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La rebelión anti Merkel tumba al Gobierno francés
Las discrepancias ante las políticas económicas con las que afrontar la crisis en Francia han acabado rompiendo el Gobierno.
Las discrepancias ante las políticas económicas con las que afrontar la crisis en Francia han acabado rompiendo el Gobierno. Manuel Valls presentó ayer la dimisión en bloque de su gabinete, después de que dos de sus ministros criticaran las recetas de austeridad que él mismo y el presidente Hollande defienden siguiendo las directrices de Bruselas. El ministro de Economía, Arnaud Montebourg, fue el primero en abrir la caja de pandora. Fue desacreditando en público al presidente de la República esgrimiendo sus diferencias en discursos y entrevistas con medios de comunicación. Al mismo tiempo, Montebourg ha ido dejando patente la necesidad de impulsar políticas de crecimiento como una alternativa a la austeridad impuesta por Valls. «Ante la gravedad de la situación hay que dejar pasar a un segundo plano la reducción dogmática del déficit, que sólo nos lleva a la austeridad y al paro», insistía el ministro. El titular de Economía no maduraba solo esta reflexión. Otro representante del ala más izquierdista del Gobierno, el ministro de Educación, Benoît Hamon, se mostró también en esta misma línea, apostando por relanzar el consumo para que Francia salga de la crisis actual. «No podemos vender nada a los franceses si no tienen ingresos suficientes», apuntó. Este binomio Montebourg-Hamon ha pedido a gritos a Hollande que deje de seguir «la línea política de la canciller Angela Merkel» porque Alemania «sólo sirve a sus intereses personales», señaló el portavoz de Educación.
Esta postura les costaría su salida del Ejecutivo, aunque Montebourg se apresuró ayer a declarar que «es mi responsabilidad como ministro de Economía decir la verdad: las políticas de austeridad no funcionan y además son injustas». En una carta remitida a Valls y Hollande, declaraba ayer: «Recupero mi libertad, opto por la lealtad a mis ideales». A su juicio, la austeridad sólo golpea a la clase media y popular «que no tiene responsabilidad de la crisis». El desafío de Montebourg fue secundado por el ministro de Educación quien aseguró que «no participará» en el próximo gobierno y por la ministra de Cultura, Aurelie Filippetti. Ésta envió una carta al presidente Hollande para autodescartarse después de haber mostrado su solidaridad con Montebourg este fin de semana. Valls, según algunos medios franceses, habría dado un golpe sobre la mesa y le habría planteado a Hollande un definitivo «Montebourg o yo». El presidente, consciente de que el «enemigo» a sus reformas estaba en casa, optó por Valls, y ha sido claro en sus instrucciones al primer ministro, pidiéndole formar un equipo «en consonancia con las orientaciones que él mismo ha definido para el país». Dejar atrás las políticas de austeridad sería para el mandatario francés abandonar la coherencia con su gestión que prevé recortar en 50.000 millones de euros el gasto hasta 2017, así que no parece que esté sobre la mesa cambiar el rumbo. La nueva composición de Gobierno, que deja atrás un Ejecutivo de apenas cinco meses de vida, será anunciada hoy, según informó el Elíseo en un comunicado. Valls recibe, por tanto, el segundo encargo de formar Gobierno. El primero fue el 1 abril, tras el estrepitoso fracaso de las elecciones locales que implicó la salida de Jean-Marc Ayrault. Hollande decía adiós al éste y pedía al entonces titular del Interior que liderara «un Gobierno de combate, que diera respuesta a la petición de los ciudadanos en los comicios locales. Hoy le pide que se rodee de gente afín y deje fuera a los críticos. Será el tercer Ejecutivo desde que Hollande llegara a la presidencia en 2012. El «Ejecutivo de combate» apenas ha durado 147 días. Según publica «Le Monde», los primeros gobiernos que formaron los tres primeros ministros franceses anteriores a Valls duraron incluso menos tiempo. El primero de Raffarin se rompió tras 41 días, el de Fillon duró 42 días y el de Ayrault apenas 36.Hollande tiene pocas cosas de las que presumir para los franceses. Llegó al Elíseo criticando la austeridad dominante en Europa y dos años más tarde sus críticas ya no son tan duras. Pide flexibilidad a Bruselas para impulsar reformas pero está comprometido con las políticas económicas austeras. Su popularidad ha caído por los suelos, llevándole a ser el presidente más impopular de la Quinta República. Los sondeos apenas cifran en el 20% el porcentaje de franceses que confían en él. Las masivas subidas de impuestos, los drásticos recortes o las ayudas fiscales a las empresas han ido ahondado en el descontento de los ciudadanos. Por otro lado, la popularidad de Manuel Valls, aunque es mayor que la del presidente, sigue la estela de la de éste, y va cayendo según pasan los meses. El Instituto demoscópico Ifop reveló ayer los datos de su encuesta mensual, que situaba en el 36% el número de ciudadanos franceses que declararon sentirse satisfechos con la gestión del primer ministro en agosto, lo que se traduce en nueve puntos menos que en el mes anterior. A lo largo del verano, Valls ha ido viendo caer su popularidad, «un deterioro sin precedentes» en la historia de las encuestas durante la V República, según «Le Journal du Dimanche», que hizo pública la encuesta. No parecía muy coherente que el presidente francés y el primer ministro tuvieran una percepción tan diferente para el ciudadano, ya que ambos son corresponsables de la política del país. La economía gala lleva resintiéndose todo este año. Con un paro rumbo al 11% –más de 5 millones de desempleados–, la recuperación de la segunda economía sigue estancada. Su deuda pública supone cerca del 94% del Producto Interior Bruto y su gasto público se eleva a más del 56%. Los organismos internacionales prevén un crecimiento del 0,7% para 2014.
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