Unión Europea

Londres y la UE se conjuran para cerrar un primer acuerdo este año

Los 27 aceptan discutir entre sí el futuro acuerdo comercial con Reino Unido a la espera de que May flexibilice su postura

Theresa May abandona una reunión en la cumbre celebrada en Bruselas
Theresa May abandona una reunión en la cumbre celebrada en Bruselaslarazon

Los 27 aceptan discutir entre sí el futuro acuerdo comercial con Reino Unido a la espera de que May flexibilice su postura.

Las manillas del reloj siguen marcando las horas y los avances en las negociaciones del Brexit siguen siendo muy escasos. Pero Londres y los Veintisiete están dispuestos a darse otra oportunidad. Si hasta ahora la espada de Damocles de una salida sin acuerdo (Reino Unido sería un país tercero sin ningún tipo de relación ni comercial ni política con sus todavía socios) parecía convertirse en la mejor arma disuasoria, la estrategia ha cambiado. Nadie quiere una ruptura abrupta. Nadie sabe muy bien sus consecuencias, y lo mejor para evitar este escenario es luchar para que no suceda y convertir los tímidos progresos en el mejor incentivo.

Los reproches han sido sustituidos por palabras esperanzadoras. El presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, aseguró ayer a la conclusión de la cumbre de Bruselas que «odia» hablar de la posibilidad de una falta de acuerdo, y acusó a los «brexiters» británicos de no haber explicado las consecuencias del divorcio a los ciudadanos del otro lado del Canal de la Mancha. Unas últimas palabras prácticamente calcadas a las del presidente francés, Emmanuel Macron. «Un no acuerdo a nadie le gusta. Todo es prorrogable», reconocía un alto cargo comunitario mencionando fuera de micrófono la posibilidad de que las negociaciones se extiendan más allá del 29 de marzo de 2019. Una opción amparada por el archiconocido artículo 50 que marca las condiciones del divorcio, pero que se antoja políticamente imposible (al menos ahora) debido a la celebración de elecciones europeas en el mes de junio de ese año.

El presidente permanente del Consejo, Donald Tusk, también está dispuesto a ver el vaso medio lleno. Como responsable de crear acuerdos entre las cancillerías europeas, Tusk prefiere olvidar los detalles técnicos y centrarse en el mensaje de buena voluntad escenificado por Theresa May en Florencia. El polaco se mostró ayer a favor de una «narrativa más positiva» para superar recelos. Como muestra de que los Veintisiete aprietan pero no ahogan, en el texto de conclusiones aprobado ayer se ofrece a May, como preludio, el compromiso de sus socios europeos de empezar a discutir de manera «interna» las posibilidades del futuro acuerdo de relación entre Londres y Bruselas y el periodo de transición con la vista puesta en el mes de diciembre, cuando las dos delegaciones puedan sentarse a hablar en la mesa. Siempre y cuando Downing Street cumpla lo acordado.

De esta forma, May se va de la capital comunitaria sin conseguir pasar a la siguiente fase, pero con una pequeña recompensa. Sólo el tiempo dirá si será suficiente para aplacar las iras de los «brexiters»· duros de su partido y servir de acicate para que Londres comience a moverse en sus posiciones. Una tarea difícil si se considera que en estos dos meses, Downing Street tendrá que dar pasos de gigante, tras meses de bloqueo.

La primera ministra británica también aparece abonada a la teoría del poner al mal tiempo buena cara. Fiel a la dulcificación de su mensajes de las últimas semanas, la «premier» se declaró «positiva y ambiciosa» sobre el curso de las negociaciones y consideró que la posibilidad de alcanzar un acuerdo sobre los derechos de los ciudadanos europeos al otro lado del Canal y viceversa está «al alcance de la mano».

A pesar de que la oferta de May de facilitar los trámites a los residentes permanentes se ha convertido en su gran apuesta de esta cumbre, la madre de todas las batallas –la factura del divorcio– sigue sin resolverse. A las preguntas de los periodistas, May volvió a repetir prácticamente calcado su discurso de Florencia: Londres honrará sus compromisos, discutirá sus aportaciones «línea a línea» y en las presupuestos europeos nadie tendrá que pagar el desfase de la salida británica. Pero Downing Street sigue sin aclarar otros compromisos a largo plazo y su contribución a las pensiones de los funcionarios. Tampoco parece querer mover ficha hasta saber qué futura relación tendrá con sus todavía socios. A pesar de las buenas palabras, las dos delegaciones vuelven a chocar. Los Veintisiete sólo pasarán a la siguiente fase si se aclaran los tres puntos en discusión: derechos de los ciudadanos, factura y frontera del Ulster. «Estamos lejos de un acuerdo sobre los compromisos financieros, no hemos llegado todavía a la mitad del camino», aseguró con determinación Emmanuel Macron. «Se necesitan más pasos», corroboró la canciller alemana Ángela Merkel.

May vuelve a Londres con muchos deberes y algunas promesas. No se sabe si suficientes para «vender un buen acuerdo en casa», tal y como pedía antes del encuentro y sofocar posibles revueltas dentro de su partido.