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Jimmie Akesson: El lobo con piel de cordero de la nueva ultraderecha sueca

Desde 2015 se ha dedicado a limpiar la imagen ultra del partido para atraer el voto protesta

El líder de la ultraderecha sueca, Jimmie Akesson.
El líder de la ultraderecha sueca, Jimmie Akesson.larazon

Nacido hace 39 años en Solvesborg (sur de Suecia), Jimmie Akesson abrazó el nacionalismo desde niño, cuando, según él mismo recuerda, “se negaba a jugar al hockey de mesa si no podía tener los jugadores azules y amarillos”, los colores de la bandera sueca. En la Universidad de Lund se matriculó en cursos de Derecho, Económicas, Política y Filosofía, pero no llegó a acabar ninguna carrera. Antes de dedicarse a la política trabajaba como diseñador de páginas web y llegó a crear una empresa con un amigo. Casado y con un hijo de cinco años, su imagen fotogénica y de niño bueno que toda madre querría como yerno no encaja con el perfil de ultaderechista al que estamos acostumbrados.

En su adolescencia, militó en las juventudes del Partido Moderado, pero el apoyo de los conservadores al ingreso de Suecia en la UE le hizo tirar la toalla y sumarse a la antigua Asociación De la Juventud Demócrata de Suecia, que llegó a dirigir entre 2000 y 2005. Antes, con solo 19 años, fue elegido concejal de su ciudad natal.

Sin embargo, su ascenso política llegó en 2005, cuando se impone a Mikkael Jansson como líder de los Demócratas Suecos (DS), una formación entonces marginal nacida en 1998 de las cenizas del grupo neonazi “Mantén Sueca a Suecia”.

Precisamente, limpiar al partido de ese pecado original fue la primera tarea a la que se dedicó en cuerpo y alma Akesson. Su sueño era seguir los pasos del Partido del Pueblo Danés (DF), que al otro lado del puente de Oresund había adquirido una gran influencia como socio parlamentario del Gobierno de derechas en minoría de Anders Fogh Rasmussen a cambio de restringir la hasta entonces generosa política migratoria danesa. “Empezó con muy poco.... la gente no sabía lo que eran [los Demócratas de Suecia]”, comenta Christer Boström, un simpatizante que acudió a un mitin de Akeksson en Örebro.

En su labor de acabar con la parafernalia ultra para hacer al partido elegible por el electorado, el joven diseñador web terminó con los desfiles con uniformes nazis y sustituyó del escudo del partido la llama azul y amarilla (propia del posfascista Movimiento Social italiano o el FN francés) por unas más inocentes flores amarillas con fondo azul. Los colores de la bandera patria no podían faltar.

En su operación de “desnazificación”, Akesson lanzó en 2012 una política de “tolerancia cero” contra los comportamientos racistas que acabó con la expulsión de un centenar de miembros y la fulminación de la rama juvenil. Sin embargo, no hay mes que no estalle un escándalo racista protagonizado por algún dirigente local. El diario ‘Expressen’ llegó a revelar en la campaña que una docena de candidatos de DS mantenía vínculos con grupos neonazis. A la defensiva, el líder populista afirma que “los que no son demócratas no pueden ser demócratas de Suecia” y define el nazismo como “una ideología antidemocrática, socialista, racista, imperialista, internacionalista y violenta”.

Con todo, el “lifting” del partido ha proporcionado a los populistas un evidente rédito en las urnas y ya suman cinco elecciones de crecimiento imparable gracias al carisma de Akesson y su discurso antiinmigración y eurófobo. En un artículo en ‘Aftonbladet’ en 2009, calificó a los musulmanes como la “mayor amenaza extranjera desde la II Guerra Mundial”. En su campaña no se ha cansado de culpar a la inmigración del aumento de la violencia y lamentar que “ya no reconoce a Suecia”.