
China
Xi Jinping acelera la “sinización” de la religión en medio del terremoto por la economía de los templos
Lanza un aviso para navegantes: la religión solo tiene cabida en China si se adapta al ideario socialista y al control del Partido Comunista

El presidente chino, Xi Jinping, lanzó este fin de semana un mensaje inequívoco: la religión solo tiene cabida en China si se adapta al ideario socialista y al control del Partido Comunista. En una sesión de estudio del Politburó, Xi instó a “sistematizar” la sinización de todas las confesiones, guiándolas por los valores socialistas, reforzando el arraigo cultural y ahondando en las llamadas “cinco identidades”: patria, nación, cultura, partido y socialismo.
El discurso se produce en un contexto de creciente controversia sobre la llamada “economía de los templos”. El caso más mediático ha sido la caída de Shi Yongxin, el célebre “monje-CEO” del Shaolin, acusado de malversación y de mantener varias amantes.
Considerado en los años 2000 un referente de la apertura del budismo al turismo y a los negocios, Shi fue destituido en julio y privado de su condición monástica. Su sucesor, Shi Yinle, ya ha anunciado un giro radical: fin de los rituales onerosos, cierre de tiendas dentro del templo y suspensión de actuaciones comerciales.
No es un episodio aislado. En agosto, un vídeo viral mostró a monjes del Lingyin de Hangzhou contando fajos de billetes, desatando indignación en redes con comentarios del tipo: “los devotos se empobrecen, los monjes se enriquecen”. Otro abad conocido, Daolu, fue investigado por fraude tras pedir donaciones supuestamente destinadas a mujeres embarazadas y niños vulnerables, pero usadas, según la policía, para gastos personales.
La paradoja es evidente. En plena desaceleración económica, los templos representan una fuente de ingresos clave para gobiernos locales y un refugio espiritual para millones de ciudadanos frustrados. Pero Xi ha dejado claro que no habrá tolerancia con la acumulación desmedida de poder religioso ni con la mercantilización desbocada. El mensaje es contundente: la fe puede prosperar en China, pero solo bajo la égida del Partido.
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