Bruselas
La nociva explosión del secesionismo
Más que ideologías, más que necesidades económicas, más que argumentos geopolíticos, el principio de la nacionalidad ha sido una de las fuerzas más poderosas del mundo desde el siglo XVIII. En concreto, Europa ha sido el laboratorio en el que se ha producido la estructuración y expansión de estos valores en el seno de diferentes estados, los cuales no han conseguido un respaldo mayoritario por las respectivas poblaciones. En algunos casos, las regiones secesionistas cuentan con firmes argumentos para pedir la independencia, mientras que en otros, resultan pobres y vacíos. Históricamente, regiones como Irlanda del Norte, Escocia o Flandes han demostrado en cierta medida algunos elementos de nacionalidad propios para consolidar sus reivindicaciones. A otras zonas como Padania, Córcega, la disputada Alsacia o Gales les ha faltado una clara línea divisoria o elementos de nacionalidad con peso. Por lo que su afán rupturista, más que por argumentos de raíces, se trata de una estrategia política, lo cual desvirtúa su potencial lucha. Es necesario subrayar el caso de regiones como Sudtirol, Trentino Alto o Adigio, en Italia, las cuales han recibido grandes compensaciones en términos de autonomía política, preservación cultural y fabulosas ventajas económicas y fiscales, por los que sus demandas suenan absurdas. En algunos casos como Chechenia o la crisis ucraniana han puesto de manifiesto que la violencia puede mezclarse, desgraciadamente, con las reivindicaciones secesionistas.
¿Qué medidas se pueden tomar en el seno de la UE para solucionar esta situación? La clave está en la fortaleza de la propia Unión. Desde un punto de vista general, el proceso de integración europea ha sido un decantador de esta explosiva situación desde los últimos cincuenta años. Los objetivos de la UE fueron desde su formación evitar nuevas crisis, posiblemente violentas, dentro de Europa, lo cual, se consiguió. La UE pudo continuar desempeñando este papel, hasta ahora, cuando una crisis sistémica ha encallado en Bruselas y el catastrófico Brexit no ha hecho sino activar la violencia de ciertos movimientos independentistas en Europa.
Sin embargo, la UE todavía tiene la capacidad para bloquear esta deflagración, la cual podrían poner en peligro la estabilidad europea . ¿Cómo? Desempeñando un papel «glocalista». La UE podría ser un contenedor en el que las regiones minoritarias, permaneciendo siempre dentro de los Estados miembros de la Unión Europea, vieran cubiertas algunas de sus ambiciones, renunciando así a su independencia. Pongamos como ejemplo el caso de Canadá y Quebec, donde se encontró una solución pacífica. Quizá no haya sido la mejor hoja de ruta ni la más eficiente, pero ha funcionado hasta ahora, eso sí, dejando sin resolver el problema de una sociedad dividida.
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