La amenaza yihadista
La radicalización silenciosa del «yihadista John»
Reino Unido se pregunta cómo y cuándo el tímido Emwazi se convirtió en el terrorista europeo más letal
«No me habrás hecho una foto, ¿verdad? Enséñame el móvil». Nadie anda estos días relajado por Maida Vale. El barrio, al oeste de Londres, era una zona tranquila, pero la presencia de reporteros ahora no agrada y las cámaras, aunque sean las de un teléfono, pueden ser motivo de discusión. Nadie quiere que su imagen salga, ni tan siquiera de espaldas, vinculada a nada que tenga que ver con el «yihadista John». Desde que la verdadera identidad del verdugo sangriento del Estado Islámico (EI) saliera a la luz y se supiese que durante años ha estado paseando estas calles, el vecindario se ha convertido en un imán que atrae con la misma fuerza a servicios de inteligencia, policías y periodistas de ambos lados del Atlántico. La pregunta de todos es la misma: ¿en qué momento se radicalizó el que parecía ser un chico normal? Cuando uno ve los vídeos en el que decapita a sus víctimas mientras suelta toda clase de amenazas contra Occidente, comprueba que nada queda ya del niño que posaba tímidamente con sus compañeros de colegio.
Mohamed Emwazi tenía sólo seis años cuando llegó a la capital británica. Sus padres –Jasem, de 51 años, y Ghaneya, de 47 años– abandonaron su Kuwait natal en 1993 huyendo de la primera Guerra del Golfo. Es el mayor de seis hermanos. La familia vivió siempre de alquiler en el noroeste de Londres, donde se cambió al menos hasta en cinco ocasiones de casa. El distrito englo-ba la lujosa zona de St John’s Wood –donde vive Paul McCartney– y la famosa Little Venice. En este distritito, las calles con mansiones valoradas en billones de libras confluyen con otras plagadas de los llamados «council flats», pisos de protección oficial.
La familia del sangriento asesino vive ahora de nuevo en Kuwait. Pero, según la Prensa, el padre –durante un tiempo taxista– realizó dos visitas a Londres en octubre y noviembre del año pasado. Supuestamente, para seguir recibiendo estos subsidios. La pareja podría haber reclamado hasta 23.400 libras al año en ayudas para alquiler, 678 libras para impuestos municipales y 5.900 por desempleo. Al menos tres de los cinco caseros de la familia señalaron al «Daily Mail» que era el ayuntamiento quien pagaba las 450 libras a la semana de renta. Un total de más de 555.000 euros podría haber percibido la familia del sistema social británico.
Sin mirar a las mujeres
Entre 1996 y 1997, Emwazi vivió en un primer piso de tres dormitorios con vistas al ajetreado paso de Marylebone. Sus padres le matricularon en el colegio cristiano St Mary Magdalene Church. Era el único musulmán de la clase y su nivel de inglés sólo le permitía decir algunas frases. Nadie en el centro quiere hablar ahora de él. Los que hablan bajo condición de anonimato aseguran que era un niño «tímido y normal». Cuando pasó a la escuela Quintin Kynaston, los profesores jamás sospecharon de su comportamiento. La que fuera su directora, Jo Shuter, aseguró a la BBC que tenía los «típicos problemas de adolescente», pero se centró mucho en el último año consiguiendo la nota para la universidad que quería. Durante su época en secundaria, la familia se mudó de nuevo dos veces más. Del piso de Warwick pasaron a otro con terraza en Desborough Close, donde estuvieron hasta 2002. Aunque podría pensarse que los yihadistas que combaten con EI provienen de suburbios radicales y visten o dicen frases en público que levantan sospechas, no es así. Algunos datos filtrados a los medios sobre la pesquisa han revelado cómo era el tejido de jóvenes musulmanes de esta zona al que pertenecía Emwazi. Eran chicos educados en buenos colegios, que jugaban al fútbol, vestían con ropa occidental y les gustaba el rap. De este grupo, ahora tres están muertos, uno está viviendo en Sudán después de ser despojado de su ciudadanía británica, un cuarto no puede abandonar Reino Unido –por temor también a que le quiten la ciudadanía– y varios están cumpliendo penas de prisión. Entre ellos también estaba Husain Osman, uno de los hombres que intentó detonar una serie de bombas en la red de transporte de Londres dos semanas después de los atentados del 7 de julio de 2005. Al parecer, todos estos jóvenes eran fieles seguidores de un predicador en particular, Hani al Sibai. Otra figura notoria de su círculo era Abdel Majed Abdel Bary, un ex rapero que publicó un tuit con una foto infame de una cabeza decapitada de una víctima en Siria. Tras el vídeo en el que se decapita al periodista americano James Foley, se llegó a pensar incluso que era Abdel Bary el «yihadista John». Según las personas que se han movido en estos círculos en el oeste de Londres, Emwazi comenzó a ser visto con estas compañías hace unos cinco o seis años, es decir, justo al finalizar la universidad. En la facultad de Westminster, donde estudió informática, también impera la ley del silencio. Los que le conocieron aseguran que era un joven educado, pero ya con fuertes convicciones en la fe islámica. Evitaba, por ejemplo, mirar a los ojos a las mujeres. Es en esta época cuando tiene lugar uno de los episodios más importantes en su vida, el comienzo, según muchos, del terror. En agosto de 2009, Emwazi viaja hasta Tanzania con otros dos amigos cuya identidad no ha sido revelada. Su intención, supuestamente, era realizar un safari tras la graduación, pero nunca llegaron a pisar el país. Las autoridades siempre sospecharon que el trío quería unirse al grupo terrorista somalí Al Shabbab, afiliado a Al Qaeda. Cuando su avión aterrizó, fueron recibidos por funcionarios de control de fronteras y conducidos a la comisaría más cercana al aeropuerto. De allí fueron trasladados a Schipol (Ámsterdam) y de allí devueltos a Reino Unido. De lo que ocurrió en aquellos interrogatorios sólo se sabe la versión del propio Emwazi, quien denunció el trato recibido por los agentes de los servicios secretos a una polémica ONG llamada Cage, que hace campaña por los presos musulmanes. En la grabación que ha salido a la luz, se escucha la voz de un joven indignado que niega por activa y por pasiva que sea un radical: «Me preguntaron por los atentados del 7-J e incluso por la guerra de Afganistán. Yo dije que estaba mal, que no se puede matar a la gente».
Tras este episodio, siguiendo los consejos de su padre, se fue a Kuwait a vivir con la familia de su entonces prometida. Estuvo allí durante ocho meses. Trabajó en una tienda de informática. El terrorista volvió a Londres en mayo de 2010 y en enero de 2012, Emwazi estaba buscando formas de evadir los servicios de seguridad –que seguían sus pasos– y llegó incluso a cambiarse de nombre por Mohamed al Ayan para intentar escapar a Kuwait. En otra reunión con la ONG Cage muestra cómo se sentía en esta época: «Me siento en una jaula, no me dejan en paz [por los agentes del MI5]». Tres semanas más tarde de aquella grabación –en primavera o verano de 2013– desapareció. El cómo consiguió llegar a Siria es aún una incógnita.
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