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Las dos primeras víctimas de la «primavera turca» agitan la ira contra Erdogan
Manifestantes y Policía se han enfrentado nuevamente hoy en diferentes puntos del país. Los choques más violentos se ha registrado en Estambul, Ankara e Izmi y, según el Gobierno, unas 1.700 personas han sido detenidas en 67 ciudades.
Después de tres días de protestas y violencia en las calles de Estambul y Ankara, ayer los turcos empezaban la semana con la perspectiva de una crisis política prolongada y protestas en las calles continuadas. Las manifestaciones prosiguieron durante el día de ayer, aunque de forma menos multitudinaria y sin apenas incidentes, sólo anoche el agrio olor de los gases lacrimógenos regresó a la plaza Taksim de Estambul. En la noche del domingo al lunes se produjo la primera víctima mortal de esta «revolución», que aún no puede considerarse tal, pero que amenaza la tranquilidad del Gobierno del primer ministro, Recep Tayyip Erdogan. Anoche se produjo la segunda, un joven de 22 años, que recibió un disparo en la cabeza con un arma de fuego a manos de desconocidos durante una protesta a medianoche en la provincia de Hatay, según informó hoy la página web de la oficina del Gobernador de la zona.
Erdogan retomaba ayer su agenda como si nada hubiera pasado desde el viernes pasado, cuando estallaron las protestas más graves desde su llegada al poder en 2002. El islamista viajaba ayer rumbo a Marruecos, en una gira por el Magreb, acompañado por varios ministros y una delegación de empresarios. Pero antes de marcharse, el primer ministro quiso lanzar una nueva advertencia a los manifestantes que le están desafiando: «No vamos a ceder ante aquellos que viven codo con codo con el terrorismo», aseguró y volvió a insultarlos, calificándolos de «extremistas».
Una «primavera» económica
Sus palabras desafiantes no hacen sino encender los ánimos de los jóvenes, que en las calles corean consignas dirigidas personalmente contra él y ya piden su dimisión. Erdogan se muestra muy confiado por ese apoyo mayoritario del electorado y, ante las recurrentes comparaciones de lo que está pasando en su país con las revoluciones árabes, dijo que Turquía ya está experimentando su «primavera», en referencia al crecimiento económico del país bajo el liderazgo islamista.
La Bolsa turca reflejaba ayer la incertidumbre ante el estallido de rabia en las calles y caía en picada, así como la moneda local, mientras las autoridades calculan que los daños causados por los disturbios superan ya los 10 millones de dólares. El barrio comercial cosmopolita de Basiktas, situado junto a la plaza Taksim, está siendo precisamente el corazón de las protestas, protagonizadas por esa clase media laica que teme que los islamistas limiten sus libertades individuales y acaben con el Estado turco, tradicionalmente no religioso. Los movimientos izquierdistas llevan tiempo en pie de guerra, y testigo de ello fueron las manifestaciones del 1 de mayo, que acabaron también en enfrentamientos con la Policía, que las reprimió con gases lacrimógenos, cañones de agua y productos irritantes, tal y como está haciendo ahora. Los sindicatos, muy fuertes en Turquía, aún no han tomado partido en esta batalla, liderada por los jóvenes no obreros, pero ya un sindicato de funcionarios ha convocado una huelga «de advertencia» para hoy y mañana, en condena de la violenta actuación policial. Ayer, varias universidades de todo el país respaldaron a los jóvenes, cancelando o posponiendo los exámenes finales, y permitiendo así a los estudiantes que quieran unirse a las manifestaciones, donde ya son numerosos, incluidos los estudiantes de bachiller.
Por el momento, parece que los ciudadanos corrientes aún no se han atrevido a bajar a la calle, pero en Estambul han mostrado su apoyo a los manifestantes con caceroladas desde los balcones de las casas del centro de la ciudad, donde estalló todo hace una semana. El lunes pasado empezó la protesta en contra de la demolición del parque Gezi y la construcción de un centro comercial, reflejo de las políticas de desarrollo no sostenible de Erdogan, así como de lo que es percibida como una creciente arrogancia a la hora de tomar decisiones. Ante el descontento popular, el presidente de la República, Abdula Gul, aseguró a los manifestantes que sus palabras y demandas están siendo escuchadas, y en un mensaje más dirigido al Gobierno que a la calle, dijo que «la democracia no es sólo elecciones».
Mientras, las imágenes de las protestas y de la represión policial se difunden por las redes sociales, encendiendo lo ánimos dentro y fuera del país euroasiático, al igual que ocurrió durante las revueltas árabes, cuando los medios de comunicación oficiales callaban o mentían y Facebook y Twitter canalizaron el descontento, por ahora controlado en Turquía pero que podría volver a estallar en cualquier momento.
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