Internacional

La CIA entrenó al asesino de Kennedy

Lee Harvey Oswald en una de sus imágenes más famosas, con un rifle y un periódico comunista en 1963
Lee Harvey Oswald en una de sus imágenes más famosas, con un rifle y un periódico comunista en 1963larazon

Los papeles desclasificados sobre la muerte del presidente aportan pruebas de que el tirador de Dallas hizo cursillos para la agencia y de que pocos días antes visitó la sede del FBI, aunque éste siempre ha negado que trabajase para ellos

Si tuviéramos que buscar al candidato ideal para asesinar al presidente de Estados Unidos, Lee Harvey Oswald sería el nombre perfecto. Tras él encontramos una historia misteriosa que los papeles desclasificados el pasado jueves vienen a reforzar. Con algunos de los expedientes ahora abiertos al público podemos conocer nuevos y sorprendentes detalles de quien oficialmente ha sido acusado de disparar contra John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963.

El marine que luego se entregó a la causa soviética renunciando a la ciudadanía estadounidense, acabó volviendo a su país, donde conseguiría el trabajo que le daría triste fama: un empleo en el almacén de libros de texto de Texas, en Dallas, el almacén desde el que no hay duda de que se disparó contra el presidente Kennedy. Poco después del atentado, Oswald salió del edificio y tras pasar por la casa donde se hospedaba se cree que asesinó a un agente de Policía, J. D. Tippit. No tardaría en ser arrestado, acusado de matar a Tippit, pasando luego también a ser acusado de haber acabado con la vida del líder de Estados Unidos. Dos días después, ante las cámaras de todo el mundo, Jack Ruby, un oscuro empresario con lazos con el crimen organizado, disparaba contra Oswald en las dependencias de la Policía de Dallas. Si alguien pensaba que Lee Harvey Oswald revelaría algún secreto sobre el magnicidio, el revólver de Ruby se encargó de callar al sospechoso para siempre.

Ante este silencio, los documentos desclasificados nos podrían ayudar a aclarar el misterio, a saber algo más del principal sospechoso. Y lo que acaba de ver la luz es fascinante porque demuestra que Oswald no fue un santo. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en un memorándum fechado el 3 de marzo de 1964 y procede precisamente de la CIA. El autor del mismo es John McCone, director de la agencia entre 1961 y 1965, y dirige el documento a su colega en el Servicio Secreto James J. Rowley. Uno de los párrafos es ciertamente explosivo. Es el momento en el que la Comisión Warren está tratando de saber más sobre el tema, especialmente sobre el nada claro pasado de Lee Harvey Oswald. McCone escribe sobre el supuesto asesino, reconociendo sin ambages que «el sujeto Oswald fue entrenado por esta agencia, bajo la cobertura de la Oficina de Inteligencia Naval, para tareas relacionadas con espionaje a la Unión Soviética. Durante el entrenamiento preliminar, en 1957, el sujeto estuvo activo en el reconocimiento aéreo de China continental y mantuvo una autorización de seguridad hasta el nivel ‘‘confidencial’’. Sus registros militares durante este período están abiertos a su agencia y he ordenado que sean enviados a la Comisión». Durante mucho tiempo ha corrido el rumor de que Oswald pudo de alguna manera haber trabajado para la CIA. Este documento podría despejar dudas sobre este particular, aunque no es concluyente, o al menos abrir nuevas líneas de investigación.

Lo que sí es está contrastado, al menos eso dijo por escrito J. Edgar Hoover, director del FBI, en un informe dictado el 24 de noviembre de 1963, el día de la muerte de Oswald, es que se intentó buscar desesperadamente una confesión del sospechoso. Gracias a Hoover ahora sabemos que agentes del FBI acompañaron a un Oswald moribundo hasta la mesa de operaciones esperando sacar unas últimas palabras que pudiera aclarar lo sucedido. «Tuvimos a un agente en el hospital con la esperanza de que hiciera algún tipo de confesión antes de morir, pero no lo hizo», se lamentaba Hoover en un documento destinado a sus agentes.

En otro memorándum, en esta ocasión fechado el 30 de enero de 1964, el FBI trata de quitarse de encima la sospecha de que Lee Harvey Oswald hubiera trabajado para ellos, una sospecha que viene persiguiendo desde hace tiempo a los federales. Está redactado por William C. Sullivan, asistente de Hoover y encargado por éste de dirigir la investigación sobre el asesinato de Kennedy para el FBI. En los papeles desclasificados, Sullivan se preocupa por exponer que, «contrariamente a lo que ha dicho un testimonio, Oswald nunca fue un informador del FBI, nunca se le pagó dinero por ningún tipo de información y nunca se le asignó ningún número». Sullivan reconoce a su interlocutor, de nombre Alan H. Belmont, otro de los asistentes de Hoover, que se ha buscado todo tipo de conexiones entre Oswald, como supuesto informador, y el FBI sin suerte, afortunadamente para el buen nombre y el prestigio de la agencia.

Lo que parece que Sullivan no explica en ningún momento es por qué Oswald visitó las dependencias del FBI en Dallas muy poco antes del asesinato de Kennedy. Está documentado que fue allí buscando al agente del FBI James Hosty, el mismo que se había entrevistado con él y con su esposa Marina. ¿Quiso que Marina no volviera a ser molestada? ¿Tenía alguna información confidencial que ofrecer a Hosty? Imposible saberlo, porque los apuntes del agente desaparecieron tras el atentado en Dallas. Al menos no se supo más de ellos. Curiosamente, la carrera de Hosty ya no fue la misma tras el 22 de noviembre de 1963 y en los papeles desclasificados ahora por la Casa Blanca no aparece todavía nada sobre su peculiar amistad o relación con el hombre acusado de matar al presidente que sedujo a millones de estadounidenses en los primeros años 60.