Noruega
La derecha populista, árbitro de las elecciones en Noruega
La oposición conservadora, favorita en todos los sondeos, necesitará el apoyo de la ultraderecha para gobernar. Pese a su éxito económico, el Gobierno del socialdemócrata Stoltenberg se perfila como el gran perdedor
En Noruega soplan aires de cambio político. Tras ocho años de Gobierno de centro izquierda, el electorado desea ver caras nuevas y dar una oportunidad a la oposición conservador. Ni el buen estado de la economía, con un paro del 3,4% y una renta per cápita de 77.500 euros, ni la popularidad de su carismático primer ministro, Jens Stoltenberg, parecen ser suficientes. El Bloque de derechas (conservadores, populistas, democristianos y liberales) superan en diez puntos al Gobierno "rojiverde"saliente (socialdemócratas, socialistas y centristas).
La suerte está echada y los 3,5 millones de noruegos con derecho a voto tendrán que elegir hoy a los 165 diputados del "Storting"(Parlamento). Como novedad, se podrá votar por internet en doce ayuntamientos que representan a 250.000 censados. Además, en los habitantes de la capital, Oslo, están llamados a pronunciarse en un referéndum sobre la posible candidatura olímpica para los juegos de Invierno de 2022.
Los socialdemócratas, el partido más votado desde 1924, parecen haber perdido gran parte de su popularidad después de que una comisión parlamentaria detectara graves errores de seguridad en los atentados de Oslo y Utoya cometidos por el ultraderechista e islamófobo Anders Behring Breivik el 22 de julio de 2011. En opinión de Frank Aerebrot, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Bergen, el informe "dañó la imagen de buen gobierno de los socialdemócratas". Lejos queda ya aquel laureado discurso de Stoltenberg en el que el primer ministro hacía un llamamiento a mantener los valores noruegos y pedía "responder al odio con amor". Su intensa y original campaña electoral, que incluyó un vídeo en el que recorría las calles de Oslo disfrazo de taxista, ha logrado la recuperación socialdemócrata en los sondeos, pero no la de sus socios de coalición. "Mi mayor reto es que la gente sea feliz. Siento que aún tengo mucho que hacer", aseguró Stoltenberg en un último intento de seducir al electorado.
Desde la oposición, la líder conservadora, Erna Solberg, ha sabido explotar el descontento con el Gobierno con un programa electoral en el que promete mantener intacto el Estado de Bienestar, bajar los impuestos, gastar más en infraestructuras y abrir la sanidad al capital privado.
Sin embargo, para Solberg lo más difícil no será ganar las elecciones, sino poner de acuerdo al resto de partidos de centro derecha para formar una coalición estable. El populista Partido del Progreso (FrP) de Siv Jensen ya se ha ofrecido, pero, a cambio, pide una política de inmigración más restrictiva. En cambio, democristianos y liberales ya han anunciado su negativa a compartir gobierno con los ultraderechistas, quienes a su vez han advertido que no apoyarán a un Gobierno en el que no tengan ministros. Aunque los sondeos prevén que perderá votos con respecto a las elecciones de 2009 y pasará a ser el tercer partido más votado, el FrP se dispone a jugar el papel de árbrito de la vida política, pues sin su apoyo, la oposición conservadora no podrá gobernar. De ahí que su líder advirtiera de que "el hecho de que los partidos de la derecha no estén preparados para permanecer juntos nos ha costado las últimas dos elecciones".
De conseguir entrar en el Gobierno, el PrF se convertirá en el primer partido ultra de Escandinavia en consegurilo. Sólo el Partido Popular Danés tuvo una influencia similar entre 2001 y 2011, cuando prestó su apoyo parlamentario al Gobierno de centro derecha a cambio de la aprobación de la legislación de imigración más restrictiva de Europa.
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