Derechos Humanos

Las violaciones sistemáticas y experimentos médicos en los campos de concentración chinos

Una profesora denuncia las prácticas que presenció en primera persona en estos campos de reeducación

Imagen aérea de un campo de reeducación chino
Imagen aérea de un campo de reeducación chinolarazon

Una mujer musulmana que escapó de un campo estatal de "reeducación"en China dijo que los reclusos fueron violados en grupo, sometidos a torturas y experimentos médicos y obligados a comer carne de cerdo.

Una mujer musulmana que escapó de un campo estatal de "reeducación"en China dijo que los reclusos fueron violados en grupo, sometidos a torturas y experimentos médicos y obligados a comer carne de cerdo. Sayragul Sauytbay, una musulmana china de ascendencia kazaja, fue detenida en noviembre de 2017 y fue escoltada por un grupo de hombres armados a un campamento donde estuvo varios meses retenida. Allí, la obligaron a enseñar a los reclusos chinos, a los que les tenían prohibido hablar, reírse, llorar o responder a cualquier pregunta. Sauytbay explicó que vivían hacinados. En celdas de 16 metros cuadrados había 20 personas, rodeados de cámaras, con un cubo de plástico en el que todos tenían que hacer sus necesidades y que vaciaban una sola vez al día.

Las peor parte se la llevan las mujeres. Sauytbay afirmó que eran violadas sistemáticamente y que ella se vio obligada a ver cómo agredían sexualmente a una de ellas de forma repetida. "Los policías la ordenaron que se desnudara y simplemente la violaron, uno detrás de otro, delante de todos". Además, añadió, no se contentaban con abusar de la reclusa sino que vigilaban a las personas que presenciaban los hechos para ver cómo reaccionaban: "Las personas que volvían la cabeza o cerraban los ojos, y las que parecían indignadas o conmocionadas, se las llevaban y nunca más se volvía a saber de ellas. Fue horrible. Nunca olvidaré la sensación de impotencia". Los policías se llevaban a las mujeres más guapas y no regresaban a sus habitaciones en toda la noche", confesó.

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Además de los abusos físicos, psíquicos y sexuales, Satuybay denunció que los internos "fueron sometidos a misteriosos experimentos humanos". "Los internos recibirían píldoras o inyecciones", dijo. Así, explicó que las consecuencias fueron de distinto tipo: “Algunos prisioneros estaban cognitivamente debilitados. Las mujeres dejaron de tener el período y los hombres se volvieron estériles".

La profesora, de 43 años, tenía que enseñar a los prisioneros canciones y lemas de propaganda del Partido Comunista. Los reclusos se vieron obligados a recitar lemas como: "Amo a China", "Gracias al Partido Comunista", "Soy chino"y "Amo a Xi Jinping".

Además, Sautybay lamentó que todos los reclusos, incluidos los musulmanes, se vieron obligados a comer carne de cerdo: "La comida era mala, no había suficientes horas para dormir y la higiene era atroz".

La maestra salió del campo en marzo de 2018 y se le ordenó regresar a su antiguo trabajo como directora de cinco guarderías. Tres días después de regresar fue interrogada por la policía y fue acusada de traición. Entre otras amenazas, le indicaron que volvería a uno de los campos de reeducación como presa en lugar de como maestra: “Sabía lo que significaba, que moriría allí y no podía aceptarlo". En ese momento, decidió escapar. Así, trepó por la ventana a la casa de un vecino, cogió un taxi hasta la frontera con Kazajstán y logró abandonar el país. Pero el servicio secreto de Kazajstán la detuvo, aunque le permitió marcharse como asilada a Suecia. "Los gobiernos democráticos deben hacer todo lo posible para que China deje de hacer lo que está haciendo en Xinjiang", indicó.

Las organizaciones internacionales de derechos humanos estiman que más de un millón de personas pertenecientes a minorías étnicas, mayoritariamente musulmanas en la provincia de Xinjiang, han sido encerradas en estos campos de concentración desde 2017.