Análisis

La incursión de drones rusos en Polonia pone a prueba la solidez de la OTAN

Putin tantea de nuevo a Occidente tras años de respuestas insuficientes

Aparece un soldado con un pasamontañas y cargando un dron a sus espaldas
Rusia ya tiene un sistema para combatir a los drones y se lo ha copiado a UcraniaMinisterio de Defensa Ruso

Una polémica se ha desatado sobre si la incursión de unos 20 drones rusos en el espacio aéreo de Polonia, y por lo tanto de la OTAN, de la semana pasada ha sido deliberada o no. El número de drones y sus trayectorias inclinan a pensar que ha sido premeditado. Pero no creo que esto sea lo primordial. En cualquier caso es, o se va a convertir indefectiblemente, en un tanteo sobre la resolución y eficacia de la defensa en común del territorio OTAN.

Examinemos vertiginosamente los antecedentes de la Rusia de Putin en Ucrania. En 2014 se anexionó Crimea empleando tropas sin insignias ni distintivos nacionales. Simultáneamente promovió una insurrección «espontánea» en el Donbás, apoyándola con tropas y armamento ruso. La respuesta occidental a esta grave alteración de una frontera europea por la fuerza consistió en tímidas sanciones económicas acompañadas de una aún más suave respuesta militar, centrada en el adiestramiento de algunos efectivos ucranianos y una modesta cesión de armamento defensivo. Todo esto no debió producir un gran efecto disuasorio en el Sr. Putin, cuando en febrero de 2022 siguió una invasión clásica de Ucrania con la intención inmediata de apoderarse de Kiev. Pero esta vez sin subterfugios y a bandera batiente.

Las naciones OTAN aumentamos entonces la ayuda a Ucrania y las sanciones, pero tampoco han sido suficientes. La elección del Sr. Trump no está ayudando en nada a solucionar el conflicto. Para evitar que algún día tengamos que lamentarnos por esta tercera vez, deberíamos ahora responder con medidas militares más enérgicas, unidas a sanciones económicas más efectivas. Sin buscar un conflicto directo con Rusia, aunque arriesgándonos. Más vale prevenir que lamentarnos dentro de unos pocos años.

La OTAN tiene tres misiones principales: la prioritaria es la defensa de su territorio a través de la disuasión; siguen la gestión de crisis y las medidas de seguridad colectiva. Dada la entidad y antecedentes de la reciente provocación rusa, parece lógico gestionarla inicialmente como una crisis relacionada con el artículo 5. Este artículo 5 establece que ante una agresión a una nación aliada, las otras adoptarán «las medidas necesarias» para ayudar a repelerla. Aunque la letra no obliga a entrar en guerra automáticamente, hasta la llegada del presidente Trump nadie en la OTAN dudaba de que lo haríamos. A esto ayudaba ver tropas norteamericanas de combate permanentemente estacionadas en Europa.

Las amenazas híbridas de Putin hacen cada día más borrosa la distinción entre las misiones de defensa del territorio OTAN y las de gestión de crisis. Para aclarar esto, Polonia acertadamente ha invocado el artículo 4 – consultas – para determinar si estamos ante un artículo 5 o ante una crisis donde es buscada la colaboración con otros agentes internacionales. Pero a la complicada tarea a que nos enfrentamos, la Alianza añade ahora lo imprevisible de un Trump que puede diluir la respuesta militar aliada. Un club – en este caso el Consejo Atlántico – puede sobrevivir a la conducta errática de un miembro, pero lo tiene difícil cuando es el presidente el que tiene motivaciones desconocidas y rudos modales.

Poco puede contribuir España para encontrar respuesta enérgica al grave tanteo ruso en Polonia. El resto de los aliados ha constatado que nuestro gobierno se mueve prioritariamente por consideraciones de política interior, como demuestra que en el paralelo foro UE nuestra prioridad máxima – cuando nuestras libertades y prosperidad están en juego – sea el reconocimiento del catalán como lengua oficial. También, centrarse en Gaza en lugar de Polonia/Ucrania indica por dónde van nuestras preocupaciones. A esto se añade que nuestra contribución militar es modesta y que las decisiones del gobierno están limitadas por factores ideológicos derivados de su composición multipartidista. Pero cierta respuesta militar es imprescindible, aunque sean otros los llamados a liderarla.