Elecciones en Italia

La mafia también hace campaña en Italia

Compra votos a través de redes invisibles que favorecen a candidatos que tiene en nómina

Un hombre es arrestado por los Carabinieri en una operación antimafia en Reggio Calabria, al sur de Italia
Un hombre es arrestado por los Carabinieri en una operación antimafia en Reggio Calabria, al sur de Italialarazon

Compra votos a través de redes invisibles que favorecen a candidatos que tiene en nómina.

«Durante esta campaña no se habla de mafia porque los partidos no quieren molestar, saben que sus votos son útiles». Así de contundente se mostró Rosy Bindi, la presidenta de la Comisión Parlamentaria Antimafia, en una entrevista al canal católico InBlu Radio. Y es que resulta cuanto menos curioso que un problema tan grave como el de la delincuencia organizada, que forma parte de la historia reciente más dolorosa de Italia, no hubiera hecho su aparición en la campaña, pero eso ya es historia. La mafia ha entrado de lleno en forma de acusación por parte del Movimiento 5 Estrellas a Silvio Berlusconi, a quien reprocha «haber fortalecido al crimen organizado durante los años 90».

A menos de una semana de la llamada a las urnas, las formaciones políticas ya saben con seguridad que la partida se jugará en el centro y en el sur del país; y que quienes determinarán el resultado final serán los indecisos. Pero este dato también lo conoce la mafia, quien –aseguran los expertos– trata de mover ficha para mostrar su poder, tal y como explica a LA RAZÓN Antonio La Spina, profesor de Sociología y Política Pública de la Universidad Luiss de Roma: «La mafia ya no tiene una estrategia exacta sobre cómo actuar en elecciones. Pero todo indica que a falta de candidatos fiables para ellos en algunos distritos, intentarán convencer a los indecisos de no votar, especialmente en Sicilia».

El polémico caso de Ostia, donde el grupo criminal de Los Spada campa a sus anchas y controlaba todo entramado comercial y turístico del litoral; el rápido crecimiento de la organización Sacra Corona Unida en el tacón del país (Apuglia), el empoderamiento de la organización calabresa Ndrangueta, caracterizada por su extrema violencia y la recomposición de Cosa Nostra tras la muerte de Totò Riina en los últimos meses han puesto en evidencia que las mafias siguen muy presentes en Italia. Un problema que parece ser secundario para los candidatos, porque poco o nada han dicho al respecto en campaña. Una declaración del 24 de enero de Nicola Zingaretti, presidenta de la región de Lazio, del PD; un párrafo en el programa electoral de Libres e Iguales, liderado por el juez antimafia Pietro Grasso; y uno en el programa del Movimiento 5 Estrellas son los únicos casos en los que el crimen organizado y la mafia han tenido cabida ante unos comicios que se presentan sin un claro vencedor. Al menos el ministro del Interior, Marco Minniti, alzó la voz hace unos días en Roma. «Existe el riesgo de que las mafias puedan condicionar el voto libre de los electores», alertaba.

No está de acuerdo Federica, dueña de una librería donde existe toda una estantería dedicada al crimen organizado. «Italia ha cambiado. Yo no percibo miedo al hablar de mafia. Se ha trabajado duro para combatirla, hay muchas personas que han dado su vida por acabar con las organizaciones mafiosas y creo que, aunque falten pasos que dar, vamos por el buen camino», argumenta esperanzada mientras coloca algunos libros que tiene apilados en el mostrador.

No es la primera vez que Italia advierte de la compra o el condicionamiento de votos ante las elecciones. Por ello, en 2014 endureció su legislación contra este fenómeno. La nueva ley ofrece una definición más detallada de lo que se considera la compra de votos y, además, incluye un amplio abanico de conductas por las que los políticos y candidatos pueden ser investigados. Pero ante esto las mafias han sabido también evolucionar. «Mientras que antes las organizaciones criminales compraban paquetes de votos, ahora la relación es más personalizada. Tienden a acercarse a pequeños ayuntamientos en los que crear posibles acuerdos con los que salir favorecidos», argumenta el profesor La Spina.

«Algunos clanes se han convertido en redes invisibles que continúan moviéndose por el territorio, tratando de tener influencia y acaparando redes empresariales e inmobiliarias para blanquear dinero de manea relativamente sencilla», explica Claudio, un estanquero romano. «Parece que sus movimientos se han sofisticado, ahora les interesa la política, el mundo empresarial. Se ha convertido en una mano ejecutiva invisible, pero siguen estando presentes», argumenta gesticulando con las manos.

Pasear días atrás por la Galería Alberto Sordi, en el centro de Roma, es la mejor forma de entender las palabras de Claudio y de comprender hasta qué punto la mafia ha hecho daño en Italia. Una amalgama de hierros tras una mampara blindada ofrece la imagen más aterradora de la mafia. Se trata de lo que queda del coche de los escoltas del juez antimafia Falcone, quienes también perdieron la vida en el atentado. «Me siento orgullosa de que se reconozca el daño que ha hecho la mafia. Pero aún hay mucho por hacer. En Italia es evidente que existe la corrupción, y la mafia está casi siempre detrás de ella. La única forma que hay para combatirla es con transparencia, datos claros, propuestas contundentes y, sobre todo, intención de mejorar las cosas», explica Olimpia, empleada de unos grandes almacenes. Federica, una compañera, toma parte en la conversación cuando escucha que hablamos de mafia. «Yo no tengo claro quién ganará las elecciones, sólo espero que quien lo haga tenga como prioridad, además del paro y las pensiones, combatir el crimen organizado porque a sólo unos días de las elecciones no he escuchado a un solo político hablar en su programa sobre una problema que existe. Sólo hay que ver el caso de Ostia», explica acalorada. Mientras tanto, los políticos siguen ensimismados con los números y haciendo cuentas sobre escaños sin darse cuenta de que los indecisos están a la espera de un final de campaña a la altura que les haga decantarse y no volverse blanco fácil de extorsiones.