Análisis

India, Rusia y Occidente: gestos que pesan, equilibrios que importan

Nueva Delhi no comparte el modelo político ruso. Su democracia la acerca más a Occidente, pero se aleja al sentirse tutelada

NEW DELHI (India), 04/12/2025.- A handout photo made available by the Press Information Bureau (PIB) shows Indian Prime Minister Narendra Modi (R) welcoming Russian President Vladimir Putin (L) upon his arrival at the Palam Air Base in New Delhi, India, 04 December 2025. Vladimir Putin is on his two-day state visit to India. (Rusia, Nueva Delhi) EFE/EPA/PRESS INFORMATON BUREAU HANDOUT HANDOUT EDITORIAL USE ONLY/NO SALES
Russian President Vladimir Putin visits IndiaPRESS INFORMATON BUREAU HANDOUTAgencia EFE

La visita de Vladimir Putin a Nueva Delhi, y el muy cálido recibimiento por el parte del primer ministro Narendra Modi, ha provocado una cascada de interpretaciones simplistas en Occidente. Pero la India —esa extraordinaria democracia milenaria donde el gesto pesa tanto como la palabra— nunca actúa por impulsos. Lo que vimos en Delhi no es una alianza ideológica, sino un ejercicio magistral de autonomía estratégica. Cuando fui embajador de España en aquel país fascinante, pude constatar la inmensa simbología de un abrazo en un país en el contacto físico es casi tabú. Es un inmenso error si se interpreta sin contexto.

Una recepción que habla más que mil discursos

Quien no conozca el alma política india podría pensar que la escena fue una cortesía más: Modi esperando a Putin en la pista del aeropuerto, sonriente, cercano, casi fraternal. Pero esa lectura olvida un dato fundamental: las autoridades políticas indias jamás reciben a un jefe de Estado extranjero en el aeropuerto. Lo normal es que lo haga un ministro o un alto funcionario. Que fuera el propio Modi quien aguardó al líder ruso es un gesto extraordinario, cargado de simbolismo.

Ese abrazo no fue improvisado. Fue un mensaje dirigido a Moscú, sí, pero también a Washington y a Europa: la India toma sus propias decisiones y no acepta presiones de nadie. El protocolo indio —solemne, medido, milimétrico— rara vez se equivoca. Y cuando se altera, es porque alguien quiere que el mundo escuche.

La memoria larga: Rusia como aliado histórico de India

El vínculo indo-ruso no nació ayer. Se forjó en 1947, cuando la recién independizada India buscaba aliados que no pretendieran convertirla en peón de la Guerra Fría. La URSS apoyó a Nueva Delhi en momentos claves, desde Cachemira hasta las guerras con Pakistán, pasando por la industrialización acelerada y la construcción de capacidades estratégicas.

Esa lealtad histórica sigue muy presente en Delhi. No se trata de nostalgia, sino de una constatación: Rusia nunca humilló a la India, nunca la presionó, nunca condicionó su soberanía. Esa memoria es parte de la explicación de por qué Rusia conserva un lugar privilegiado en el imaginario político indio.

Pero también hay que decirlo con claridad: la Rusia de hoy no es la URSS de 1971. Moscú es la agresora en Ucrania, y la India lo sabe. Su silencio, lamentablemente, no es complicidad, sino cálculo. Nueva Delhi mantiene su vínculo con Rusia no porque respalde sus actos, sino porque le conviene mantener abiertos todos los canales para garantizar su autonomía.

Realismo, no alineamiento: la brújula india no gira hacia el Este, sino, una vez más, hacia sí misma

Pese a la simpatía histórica hacia Moscú, la India no comparte el modelo político ruso. Su democracia —compleja, desbordante e inabarcable— la acerca mucho más a Occidente que a cualquier potencia autoritaria. El vigor de su prensa, la vitalidad de su sociedad civil, la fortaleza de su economía de mercado y la densidad de su diáspora en Estados Unidos y Europa hablan por sí solos.

Lo que aleja a la India de algunos socios occidentales no son los valores, sino la tendencia a confundir cooperación con tutela. Desde Nehru hasta Modi, pasando por Indira Gandhi, Vajpayee y Manmohan Singh, la India ha rechazado siempre, y de forma contundente, toda alianza que implique subordinación. El país quiere socios, no amos; acuerdos, no corsés; intereses compartidos, no obediencia.

De ahí que la India no acepte convertirse en “el tapón de China para Occidente”. Su objetivo no es servir de muro, sino reforzar su capacidad autónoma para enfrentar a China y Pakistán, los dos desafíos que realmente ocupan su horizonte de seguridad.

Energía y petróleo rusos

Uno de los pilares de la visita fue la energía. Putin garantizó “suministros ininterrumpidos” de petróleo para la India, un mensaje que Al Jazeera y la BBC subrayaron con razón. Para un país de 1.400 millones de habitantes cuyo crecimiento depende de la estabilidad energética, el crudo ruso a precio reducido es una auténtica válvula de seguridad económica.

