Guerra en Ucrania
La solución está en manos de Putin
La crisis de Ucrania coloca en el foco a la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), única organización de seguridad regional que incluye los grandes actores enfrentados en Ucrania –Rusia, la UE y Estados Unidos– y que ha desplegado varias misiones en el terreno. Principalmente: la Misión Especial de Observación, aprobada en marzo; los observadores electorales, que preparan las elecciones de mayo, así como los observadores militares enviados a solicitud de Ucrania –siete de los cuales han sido secuestrados por grupos armados prorrusos en Slaviansk. La Misión Especial, clave en esta fase, tiene un mandato para establecer los hechos de manera imparcial, observar la situación de seguridad, el respeto a los derechos humanos y minorías y, finalmente, reducir las tensiones. En Ucrania eso es lo que falta: una voluntad política real de desescalar. El acuerdo de Ginebra estaba dirigido a ese fin. Hoy por hoy, es papel mojado en tres puntos esenciales: que «todas las partes» se abstengan de realizar actos violentos; que «todos los grupos armados ilegales» se desarmen, y que se abandonen todos los edificios públicos. Ginebra fue rechazado por varios de los rebeldes prorrusos que controlan, entre otros, puntos clave de Slaviansk y Donetsk, según la misión OSCE; los rebeldes están de hecho reforzando su ocupación armada. Y lo que es más importante: Rusia sigue sin dar pasos positivos para des-escalar la situación. El ministro ruso Lavrov se refirió ambiguamente a Ginebra como «una especie de acuerdo». Las significativas maniobras militares rusas a un kilómetro de la frontera ucraniana –con efectivos muy superiores a lo que la mayoría de los estados de la OTAN pueden hoy desplegar– hablan por sí solas.
Las misiones de observación no tienen capacidad real de alterar la realidad de fuerzas y la «realpolitik» de hechos consumados en el terreno (de ahí que Rusia se niegue a aceptar que la Misión Especial acceda a Crimea, argumentando que ya no es Ucrania). Su mandato sólo es fuerte como parte de un sólido acuerdo internacional preexistente; es el caso del acuerdo de paz de Dayton, que puso fin a la guerra en Bosnia y autorizó distintas misiones (OTAN, OSCE, etc.) para su aplicación a nivel de seguridad, instituciones y derechos humanos. Pueden mitigar las tensiones geopolíticas de fondo cuando o bien exista una voluntad de alcanzar compromisos y realizar cesiones mutuas, o bien exista un equilibrio de fuerzas in situ que obligue a tales acuerdos. Esas circunstancias no se dan actualmente en Ucrania. Poco pueden entonces hacer estos observadores, al margen de su abnegación profesional, para evitar el escenario en ciernes de una fragmentación de Ucrania y el espectro de una guerra civil y, quizá, regional. No puedes des-escalar cuando los actores clave están escalando. De hecho, los observadores serán probablemente replegados en el este y sur si las condiciones de seguridad continúan deteriorándose. Lo que sí podrán será, uno, determinar la veracidad o no de lo que está realmente sucediendo en esas regiones clave, y dos, quizá mitigar parcialmente algunas tensiones locales y, con matices, excesos por las partes.
Para que la crisis en Ucrania no desemboque definitivamente en un conflicto armado aún mayor, de implicaciones imprevisibles, la solución sigue estando en gran medida donde ha estado desde el principio: el Kremlin.
*Director adjunto de European Council on Foreign Relation (ECFR), Madrid
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