Irak

La invasión de Irak estalla a Blair

El Informe Chilcot desmonta los argumentos esgrimidos por el ex «premier» británico para justificar la guerra junto a EE UU contra Sadam Husein. «No se agotaron las vías pacíficas y se utilizó información defectuosa», denuncia el alto funcionario.

Manifestantes caracterizados como Tony Blair y George W. Bush participan en una protesta hoy en Lodnres.
Manifestantes caracterizados como Tony Blair y George W. Bush participan en una protesta hoy en Lodnres.larazon

El Informe Chilcot desmonta los argumentos esgrimidos por el ex «premier» británico para justificar la guerra junto a EE UU contra Sadam Husein. «No se agotaron las vías pacíficas y se utilizó información defectuosa», denuncia el alto funcionario.

Reino Unido «no agotó todas las opciones pacíficas», los juicios sobre las armas de destrucción masiva «se presentaron con una certeza que no estaba justificada» y tanto Washington como Londres socavaron la autoridad del Consejo de Seguridad de la ONU, porque presionaron para la acción militar cuando las alternativas de resolución sin recurrir a la fuerza no se habían acabado. Trece años después de la invasión de Irak, los británicos conocieron ayer los errores que llevaron a Tony Blair a conducir al país a una guerra que cambió el mundo contemporáneo. Tras siete años de investigación, el denominado Informe Chilcot concluyó que las decisiones se tomaron en base a «Inteligencia y evaluaciones defectuosas». «No se cuestionaron, y debieron haberse cuestionado. La acción militar pudo haber sido necesaria en algún momento, pero no lo era en 2003», concluye unánimemente el texto de doce volúmenes y 2,6 millones de palabras.

Cuando en junio de 2009 el entonces «premier» Gordon Brown encargó una comisión independiente para investigar, a puerta cerrada, los motivos que llevaron a Reino Unido a invadir Irak, recalcó que el objetivo no era «repartir culpas» ni desprender responsabilidades civiles o penales. La persona a la que se le encomendó esta misión fue John Chilcot, subsecretario de Estado permanente para la Oficina de Irlanda del Norte y miembro de la Comisión Butler. Esta última ya había determinado que se utilizó mal la información facilitada por las agencias de contraespionaje y espionaje británicas (MI5 y MI6) que sirvieron al Gobierno de Blair para justificar la invasión, afirmando que el régimen de Sadam Husein podía desencadenar un ataque químico en 45 minutos.

En el informe también se afirma que la asesoría proporcionada por el máximo representante jurídico del Gobierno se presentó en una reunión del Consejo de Ministros, pero que los pormenores que aportó dicho consejero no fueron analizados en detalle. «Hubo pocas ganas de preguntar a Lord Goldsmith [fiscal general] sobre sus conclusiones sobre la legalidad de la invasión. No se registró tampoco ninguna discusión de fondo sobre cuestiones legales», se afirma en el texto. Denuncia también que «en el momento de la votación en el Parlamento, el 18 de marzo de 2003, las opciones diplomáticas no se habían agotado».

Además, en esta nueva investigación, Chilcot ha colocado el peso de la responsabilidad en el ex «premier» y desvela el alcance de su alianza con el entonces presidente norteamericano George W. Bush, a quien en 2002 le prometió apoyo incondicional. «Estaré contigo pase lo que pase», le escribió el 28 de julio de ese año, ocho meses antes de que los dos países se embarcaran en un conflicto cuyas consecuencias aún perduran en Oriente Medio. Aunque Blair ofreció su respaldo en esa fecha, el informe descarta que hubiera «un pacto de sangre» entre Bush y Blair forjado en abril de 2002, cuando el ex mandatario británico visitó a su socio por primera vez en su rancho de Crawford.

Entre otros documentos, ha difundido las 29 cartas y notas que se intercambiaron entre 2001 y 2007 Bush y Blair, que acabaron formando una coalición militar, junto con España, para atacar Irak y derrocar a Sadam Husein. Algunas escritas a mano por el propio Blair, como la enviada tras el discurso de Bush ante la ONU, en la que el «premier» le felicita por su intervención, que tacha de «brillante» y que, según Blair, «nos sitúa en la estrategia correcta» para la operación. El texto destaca que, ante la preocupación de dar la impresión ante la opinión pública de que la invasión estaba ya decidida, Blair decidió con José Maria Aznar impulsar una infructuosa resolución de la ONU.

En otro de los apartados del «macroinforme», Chilcot asegura que Blair fue advertido sobre la amenaza de una mayor actividad de Al Qaeda como resultado de la invasión. El autor del análisis no desaprovechó la ocasión para recordar la difícil situación en que se encuentra hoy Irak y mencionó el devastador atentado perpetrado el domingo, en el que 250 personas perdieron la vida. «La información sobre Irak que tenía a su disposición el Gobierno de Reino Unido antes de la invasión proporciona una clara indicación sobre la posible escalada del postconflicto. Cuando comenzó la invasión, Londres no estaba en condiciones para concluir sus planes de manera satisfactoria, al igual que los riesgos posteriores a la invasión y la estrategia para mitigarlos fallaron», concluyó el investigador.