Londres

El espía ruso envenenado trabajaba para el CNI

El exespía Murió por envenenamiento en 2006

Litvinenko, ingresado en una hospital de Londres tras ser envenenado
Litvinenko, ingresado en una hospital de Londres tras ser envenenadolarazon

El «caso Litvinenko», el espía ruso envenenado con polonio radioactivo, vuelve a estar de plena actualidad. Tras la insistencia de su viuda, Marina Litvinenko, la Fiscalía ha decido abrir una nueva investigación. Y aunque ésta no arrancará formalmente hasta el 1 de mayo del próximo año, ayer tuvo lugar una audiencia preliminar que no hizo otra cosa que abrir boca con informaciones nunca escuchadas hasta ahora. Como, por ejemplo, que además de trabajar para la KGB, Alexander fue empleado del MI6, los servicios de inteligencia británicos, y también del Centro Nacional de Inteligencia español (CNI) para analizar las relaciones entre el Kremlin y la mafia rusa. Las afirmaciones fueron hechas por Ben Emmerson, el abogado de la viuda, quien recalcó que el Estado ruso tenía pendiente responder por la muerte del disidente, quien falleció sin que los médicos pudieran hacer nada por él en un hospital de Londres en 2006.

Según el letrado, el ex agente de la KGB, de 43 años, fue envenenado con polonio 210 radiactivo al beber té durante una reunión mantenida en un hotel de Mayfair con sus antiguos colegas. Hugh Davies, responsable de la investigación, dijo que las pruebas descartaban la participación de los chechenos, la mafia española y el Gobierno británico en el suceso. No obstante, Emmerson destacó que la futura investigación debe examinar «la posible culpabilidad del Estado británico» al no proteger al espía. La reapertura del caso puede debilitar las ya frías relaciones entre Reino Unido y Rusia, que atraviesan uno de sus peores momentos. De hecho, la Justicia británica ha tenido serias dificultades para avanzar con el caso, dada la resistencia de las autoridades rusas a extraditar a los sospechosos. Dos rusos –Andrei Lugovoi, un ex guardaespaldas de la KGB, y Dmitri Kovtun, un ex oficial de inteligencia militar– han sido identificados por Scotland Yard como principales autores del asesinato. Los dos niegan su implicación.

El abogado de la viuda aseguró que el espía mantenía reuniones con el que fue su mentor en el MI6, un hombre llamado Martín, en el centro de Londres, lo que deja entrever que, en el momento que fue asesinado, trabajaba para el MI6. Además, el letrado recalcó que recibía pagos por parte de los servicios de inteligencia británicos y españoles en una cuenta bancaria que compartía con su esposa.

Durante su intervención en la audiencia previa a la investigación, Emmerson recalcó que Litvinenko y Lugovoi estaban trabajando juntos y tenían planeado viajar a España para prestar declaración sobre los vínculos entre la mafia rusa, el Kremlin y el presidente del país, Vladimir Putin. Cuando Litvinenko cayó enfermo, llamó a Lugovoi desde su cama en el Hospital University College para decirle que no podía hacer el viaje. El ex espía tenía un teléfono móvil para contactar con el MI6 y otro para ponerse en contacto con su compañero.

Por otra parte, el abogado citó un cable de Wikileaks que confirmaba que la inteligencia rusa y los servicios de seguridad controlaban efectivamente la mafia de la nación. El cable de la Embajada de Estados Unidos se refirió a Rusia como «un Estado mafioso». Las relaciones de espionaje entre Rusia y Reino Unido no quedaron ni mucho menos zanjadas con el «caso Litvinenko».

A finales del 2007, Scotland Yard detuvo a un ex militar británico de tan sólo 20 años bajo la sospecha de filtrar documentos secretos. El servicio de inteligencia británico cree además que existen otros 30 agentes que trabajan «camuflados» para la embajada rusa. «La actividad de los servicios de inteligencia de Rusia, el Servicio de Inteligencia Exterior (SVR) y el Servicio de Inteligencia Militar (GRU), es tan amplia ahora como en cualquier otro momento durante la Guerra Fría», señalaron entonces. Jonathan Evans, el nuevo jefe del MI5, ya advirtió de que la amenaza que representa el espionaje por los Servicios de Inteligencia de Rusia está desviando recursos valiosos y medios que tendrían que ser empleados para la lucha contra el terrorismo islamista.