista. Debería estar disfrutando de un año de celebración, el 70 aniversario de la República Popular China, pero en su lugar lucha contra los reveses de una prolongada guerra comercial con EE UU.

Ahora lo último que le faltaba era Hong Kong. Sin duda los manifestantes pueden haber llevado su paciencia hasta el límite cuando entraron en el edificio del Parlamento de la ciudad, colgaron la bandera de la época colonial en la Cámara y dejaron mensajes contra Pekín pintados con aerosol en las paredes. «Este es un desafío directo para Xi, el Gobierno de Hong Kong y el Gobierno central», declaró a AFP Hua Po, observador político, desde Pekín. Y lo peor es que las manifestaciones sobre la propuesta de ley de extradición han continuado. Eso apunta a quejas más profundas sobre los intentos de Pekín de frenar las libertades de Hong Kong, la falta de plenos derechos democráticos y, en general, la atmósfera amenazadora creada por el autoritarismo agresivo de la República Popular China y su líder. Este contexto más amplio, particularmente inquietante para los residentes de Hong Kong, abarca el historial de Xi de hostilidad inquebrantable hacia el pluralismo político, la censura cada vez más generalizada de internet y los medios, el aumento de la reglamentación social y los abusos de los derechos humanos, especialmente la persecución de minorías étnicas y religiosas como la comunidad Uighur musulmana de Xinjiang.

Sin embargo, en la antigua colonia británica puede tener opciones limitadas, ya que una intervención directa y dura podría poner en riesgo las inversiones extranjeras en el centro financiero mundial, según los analistas. «Pekín necesita mantener Hong Kong como un lugar atractivo para las empresas extranjeras, para las multinacionales, como centro financiero. Así que no pueden presionar demasiado», asegura Jean-Pierre Cabestan, un experto de la Universidad Bautista de Hong Kong. Cabestan reconoce que Pekín podría proporcionar una combinación de palo y zanahoria: pedirle a la impopular jefa ejecutiva de Hong Kong, Carrie Lam, que renuncie y designe a otra persona para que «baje la temperatura», y al mismo tiempo presionar a la ciudad para que procese a los culpables. Durante la Revolución de los Paraguas de 2014, que demandaba más democracia, no se hizo ni una concesión y los líderes fueron a la cárcel.

Xi debe temer también que la insatisfacción se vuelva contagiosa y el aumento del paro provocado por la desaceleración económica aumente el malestar social en China. Este año ha habido protestas y huelgas por despidos, vacunas defectuosas, contaminación, bajas pensiones y una lista interminable de temas. «Los censores del Partido Comunista no pueden arriesgarse a que los chinos continentales se sientan atraídos por la alternativa de Hong Kong o el régimen comunista se pondrá en peligro», afirmó Don Tse, investigador de SinoInsider, una consultora de riesgo político de China.