
Costumbres
En Islandia está prohibido llamar a tu hijo como quieras: existe un listado de nombres oficiales
En este país nórdico, las normas respecto a la protección de su idioma son muy estrictas

El nombre propio es, probablemente, una de las palabras que más veces llegue a escuchar pronunciar una persona a la largo de su vida, puede que incluso antes del nacimiento. Es aquel apelativo que nos individualiza y distingue del resto, lo que nos hace diferentes e informa de nuestra identidad a los demás. El nombre propio constituye mucho más que una simple serie de fonemas: con diferencia, este término mantiene un peso importante en nuestra trayectoria vital.
En la mayoría de los casos, son los padres u otros familiares cercanos quienes se encargan de dar un nombre al recién nacido, y registrarlo así legalmente para que el resto lo conozcan como tal. Pero es precisamente por su inmensa importancia social que no todos los apodos están permitidos por la ley. De hecho, dependiendo del país en el que nos encontremos, ciertas palabras quedan excluidas como posibles nombres para un hijo o hija.
España, por ejemplo, prohíbe que los niños puedan recibir nombres de personajes fatídicos de la historias o la religión, como Hitler, Stalin, Lucifer... Además, términos escatológicos o malsonantes tampoco están permitidos, ya que esto se considera un forma de burla hacia el infante, que en el futuro podría resultarle muy perjudicial. Curiosamente, en nuestro país tampoco son legales muchos nombres que aluden a objetos concretos, ni tampoco a acrónimos o marcas comerciales.
Sin embargo, si un país del mundo es verdaderamente restrictivo a los nombres propios que los padres pueden otorgarles a sus hijos, ese es Finlandia. El gobierno de esta nación nórdica, bajo el pretexto de proteger su idioma, impone una serie de reglas muy estrictas sobre esta cuestión. Tanto es así que, para que acepten una excepción, debe presentarse un recurso a un comité específico.
En Islandia está prohibido llamar a tu hijo como quieras: existe un listado de nombres oficiales
Desde el año 1991, la legislación de Islandia cuenta con una norma específica en la que se determinan qué nombres propios pueden recibir o no los recién nacidos en el país. Aunque la ley se ha modificado en varias ocasiones desde entonces para flexibilizar algunos aspectos y adaptarse a los nuevos tiempos, su esencia permanece intacta. Los padres islandeses no tienen plena libertad para nombrar a sus hijos como deseen, sino que deben atenerse a unos criterios mucho más estrictos que en cualquier otro lugar del mundo.
Detrás de esta peculiaridad tan llamativa está la intención de preservar la pureza del idioma islandés, una lengua germánica que apenas ha cambiado desde la época vikinga, y que hoy en día se considera una parte vital del patrimonio nacional. Existe un órgano encargado de velar por el cumplimiento de esta normativa, el conocido como "Mannanafnanefnd" ('Comité de Nombres Islandeses'), formado por lingüistas y expertos en gramática islandesa.
Esta especie de tribunal tiene como tarea analizar y aprobar o rechazar cualquier nombre nuevo que no figure en la lista oficial de apodos permitidos, la cual contiene más de 1.800 nombres masculinos y otros tantos femeninos. Aunque el proceso es sencillo, resulta bastante riguroso: si unos padres quieren darle a su hijo un nombre que no figura en el listado, deben enviar una solicitud previamente al comité.
Entones, los expertos en idioma islandés analizan la petición teniendo en cuenta, principalmente, los siguientes tres criterios:
- Ortografía y fonética. El nombre debe escribirse usando únicamente letras del alfabeto islandés y pronunciarse de forma natural dentro del idioma. Aquellos que contienen fonemas que no figuran en su idioma ni pueden adaptarse fácilmente suelen ser rechazados de inmediato.
- Declinación gramatical. Islandia es uno de los pocos países que aún utiliza un sistema gramatical de declinaciones, por lo que el nombre del hijo también debe poder adaptarse a este sistema. No todos los apodos aceptan bien este cambio, por lo que se desestiman como válidos.
- No causar perjuicio. Como sucede en la mayoría de países, el nombre no debe ser ofensivo, ridículo ni poner al niño en una situación social comprometida, ya sea en el idioma islandés o en cualquier otro.

En las más de tres décadas que lleva vigente esta peculiar normativa se han dado varios casos que, por su notoriedad, han llamado la atención de la prensa local e internacional. Uno de los ejemplos más polémicos fue el del nombre 'Duncan', que fue rechazado por el comité de Islandia por incluir la letra 'c', que no existe en el alfabeto islandés, que cuenta con 32 caracteres.
Cuando unos padres desean darle un apodo a un niño, pero este no se atiene a la normativa, normalmente queda registrado simplemente como "niño" o "niña", incluso como "niño/a sin nombre aprobado". Así permanece su situación legal en el país hasta que se resuelve la situación o los progenitores eligen otro nombre que sí esté aceptado, lo que suele llevar poco tiempo.
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