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Brexit

La UE acuerda una prórroga del Brexit hasta el 22 de mayo

Los Veintisiete ofrecen a Reino Unido una prórroga hasta el 22 de mayo si el Parlamento británico ratifica la próxima semana el tratado de retirada. En caso contrario, Londres deberá aclarar el 12 de abril si participa en las elecciones europeas o abandona el bloque sin acuerdo.

Theresa May y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, durante la cumbre de los líderes de la UE en Bruselas / Reuters
Theresa May y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, durante la cumbre de los líderes de la UE en Bruselas / Reuterslarazon

Los Veintisiete ofrecen a Reino Unido una prórroga hasta el 22 de mayo si el Parlamento británico ratifica la próxima semana el tratado de retirada. En caso contrario, Londres deberá aclarar el 12 de abril si participa en las elecciones europeas o abandona el bloque sin acuerdo.

La cumbre de ayer fue una de las más caóticas que se recuerdan, quizás como un inesperado contagio de la tensión que se vive al otro lado del Canal de la Mancha. Theresa May vuelve hoy a Londres sin haber contestado muchas de las preguntas que le realizaron sus colegas europeos, quienes se vieron obligados a largas discusiones ante la falta de concreción de la «premier», que habló durante 90 minutos sin resolver prácticamente ningún enigma. Por eso, debido a las pocas esperanzas que suscita la capacidad de May de conseguir el acuerdo de Wetsminter a la tercera, las capitales europeas se enfrascaron en una larga cumbre, con diferentes opciones sobre la mesa. Francia, Bélgica y Luxemburgo presentaron un plan con un ultimátum en dos fases que al, final, consiguió el respaldo de las capitales europeas. Si May consigue un acuerdo la semana que viene en Wetsminster, los Veintisiete están dispuestos a concederle una prórroga que se extienda justo antes de las elecciones europeas, el 22 de mayo. Si esto no es posible, las capitales exigirían que Londres aclarase antes del 12 de abril si piensa concurrir a las elecciones europeas, con una nueva amenaza de Brexit caótico. Una posibilidad a la que May se niega, ya que supondría admitir que el Brexit puede no llegar a consumarse nunca y que supone un auténtico trauma para muchos «brexiters» duros. Ante una posible nueva crisis, se abre la puerta a una nueva cumbre.

Durante el encuentro de ayer, apareció un nuevo obstáculo. Tras recibir la misiva de May pidiendo una prórroga hasta el 30 de junio, la Comisión Europea recordó que esto obliga a la celebración de elecciones europeas, ya que Reino Unido seguirá siendo un país miembro. El propósito de May era no convocarlas. Aunque existen discrepancias sobre este asunto entre los servicios jurídicos de las diferentes instituciones, los socios europeos prefirieron ayer curarse en salud y barajar una eventual prórroga que se extienda tan solo hasta la celebración de elecciones, aunque durante la jornada de ayer aparecieron varias fechas sobre la mesa. Lo que está claro es que una extensión lo más corta posible ata a Reino Unido de pies y mano ante posibles maniobras inesperadas. En Bruselas la desconfianza sobre la imprevisibilidad británica sigue incólume.

El objetivo de esta prolongación sería de carácter meramente técnico para que Reino Unido introduzca en su ordenamiento jurídico el acuerdo de divorcio. May pidió a los socios europeo la validación de los acuerdos de Estrasburgo (documentos legalmente vinculantes sobre interpretación del asunto irlandés con el aval de la Comisión y el Consejo), con el propósito de poder presentar esta tercera votación como algo nuevo, como solicita el «speaker», John Bercow. El propósito del presidente del Consejo, Donald Tusk, estriba en que no sea necesaria la convocatoria de una cumbre extraordinaria y que sea suficiente el procedimiento escrito para cerrar flecos. La sensación de hastío y enfado se ha apoderado de los cargos comunitarios, que observan impotentes los constantes requiebros en las negociaciones y el caos instalado al otro lado del Canal de la Mancha.

Nada hacía presagiar la larga duración de la cumbre de ayer. En sus mensajes antes de la reunión, todos los líderes europeos se pronunciaron sin apenas matices, como un coro bien afinado. «Respetamos el voto de los británicos, pero debemos ser claros. Podemos discutir y acordar una extensión, una extensión técnica en caso de un voto positivo. En caso de un ‘no’, esto nos llevará a todos a un no acuerdo de manera segura», aseguró el presidente francés, Emmanuel Macron. Palabras muy parecidas, las del «premier» luxemburgués, Xavier Bettel, que también alertó sobre este trayecto de Reino Unido hacía el abismo. Ante el peligro de que se culpe a los Veintisiete, Bettel negó que las cancillerías estén asumiendo el papel de «chicos malos», ya que esa etiqueta corresponde «a los que dijeron a los votantes que el Brexit sucedería y no tendría consecuencias».

Pero, ¿qué pasara si la semana que viene Wetsminter vota «no» o incluso la votación no tiene lugar? ¿Qué puede pasar si Reino Unido no aclara si quiere concurrir a las elecciones europeas? ¿Acabará dimitiendo May? Eran algunos interrogantes en los corrillos ayer. Nadie parece tener la respuesta definitiva, tan solo un sinfín de cábalas y predicciones. Habrá que volver a mirar a Londres y se abre la posibilidad de que sea necesario convocar una nueva cumbre extraordinaria a partir del 12 de abril.

La exasperación por el torbellino británico es difícil de ocultar. Los Veintisiete aceptarían una prórroga larga a regañadientes en el caso de dimisión de May, la convocatoria de elecciones generales, un segundo referéndum o un cambio en la estrategia negociadora (por ejemplo, a favor de la unión aduanera). Pero habrá que esperar. Existe el temor de que el Brexit acabe convirtiéndose en una crisis enquistada, una especie de gangrena que mine la capacidad de los Veintisiete para hacer frente a otros retos: el nuevo horizonte de la ralentización económica, el desarrollo tecnológico o la amenaza de otras potencias como China o Rusia, que van ganando influencia en el tablero político.