Videos

Alemania y Austria abren la puerta a miles de refugiados

Entre el alivio y el cansancio, los sirios abandonan Hungría tras varios días atrapados en la estación de Budapest.

Miles de refugiados caminaban ayer desde Hungría por la autovía M1 hacia Nickelsdorf, situada en la frontera con Austria
Miles de refugiados caminaban ayer desde Hungría por la autovía M1 hacia Nickelsdorf, situada en la frontera con Austrialarazon

Entre el alivio y el cansancio, los sirios abandonan Hungría tras varios días atrapados en la estación de Budapest.

La decisión conjunta de Berlín y Viena de abrir sus fronteras ayer a los millares de migrantes que aguardaban desde hace días en Budapest ha supuesto la llegada masiva de refugiados a ambos países. Unos 10.000 inmigrantes, en su mayoría sirios que huyen de la guerra civil en su país, alcanzaron territorio austríaco sólo durante la jornada de ayer. La gran mayoría de ellos, más del 70%, anhela alcanzar Alemania, el destino soñado por excelencia.

Esta decisión, según el Gobierno austriaco, se tomó para ayudar a suavizar la «actual situación de emergencia en la frontera húngara», remarcando, no obstante, que se trataba de una excepción. Al mediodía de ayer, Austria ya había recibido a 6.500 migrantes, 2.200 de los cuales se encontraban de camino hacia tierras alemanas. La ciudad fronteriza de Nickelsdorf vio pasar hileras de refugiados durante toda la jornada. Llegaban mojados por la intensa lluvia, a pie desde la frontera, y confusos, pero esperanzados por haber podido, finalmente, abandonar Hungría. «¿De verdad estamos en Austria?», se preguntaban algunos, incrédulos. «El flujo de personas llegando desde la frontera no cesaba ni un instante», describió Hans Peter Doskozil, el jefe policial de Burgenland.

La compañía ferroviaria austríaca puso a disposición 4.500 plazas adicionales, y habilitó trenes que se dirigían a Alemania y a Viena. En la capital austríaca, numerosos grupos de voluntarios daban la bienvenida a los migrantes con té caliente y ropa.

Sin embargo, y a pesar de la buena disposición austríaca, la mayoría de los refugiados sueñan con llegar a Alemania. Aunque desde Berlín se ha exportado el mensaje de que los alemanes están «listos para recibirlos», un portavoz muniqués reconoció que «nos vamos acercando lentamente a nuestro límite de capacidad». La mayoría llega a la capital bávara, pero también salen trenes desde Austria con dirección a los estados de Sajonia, Turingia, Brandenburgo o Berlín. La compañía ferroviaria alemana facilitó igualmente trenes especiales y aumentó su personal en vagones y estaciones. No se tienen previsiones de cuántos miles de asilados pueden llegar a Alemania en los próximos días, especialmente si la luz continúa verde por parte de Berlín y Viena en la recepción de refugiados. Los 7.000 llegados a Múnich ayer no son una cifra aislada: el país germano ha acogido a 104.460 asilados en agosto. Y seguirá con las puertas abiertas si su operación humanitaria continúa como hasta ahora.

Mientras tanto, decenas de sirios seguían llegando a la estación central de Budapest, Keleti, donde se anunció el restablecimiento del servicio de trenes hacia el extranjero. Decenas de refugiados estallaron de alegría y comenzaron a recoger los bártulos mientras otros llegaban a la estación un poco aturdidos y sin comprender el motivo de semejante alborozo.

En la ruta por los Balcanes y Hungría, la herramienta más útil que los refugiados llevan consigo es su móvil, que utilizan para guiarse y no perderse cuando no hay voluntarios para ayudarles en el campo o por las calles de Budapest. Amed, rodeado de sus primos en Keleti, no soltaba el teléfono. Tiene amigos esperando en otros campos y los está animando para que lleguen a Budapest. Hay vía libre.

A última hora de la tarde muchos ya habían recorrido más veinte kilómetros desde la estación de trenes. Algunos descansaban exhaustos en los arcenes de la autovía camino a Austria mientras eran escoltados por la Policía, que cortó varias carreteras al tráfico. Los refugiados estaban decididos a caminar más de doscientos kilómetros hasta Sopron, la ciudad fronteriza con Austria.

En Hungría ayer se pudieron ver escenas de solidaridad por parte de los ciudadanos. Una mujer de 53 años dejaba paquetes con botellas de agua debajo de un puente mientras una cadena de voluntarios y refugiados las repartía. «No se trata de ser sirio, iraquí, afgano o húngaro, cristiano o musulmán. Se trata de ser que todos somos seres humanos», afirmaba con enfado esta mujer sin dejar de cargar cajas de agua. Una pareja iraquí hacía un alto en el camino para recomponer su equipaje. El marido cargaba con un capazo con un bebé en una mano mientras con la otra ayudaba a su mujer a llevar una bolsa de plástico. «No sabemos cuándo abrirá la estación así que no tenemos otro remedio que caminar», decía él.

Mientras una avalancha de refugiados abandonaba la estación Keleti, en el pequeño pueblo de Biscke –donde se encuentra el campo de refugiados más cercano a Budapest–, se vivieron escenas de tensión entre la Policía húngara y los migrantes, cuando agentes antidisturbios decidieron aislar un vagón lleno de mujeres, ancianos, hombres y niños y prohibieron el acceso a los periodistas. Tras horas de negociaciones, los agentes consiguieron que los refugiados salieran del vagón sin excesivos forcejeos. Muchas mujeres lloraban, algunas abuelas gritaban y otros salían sonrientes haciendo el signo de la victoria.

La odisea de los refugiados comenzaba así un nuevo e impredecible capítulo mientras los políticos siguen buscando fórmulas para aplacar la crisis migratoria. Ya advirtió el ministro austríaco de Asuntos Exteriores, Sebastian Kurz, al decir que «el desafío para Europa no es solamente el número elevado de refugiados, sino el hecho de que el mecanismo de Dublín no funciona». Esta nueva decisión de Alemania y Austria vuelve a poner de manifiesto que las reglas europeas en materia de asilo no dan una respuesta satisfactoria al enorme éxodo que viene hacia Europa, el mayor desde 1945.