Hillary Clinton

Kislyak, un embajador «tóxico» para el círculo del presidente Trump

El jefe de la legación diplomática rusa en Washington ha pasado del anonimato de un espía al primer plano por sus contactos con personas ahora claves en la Casa Blanca.

Sergey Kislyak tiene 66 años y llegó a Washington como embajador ruso en 2008.
Sergey Kislyak tiene 66 años y llegó a Washington como embajador ruso en 2008.larazon

El jefe de la legación diplomática rusa en Washington ha pasado del anonimato de un espía al primer plano por sus contactos con personas ahora claves en la Casa Blanca.

Una vez que se le conoce es casi imposible olvidarle. Diplomático de diplomáticos. El embajador ruso en Estados Unidos, Sergey Kislyak, de 66 años, se encuentra en el epicentro de la última gran crisis de la Administración Trump, cuyas proporciones son todavía desconocidas. En las últimas semanas, este supuesto espía se ha convertido en un personaje tóxico para la Administración de Donald Trump. Sus conversaciones telefónicas con el general Michael Flynn antes de la investidura de Trump el pasado 20 de enero hicieron que Flynn tuviera que renunciar a su puesto como consejero de Seguridad Nacional. Ahora, Kislyak está en el punto de mira por haberse reunido con el ahora fiscal general Jeff Sessions en dos ocasiones antes de las elecciones de noviembre, dando pábulo a la teoría de que la campaña de Trump se alió con los rusos para perjudicar las aspiraciones presidenciales de Hillary Clinton.

Estos contactos del diplomático ruso con la máxima autoridad judicial del país han encendido las alarmas en Washington, donde el Partido Demócrata hace todo lo que puede para engordar la crisis y acabar precipitando la dimisión de Sessions, quien ocultó al Senado, durante su confirmación como fiscal general, haber mantenido contactos con los rusos. ¿Mintió o fueron unos comentarios desafortunados? Si bien es cierto que entonces su explicación se realizó dentro del contexto de la campaña de Trump, sus palabras le han obligado a apartarse de la investigación que el Departamento de Justicia está realizando sobre las supuestas interferencias de Moscú en las elecciones estadounidenses. El Congeso va a analizar los posibles vínculos y quizá también se intente descifrar qué ocurrió en la reunión que el embajador ruso mantuvo en diciembre en la Torre Trump de la Quinta Avenida de Manhattan con el yerno de Trump, Jared Kushner.

Kislyak habla un excelente inglés y, según Steven Pifer, un ex funcionario del Departamento de Estado, participó en las negociaciones rusoestadounidenses para tratar de aumentar el control de armas: «No detecté en él una antipatía visceral hacia Estados Unidos como sí vi en otros rusos», comentó Pifer al periódico «The Guardian», quien asegura que no forma parte del círculo más cercano del presidente Vladimir Putin.

Kislyak, además de experto en temas de desarme, está familiarizado con el seguimiento estadounidense de comunicaciones diplomáticas y el sistema de vigilancia. Graduado en el Instituto de Ingeniería Física de Moscú y en la Academia de Comercio Exterior de la Unión Soviética, toda su carrera ha girado en torno a la vida diplomática, representando a su país en Washington durante los últimos nueve años. Durante la última década de la Guerra Fría, en los años 80, trabajó para el Gobierno ruso en Naciones Unidas, en Nueva York, y después como embajador ante la OTAN en Bruselas. En una rueda de prensa el año pasado, dijo: «Fuimos capaces de poner fin a la Guerra Fría, pero probablemente no fuimos capaces de construir una paz para después de la Guerra Fría».

En Washington es conocido por sus cenas y fiestas, y para los miembros de la comunidad de Inteligencia de Estados Unidos, no engaña. Kislyak es uno de los espías más importantes del Kremlin, además de uno de los mejores reclutadores de nuevos agentes. Eficaz y experimentado, el hombre en Putin en Estados Unidos ha vivido el deterioro de las relaciones entre ambos países en los últimos años, que alcanzó su punto crítico con la participación de Rusia en la guerra de Ucrania.