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La Paz no está en la mesa

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La campaña de este año ha estado centrada en Netanyahu. De muchas maneras, Israel ha desarrollado una relación de amor odio con él durante sus acumulados 13 años en el poder como primer ministro israelí y líder del partido derechista Likud. Él y su esposa, Sara Netanyahu, han sido atenazados por las alegaciones sobre mala praxis y corrupción -algunas de ellas se han tornado en investigaciones criminales por la Policía. Sin embargo, al mismo tiempo, muchos israelíes también dan crédito a Netanyahu por haber protegido su país y mejorado su posición internacional.

Netanyahu, sin ninguna duda, ha aumentado el perfil internacional de Israel. En el corazón de este enfoque se encuentra una alineación sin precedentes con EE UU bajo el mandato de Donald Trump. Y, durante los Gobiernos de Netanyahu, Israel ha hecho significativos progresos diplomáticos y económicos en África, Iberoamérica, Asia y, quizá lo más noticioso, los estados del Golfo, con quienes no tiene relaciones oficiales.

Esta campaña diplomática se ha hecho a expensas de los esfuerzos por resolver el conflicto israelí con los palestinos a través de la solución de los dos estados, un proyecto al que Netanyahu se ha opuesto históricamente. Pero mientras que el asunto palestino se ha caído de la lista de las prioridades de los israelíes, muchos dan crédito a Netanyahu por haberse asegurado una importante victoria diplomática al convencer a la Administración Trump de mover la embajada de EE UU en Israel a Jerusalén y después reconocer la soberanía de Israel sobre los ocupados Altos del Golán sirios (ambos en contravención de la ley internacional).

Durante este tiempo, Netanyahu ha logrado con éxito neutralizar la política europea en el proceso de paz en Oriente Medio al forjar una alianza con los Gobiernos de derecha tales como Hungría, Rumanía y República Checa. Sin embargo este esfuerzo ha agriado las relaciones israelíes con los estados europeos occidentales. La extendida retórica anti-UE por parte de los ministros israelíes también ha impactado en las percepciones israelíes, con el 55% de los encuestados en un sondeo reciente, que considera a la UE más un enemigo que un amigo.

Un nuevo Gobierno de dura derecha bajo Netanyahu reforzará estas dinámicas. En contraste, una coalición centrista liderada por el bloque Azul y Blanco de Yair Lapid y Benny Gantz podría traer algunos cambios cosméticos a las relaciones exteriores israelíes (junto a importantes cambios domésticos). Muchos líderes europeos también esperan que un nuevo liderazgo centrista enmende sus fracturadas relaciones con Israel, que han sufrido con Netanyahu.

Pero a pesar de si Netanyahu se queda o se va, no es probable que haya una ruptura sustancial en la esencia de la política exterior israelí. Azul y Blanco ha repetido ampliamente la retórica del Likud en Siria y el peligro que representa Irán. Sobre Gaza -visto como una espina en el lado israelí- Gantz y Lapid han criticado a Netanyahu por ser demasiado suave. Y, al igual que el primer ministro, se ha apartado de los parámetros establecidos por la solución de dos estados. En todo caso, la diferencia parece residir en la naturaleza y alcance de los esfuerzos por anexionarse territorio en Cisjordania.

Si Netanyahu se queda o se va, es poco probable que Israel inicie una corrección en favor de negociaciones significativas sobre la solución de los dos estados. Al contrario, Israel continuará hacia una realidad de un estado que es destructiva en todos los lados, con derechos desiguales para los palestinos viviendo bajo el control militar.

Investigador de Oriente Medio en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR)