Europa

Hungría

La «doctrina Orbán» amenaza a Europa

La respuesta del Este a la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial ha sido crear un frente contra la política común europea

El primer ministro húngaro esta semana en Baviera, donde denunció el «imperialismo moral» de Alemania respecto a la política migratoria
El primer ministro húngaro esta semana en Baviera, donde denunció el «imperialismo moral» de Alemania respecto a la política migratorialarazon

Si hay alguien que compromete a toda la Unión Europea y sus valores ése es Viktor Orbán. Habla claro y sin tapujos lanzando un mensaje que en muchas ocasiones poco tiene que ver con lo que significa el proy0ecto europeo. Sin embargo, atendiendo a la legalidad, el país cumple de forma estricta la ley y poco puede reprochársele desde esta perspectiva. Hungría sabe perfectamente cómo y hasta qué punto puede tensar la cuerda con la UE.

Orbán vive de sus amenazas hacia Europa. Ya lo hizo cuando advertía de que iba a imponer la pena de muerte en su país. Esto le costó una llamada de atención por parte de Bruselas para que moderara su discurso. Pero en eso consiste su forma de hacer política. Primero provoca y luego da marcha atrás. En Bruselas se le conoce y son mayoría las ocasiones en las que se prefiere no entrar en su juego.

Sin embargo, en lo que se refiere a los refugiados, todas sus advertencias se han hecho realidad. Hungría ha cerrado sus fronteras, elevando vallas por partida doble entre sus vecinas Serbia y Croacia. Ha endurecido sus leyes para detener a todo aquel que cruce de forma ilegal la frontera y no ha dudado en mandar al Ejército a vigilar las que son las fronteras exteriores también de la Unión Europea. Una de las reacciones más directas a esta política de Orbán la tuvo en la pasada cumbre el presidente francés, François Hollande. No se turbó a la hora de enseñar la puerta de salida a todo aquel país que no se vea capaz de cumplir con los valores europeos. Y aquí, la contestación de Orbán también es tajante: un valor europeo también pasa por defender y controlar las fronteras, y cumplir con los acuerdos de Dublín, que obligan al primer país que recibe refugiados a registrarlos.

El partido de Orbán pertenece al Partido Popular Europeo (PPE) y tampoco se ven reacciones contrarias al primer ministro de Hungría dentro del grupo, sino más bien lo contrario. Se reconoce su labor en la defensa de las fronteras exteriores europeas. El líder del PPE, Manfred Weber, recientemente se mostró a favor de seguir construyendo vallas en las fronteras para evitar así la llegada de refugiados. «Son muchos los que critican a Hungría, pero nadie es capaz de ofrecer soluciones», apuntó el eurodiputado. Fuentes europeas también reconocen que no hay muchas más alternativas para guardar los límites de Europa. Construir muros no es una medida que encuentre la aprobación de la sociedad y para muchas ONG es ilegal porque impiden el acceso de los refugiados, que tienen derecho a pedir asilo en Europa, y su entrada en la UE, según recuerda Acnur, no es ilegal. «Pero hay que hacer algo para controlar las llegadas», dicen en Bruselas, porque junto con los refugiados también llegan inmigrantes por razones económicas.

En esta ocasión, el primer ministro de Hungría ha liderado un bloque contrario a la reubicación de refugiados que quedó en clara evidencia cuando de la UE se esperaba solidaridad en su conjunto. De la mano de Eslovaquia, Rumanía y la República Checa, los cuatro Estados miembros votaron en contra de la reubicación de 120.000 demandantes de asilo. Con esta iniciativa, Europa tenía dos objetivos. El primero, liberar la presión que sufren países como Grecia o Italia ante la afluencia masiva de refugiados llegados a sus costas. Y el segundo, que los refugiados se repartan por toda la Unión Europea y no se concentren solamente en Alemania y Suecia, como hasta ahora.

Los Tratados recogen la posibilidad de realizar votaciones para que puedan salir adelante medidas por mayoría cualificada, lo que evita totalmente un bloqueo de pocos países cuando son mayoría quienes darían un «sí». Ése fue el caso del último consejo de ministros de Interior europeos. Se votó, después de primer fracaso en el encuentro más esperado del 14 de septiembre en el que los países del Este bloquearon un consenso. Una vez aprobada la declaración, todos los países están obligados a aceptar una cuota de refugiados como se recoge, aunque en la votación optaran por el «no». «La dictadura de la mayoría», lo llamaba el primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico.

Fuentes diplomáticas reconocieron que generalmente no se es partidario de aprobar acuerdos sin que la decisión sea unánime, pero en esta ocasión se veía claramente que no había otra alternativa. La diplomacia trabajó sin descanso para conseguir que todos los Estados miembros aceptaran este nuevo sistema, dejando atrás cualquier referencia a las cuotas obligatorias y suavizando un texto para satisfacer a todos, sin éxito. Tras la votación quedó de manifiesto que Europa no rema a la misma velocidad ni en el mismo barco. Sigue habiendo muchas diferencias entre los Estados miembros y se pone de relieve aún más la división que existe aún entre los fundadores de la UE y algunas nuevas adhesiones. La crisis de refugiados prueba que la integración europea todavía no es una realidad. Siguen siendo las políticas nacionales las que se imponen, dando de lado al proyecto europeo cuando se trata de aportar. Si es para recibir fondos y vender productos en el mercado, hasta el más antieuropeo es capaz de reconvertir su discurso.

El perfil

El libertador que levantó un muro norte/sur

En 1989, un joven abogado Viktor Orbán (ahora tiene 52 años) pedía la retirada de las tropas soviéticas de Hungría. Con la caída del Telón de aAcero, comenzaban a dibujarse las nuevas fronteras europeas y el ahora primer ministro abogaba por la celebración de elecciones libres en su país. Se erigía como el gran libertador. Su discurso político cambió cuando llegó al Parlamento, hasta convertirse en el dirigente que más obstáculos ha puesto a los refugiados que buscan una mejor vida en el seno de la Unión Europea.