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Las disculpas del Gobierno turco no aplacan la revuelta
El Gobierno turco intentó ayer calmar los ánimos de los manifestantes, mientras el primer ministro, Recep Tayip Erdogan, prosigue su viaje oficial por el Magreb hasta mañana. Antes de que regrese y vuelva a ser el blanco de la ira de los jóvenes, los miembros de su Gabinete trataron de desactivar las protestas, que suponen la mayor amenaza a la que se ha enfrentado el partido gobernante en sus más de diez años en el poder. El viceprimer ministro, Bulent Arinc pidió disculpas a los manifestantes que protestaban por razones «ecologistas», en contra de la construcción de un centro comercial en el parque Gezi, chispa que desencadenó la crisis hace una semana. Bulent Arinc admitió en la sede del Gobierno en Ankara, rodeada de cientos de policías antidisturbios, que la «excesiva violencia» empleada por las Fuerzas de Seguridad contra los manifestantes «es incorrecta e injusta». Pero el mensaje no llegó muy lejos. Tanto en la capital turca como en Estambul, los jóvenes siguieron en la calle, ocupando la plaza Taksim y el parque Gezi, que se han convertido en el símbolo de esta «revolución verde».
Más allá, la vida regresaba a la normalidad en la mayor parte del país, que no se ha paralizado. Y eso que uno de los principales sindicatos de funcionarios públicos, la agrupación izquierdista KESK, inició una huelga que culminará hoy con protestas y marchas por todo el país, y que fue seguida por la Confederación de los Sindicatos Progresistas, también del sector público.
El grueso de la actividad económica sigue su curso, mirando de reojo a los disturbios, que podrían afectar considerablemente a la imagen de tranquilidad y estabilidad que Turquía ha exportado en los últimos tiempos, sobre todo en comparación con el resto de la región, sumida en el tumulto postrevolucionario. La Asociación de Agencias de Viaje y la de Hoteles turcas han lanzado una llamada a la calma y una advertencia del gran impacto que puede tener la violencia en el sector turístico, sobre todo en Estambul, la ciudad más visitada del país. Según la prensa local, el 40% de las reservas han sido canceladas en estos días y los turistas que ya se encuentran a orillas del Bósforo se han visto afectados porque las protestas tienen lugar en una de las zonas más céntricas de la ciudad, plagada de hoteles, tiendas y locales de ocio. De hecho, muchos han sido ya evacuados.
Las protestas han alcanzado también la parte turca de la isla de Chipre, al igual que a la mayor parte de las ciudades de Turquía. Los seguidores de los principales clubes de fútbol también se han sumado a las manifestaciones, que han conseguido unir a las aficiones rivales del Besiktas, Galatasaray y Fenerbahce, al igual que ya ocurrió en la revolución egipcia, cuando las diferencias de afición, religión e ideología fueron dejadas a un lado y olvidadas en la plaza Tahrir.
Las comparaciones con las revueltas vecinas siguen siendo inevitables y la Primavera Árabe es sin duda una inspiración para los jóvenes que ocupan la plaza Taksim, convertida en una pequeña ciudad autónoma, fortificada por barricadas que la Policía ha intentado derribar y limpiar una y otra vez, sólo para que sean levantadas de nuevo poco después.
Y mientras Erdogan mostraba en Rabat el lado más duro del Gobierno, descalificando las protestas, Bulent Arinc se mostraba dispuesto a reunirse con los líderes de la «revuelta», pero por ahora éstos no han aparecido: el movimiento parece compuesto por jóvenes heterogéneos, de clase media y alta, que han aprovechado los vientos de cambio en Oriente Medio para airear su descontento. Los jóvenes resisten en la calle rodeados de policías mientras las cifras de heridos y detenidos aumentan: 3.300 detenidos y 1.300 heridos hasta anoche.
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