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Kiev ordenará disparar si los prorrusos no abandonan la sede de Seguridad en Lugansk
El Antimaidán, movimiento popular nacido a semejanza del Maidán de Kiev, cobra fuerza en Lugansk, en el sureste de Ucrania, después de que el Gobierno ucraniano amenazara hoy con disparar a los activistas prorrusos que ocupan un edificio gubernamental en esta ciudad.
El Antimaidán, movimiento popular nacido a semejanza del Maidán de Kiev, cobra fuerza en Lugansk, en el sureste de Ucrania, después de que el Gobierno ucraniano amenazara hoy con disparar a los activistas prorrusos que ocupan un edificio gubernamental en esta ciudad.
"Si hay un asalto, las madres y las abuelas de los que están dentro nos pondremos delante de los fusiles. Que nos disparen a nosotras primero", retó Nina Stepánovna, abuela de uno de los activistas que tomaron hace cuatro días la sede del Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU, antiguo KGB) en el centro de Lugansk.
Poco antes, el jefe adjunto del Gabinete de la Presidencia de Ucrania, Andréi Sénchenko, tachó a los ocupantes del edificio de "terroristas"y les advirtió de que, si no se rinden en las próximas horas y no deponen las armas que tomaron del arsenal, "no quedará otro camino que dar órdenes de disparar".
Las amenazas del Gobierno y los rumores de una inminente operación antiterrorista no han hecho más que alimentar los ánimos de resistir de los prorrusos, sus familiares y amigos, y de otros miles de habitantes de Lugansk, capital de la provincia más oriental de Ucrania y muy próxima a la frontera con Rusia.
"¿Por qué quieren matar a mi nieto? ¿Porque quiere tener trabajo y no morirse de hambre? ¿Porque no quiere obedecer las órdenes de los políticos de Ucrania Occidental?", dijo a Efe entre lágrimas Nina Stepánovna.
Corazón de la industria pesada y metalúrgica de Ucrania, esta ciudad de poco menos de medio millón de habitantes sigue los pasos de Kiev y quiere darles su propia medicina a las nuevas autoridades del país, que accedieron el poder gracias a una protesta popular que derrocó a Víktor Yanukóvich a finales de febrero.
Alrededor de la sede del SBU se levanta un campamento que ha pasado en apenas unas horas de poco más de diez tiendas de campaña, instaladas ayer, a más de una treintena, muchas de ellas capaces de acoger a decenas de personas.
Una ciudadela crece en el centro de Lugansk a imagen y semejanza de la que se convirtió en símbolo de protesta contra Yanukóvich en la plaza de la Independencia de Kiev, el "maidán"(plaza, en ucraniano) que dio nombre a la revuelta opositora.
"Nos llaman separatistas, pero lo que queremos es vivir en un Estado normal. Queremos una federación, no al gobernador que nos mandan desde Kiev, al que colocan desde las regiones occidentales", se quejó Alexéi Ivánovich, otro jubilado al que la lluvia, que no ha dejado de caer en todo el día, no ha retenido en su casa.
La revuelta en la capital del país, que culminó con la formación de un Gobierno interino en el que se han integrado nacionalistas ucranianos del partido "Svoboda"Libertad), hasta hace poco tachados de radicales, ha abierto una brecha entre Este y Oeste de Ucrania insalvable según muchos habitantes del sureste del país.
"Ya no hay quién nos reconcilie. Mi sobrino estuvo en Kiev, defendiendo a su patria en el 'Berkut' (policía antidisturbios que se enfrentó a los manifestantes del Maidán), y volvió herido a Lugansk por culpa de esos fascistas del Occidente"ucraniano, se quejó Irina, trabajadora en una mina de la región.
A falta de pocas horas para que expire el plazo dado por Sénchenko, la gente sigue llegando a la plaza, protegida en todos sus accesos por barricadas y hombres fornidos de gesto serio.
A diferencia de la cercana Donetsk, donde centenares de activistas prorrusos tampoco abandonan la sede del Gobierno regional que tomaron el domingo, la seguridad en el Antimaidán de Lugansk no está en manos de jóvenes veinteañeros con la cara tapada con máscaras.
Exmilitares, muchos de ellos con experiencia en conflictos armados, son los que controlan tanto la oficina del SBU como la seguridad en la plaza frente a ese edificio, como ha denunciado el propio Gobierno ucraniano.
Para Kiev, son "terroristas que han tomado rehenes y colocado minas"que ejecutan en Lugansk una operación del GRU, la inteligencia militar de Rusia, contra Ucrania, según Sénchenko.
No parece, en cualquier caso, que el Antimaidán de Lugansk atienda a la oferta que hizo hoy el presidente interino de Ucrania, Alexandr Turchínov, quien garantizó una amnistía para los activistas prorrusos si deponen las armas y desalojan los edificios ocupados.
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