Esa decisión —comprar petróleo con descuento— no es ideológica. Es pragmática. Es responsable. Es estratégica.Una potencia llamada a influir decisivamente en el equilibrio euroasiático debe vigilar que su pragmatismo energético no la acerque, aunque sea indirectamente, a actores que erosionan la estabilidad global.

El triángulo imperfecto: Washington, Nueva Delhi y el error arancelario

Lo que más daño ha hecho a la relación entre India y Estados Unidos en los últimos meses no ha sido la política de Nueva Delhi, sino la torpeza de Washington. El presidente Trump —habitualmente prudente en asuntos exteriores— cometió un grave error al imponer aranceles punitivos secundarios a la India por su compra de petróleo ruso. Nada irrita más al gigante asiático que este tipo de sanciones unilaterales, percibidas como humillaciones innecesarias.

Si el objetivo era alejar a la India de Moscú, se ha logrado justo lo contrario: reforzar el vínculo indo-ruso, simbolizado de manera rotunda en esta visita.

A ello se suma un desatino diplomático significativo: el nombramiento en Nueva Delhi de un embajador demasiado joven, sin la formación ni la experiencia necesarias, y con un exceso de confianza derivado de su cercanía a los hijos del presidente estadounidense. Un país como la India, donde la antigüedad y la jerarquía son esenciales en la percepción del respeto, no tolera bien estas frivolidades. No son anécdotas: son afrentas.

Cooperación militar: tradición, tecnología y dependencia gestionada

Rusia sigue siendo la columna vertebral del arsenal indio: desde los cazas Su-30MKI hasta los T-90, pasando por los sistemas antiaéreos, los buques y el célebre misil BrahMos, ejemplo de codesarrollo exitoso. Esa dependencia no es sentimental: es estructural. La logística, los repuestos, la doctrina y la interoperabilidad siguen siendo mayoritariamente rusos.

Francia ocupa un lugar creciente —con los Rafale, los Scorpène y los futuros Rafale-M—, y Estados Unidos avanza en inteligencia y cooperación marítima. Pero sustituir décadas de dependencia rusa no se logra en un lustro. Ni en dos. Por eso India no romperá con Moscú. Porque no puede permitírselo. Pero tampoco se alineará con su agenda internacional. Porque no quiere. Esta distinción es clave para no leer la visita de Putin como un giro estratégico irreversible.

Simbolismo frente a estrategia: la verdadera naturaleza de la visita

La calidez con la que Modi recibió a Putin podría interpretarse como un renacimiento de la alianza indo-rusa. Pero la realidad es más compleja. Lo que hemos visto es un gesto cargado de historia, sí, pero también una respuesta coyuntural a la presión estadounidense.

Nueva Delhi quiso dejar claro que:

1. No acepta sanciones que vulneren su autonomía económica.

2. No tolera lecciones de comportamiento por parte de nadie.

3. Mantiene su libertad de acción como principio irrenunciable.

Hay que interpretar la acogida y recepción de Putin en su contexto histórico y de gratitud a quien siempre apoyó a la India incluso en los momentos más complicados. La calidez y los gestos de deferencia a Putin no significan en absoluto que la India se incline hacia Moscú en este momento de nueva guerra fría que se abre ante nosotros. La India siempre insiste y subraya que no se inclina ante nadie. La India no cree en las alianzas, pues dicen sus más reputados teóricos que “donde hay una alianza hay un principal y un subordinado y la India no es subordinada de nadie”. Y ese matiz, tan indio, es, entre muchas cosas, algo que Occidente sigue sin comprender.

Conclusión: leer a India exige respeto, conocimiento y humildad

La India es una democracia formidable, orgullosa, abierta, vibrante; una potencia económica y tecnológica en ascenso; la India es una potencia enérgica no emergente. Esta gran nación es un pilar para la estabilidad del Indo-Pacífico; un socio (no un subordinado ONU cliente sin más) esencial para Europa y Estados Unidos. Pero también es una civilización que no acepta presiones, que desprecia la condescendencia y que valora, por encima de todo, su independencia.

Como hemos dicho, la cálida acogida a Putin no es, en absoluto, un giro antioccidental. Tampoco es un abrazo estratégico eterno. Es el reflejo de la frase atribuida a Lord Palmerston, si bien es muy probable que fuese del sexto presidente de los Estados Unidos. John Quincy Adams: “los estados no tienen enemigos ni amigos permanentes, solo intereses permanentes”.

Es un recordatorio, expresado en el lenguaje del protocolo indio, de que la India coopera con quienes la respetan… y resiste a quienes la presionan, o peor, quienes intentan humillarla.

Occidente haría bien en tomar nota. Porque leer mal a la India no solo conduce al error diplomático y peor aún, a estratégico. India situada en el lado equivocado de la historia, cambiará el la historia de lo que resta de siglo XXI. Si India es respetada y valorada en lo que contribuye a la humanidad, la seguridad y la paz mundiales, será, sin la más mínima duda, un elemento central de la paz y prosperidad mundiales.

Los errores de percepción y de reacción ante la India, y más aún en el convulso mundo de hoy, se pagan muy caros. Sólo cabe decir que Una India independiente, democrática, estable, creciente mente próspera e potencia tecnológica y militar, será un elemento fundamental para la paz en el siglo XXI.