Disturbios
La revuelta social sacude a Macron
Los «chalecos amarillos» vuelven a los Campos Elíseos.
Miles de personas mantienen las protestas contra las últimas medidas del Gobierno que incluyen una subida del diésel: «El presidente apoya a los ricos y ahoga al pueblo», denuncia a LA RAZÓN un manifestante en París.
Los Campos Elíseos se llenaron ayer de gases lacrimógenos y cañones de agua. Los «chalecos amarillos» (movimiento apolítico formado por clases medias y bajas) se habían dado cita en París para continuar con sus protestas contra la subida del precio de los carburantes y la pérdida de poder adquisitivo, y el Gobierno les asignó como lugar de encuentro el Campo de Marte junto a la Torre Eiffel. Los manifestantes intentaron llegar hasta el Palacio del Elíseo, y unas 5.000 personas optaron por invadir la gran avenida que desciende desde el Arco del Triunfo después de verse rechazados con gases lacrimógenos y cañones de agua.
La mayoría de los «chalecos amarillos» buscaban demostrar de forma pacífica su oposición a la política del Gobierno, pero un grupo de manifestantes de ultra derecha, acompañados de un puñado de camorristas profesionales, arrancaron adoquines y semáforos, robaron las sillas de una cafetería y barreras metálicas para montar una barricada, y saquearon un pequeño restaurante recién inaugurado.
Macron emitió un tuit agradeciendo a las fuerzas del orden «su valentía y su profesionalismo» al mismo tiempo que condenó a los que les habían agredido y habían intentado violentar a otros ciudadanos y periodistas.
Esas son las imágenes de ayer, pero en la calle, los verdaderos «chalecos amarillos» son un conjunto de personas que vienen de horizontes de lo más variopinto, y que sienten que se ahogan financieramente con la políticas de Macron, y sus antecesores. El sondeo más reciente, de «La Tribune», sitúa al presidente con un 26% de aceptación popular, la tasa más baja de un jefe de Estado francés en décadas.
«Es la primera vez en mi vida que me manifiesto», contaba Elodie, que se declara apolítica. Es asistente sanitario y madre de tres hijos: «Mi marido y yo nos levantamos a las seis de la mañana todos los días para ir a trabajar, y lo único que pedimos es vivir dignamente con lo que tenemos, sin vernos abocados a mendigar».
Julian llegó a la manifestación venido desde Gournay-en-Bray (Normandía) y todo su interés era que la gente guardara la calma ante los actos de violencia: «Es la única forma de que el Gobierno nos escuche ».
«Impuestos, impuestos, impuestos... es lo único que saben hacer y estamos hartos », comentaba Estephanie, que se quejaba de llevar tres años sin poder ir de vacaciones, mientras se alejaba para evitar una carga de la Policía con gases lacrimógenos. «Lo malo es toda esta violencia que imponen unos pocos, y nosotros no hemos venido para saquear ni insultar a la Policía. Estoy asqueada». Cerca, Catherine, también de la región parisina, considera que no se puede luchar contra el cambio climático subiendo los impuestos a los que menos tienen: «Es lo que hace Macron, que apoyó fiscalmente a las castas superiores mientras que ahoga al pueblo».
Ella votó por el actual presidente, «pero por defecto, en realidad voté contra Le Pen». Esta antigua militante socialista asegura que los ciudadanos han perdido «la confianza en nuestros partidos políticos y en nuestros sindicatos», y espera que cobren vida nuevas formaciones como la que acaba de crear el ensayista Raphaël Glucksmann, Plaza Pública, que se dirige a los decepcionados por las fuerzas de izquierda.
El ministro del Interior, Christophe Castaner, hizo un balance de la jornada y puso el acento en el «fuerte debilitamiento» del movimiento de los «chalecos amarillos», que según sus datos reunió a 11.000 manifestantes en París y 106.000 en toda Francia, frente a los 280.000 de la semana pasada. Castaner también remarcó el papel primordial que habían jugado las «redes de ultra derecha muy movilizadas».
Por la mañana acusó a Marine Le Pen de estar detrás de esta movilización, porque la víspera, la líder del RN se preguntaba en un tuit «¿qué justifica que el pueblo francés no pueda manifestarse en los Campos Elíseos cuando tienen lugar muchas otras manifestaciones (Copa del Mundo, Nochevieja)?. Le Pen calificó de «lamentable y deshonesta» la acusación del ministro del Interior. Los actos violentos se saldaron con una veintena de heridos y 42 detenciones en París. En otros lugares de Francia los chalecos amarillos también protagonizaron manifestaciones y operaciones de « peaje gratuito » o ralentización del tráfico. Los «chalecos amarillos» hablaban ayer de continuar el movimiento. Y a la espera de lo que Macron diga este martes, pensaban ya en volver a manifestarse el próximo sábado.
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