Naciones Unidas
La junta militar de Níger ordena la expulsión de la embajadora de la ONU antes de 72 horas
La relación entre Naciones Unidas y un número creciente de países africanas está sufriendo un grave deterioro
La embajadora de Naciones Unidas en Níger, Louise Aubin, deberá abandonar el país africano antes de 72 horas, contando a partir de este martes. Así lo ha ordenado la junta militar que gobierna en Niamey desde el golpe de Estado ocurrido durante el pasado mes de julio. El comunicado que da orden a la embajadora de abandonar el país fue emitido por el ministerio de Asuntos Exteriores con firma en el 10 de octubre, y los golpistas nigerinos acusaron su decisión en que el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, estaría confabulando junto con Francia para influir en los acontecimientos internos del país.
El comunicado asegura que “el Consejo Nacional para la Protección de la Patria (CNSP) y el Gobierno de Níger han constatado con asombro las tortuosas maniobras que la Secretaría General de las Naciones Unidas sigue orquestando, bajo la instigación de Francia, a través de todos los obstáculos ya planteados con una con miras a impedir la participación plena y completa de Níger en las distintas secuencias de las reuniones del 78º período de sesiones de la Asamblea General de la ONU”. Califica dichas acciones de sabotaje, aclarando que “este sabotaje patrocinado continuó en Viena con motivo de la Conferencia General de la OIEA del 25 al 29 de septiembre de 2023, en Viena y en el IV Congreso Extraordinario de la Unión Postal Universal (UPU) del 1 al 5 de octubre de 2023, en Riad”.
Mali, RDC... ahora es Níger
El recrudecimiento de las tensiones con Níger se trata de otro duro varapalo para Naciones Unidas en el continente africano, después de que su relación con un número de gobiernos del continente se haya degradado hasta límites nunca vistos hasta ahora. El embajador de la ONU en Malí también fue expulsado del país el verano pasado, mientras que la misión de Naciones Unidas en Mali (MINUSMA), comenzó hace escasos meses la retirada de tropas y policías del territorio, una retirada que se espera que concluya antes del nuevo año. Igualmente, hace apenas tres semanas desde que el presidente de República Democrática del Congo, Félix Tshisekedi, pidiera a Naciones Unidas la salida de la misión de cascos azules (MONUSCO) en su país. Algo que LA RAZÓN ya vaticinó hace un año gracias a su estudio del terreno.
Tshisekedi comentó en un discurso dado durante la última Asamblea General de la ONU que “es deplorable que las misiones de paz desplegadas durante 25 años no hayan podido hacer frente a las rebeliones y los conflictos armados […]. Por eso he ordenado al Gobierno de la República que inicie conversaciones con las autoridades de la ONU para una retirada acelerada de la MONUSCO, adelantando el inicio de esta retirada progresiva de diciembre de 2023 a diciembre de 2024”.
En definitiva, se puede apreciar a partir de los últimos sucesos un creciente distanciamiento entre Naciones Unidas y determinados gobiernos africanos. Esto se debería, en parte, a la falta de efectividad de las misiones de cascos azules desplegadas en los países mencionados. Pese a llevar veinte años operando en República Democrática del Congo y casi diez en Mali, la realidad es que ambas misiones apenas si han obtenido resultados tangibles. Los rumores corren así entre la población civil, que critica la efectividad de los cascos azules, pero que también considera que Naciones Unidas persigue una serie de intereses ocultos y perjudiciales en última instancia para los africanos. Así lo expone Abdoulaye, un guía turístico maliense: “Naciones Unidas sirve en exclusiva a los intereses de las naciones occidentales, que encuentran en la ONU la manera de introducir soldados en nuestros países y que de otra manera no podrían”.
Se adivina una actitud de desconfianza hacia quienes llegaron para promover la paz. Es una desconfianza engendrada por la desilusión que provocó esta falta de resultados esperados.
Una carestía de derechos humanos
Si bien puede dudarse de la efectividad de Naciones Unidas en Mali o República Democrática del Congo, los últimos acontecimientos vuelven certero el refrán que dice “más vale mal conocido…”, cuando la retirada de las misiones en África de los cascos azules sirve generalmente de antesala para una escalada casi matemática de la violencia en las regiones afectadas. Se comprueba en Mali, donde cada base que han abandonado los cascos azules desde este verano se ha transformado en un campo de batalla entre los rebeldes de Azawad y las Fuerzas Armadas malienses, que pugnan por hacerse con las bases con la consecuente desestabilización del país y los horrores añadidos que sufre la población civil. La garantía de derechos humanos que ofrece la ONU desaparece con el polvo de los vehículos que se marchan.
Igualmente, se ha observado esta carestía de alternativas en la histórica ciudad de Tombuctú, que desde hace dos meses (momento en que abandonaron la ciudad las tropas de la ONU) sufre un asedio ininterrumpido por parte de los yihadistas del JNIM. También pudo comprobarse en Darfur (Sudán) cómo la partida de Naciones Unidas termina generalmente en desastre. La misión conjunta con la Unión Africana en el país, conocida como UNAMID, concluyó en junio de 2021; y menos de dos años después estalló la actual guerra civil sudanesa, que en Darfur ha traído consigo un auge del asesinato de sudaneses negros por parte de los pobladores de origen árabe.
Tampoco debe olvidarse que el creciente sentimiento panafricano que abanderan las juntas militares del Sahel encuentra a Naciones Unidas como una herramienta del neocolonialismo europeo, un lobo vestido con piel de cordero que, en definitiva, persigue y cumple con los designios estipulados por Francia y compañía. Aquí tenemos el caso actual en Níger, donde el propio Secretario General ha sido acusado de colaborar con la antigua potencia colonizadora, Francia, para perjudicar los intereses de los nigerinos. Una creciente desconfianza a nivel global en la ONU, pero más concretamente entre las naciones africanas, echa más leña al fuego que distancia a la organización de los gobiernos con los que debería colaborar.
Las consecuencias de esta ruptura entre Naciones Unidas y no pocos estados africanos trae consigo una vulneración sistemática de los derechos humanos (como se está viendo en Mali) y una dificultad inherente a los organismos de ayuda a la hora de acceder a zonas de conflicto (como está ocurriendo hoy en Darfur). Los golpistas pueden derrocar a gobiernos elegidos democráticamente, encarcelar a opositores, crear nuevas organizaciones regionales y expulsar a Francia de sus territorios… aunque todavía está por comprobar que enemistarse con Naciones Unidas y luchar sólo y contra todos sea hasta ahora la mejor estrategia a elegir.
✕
Accede a tu cuenta para comentar