
Reino Unido
El liderazgo de Starmer se pone a prueba tras el primer año de gobierno
El primer ministro afronta la Conferencia del Partido Laborista atenazado por sus problemas con la inmigración y la economía

El hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra. Y en política, la cifra puede ser incluso aún mayor. Durante toda una década, los conservadores intentaron superar la puja del populismo de Nigel Farage, íntimo amigo de Donald Trump. Convirtieron la cuestión de Europa en una estridente línea divisoria electoral y se embarcaron en un Brexit cuyo descontento generalizado sólo acabó dando más alas al líder de extrema derecha. Las urnas castigaron a los tories en las últimas elecciones con su peor resultado desde 1832. Fue más que obvio que el plan no había funcionado. Y sin embargo, el actual inquilino de Downing Street, Keir Starmer, está repitiendo ahora exactamente los mismos pasos.
Starmer afronta a partir de este domingo la conferencia del Partido Laborista más complicada desde que asumió el liderazgo de la formación en 2020 con la promesa de recuperar el poder. Cumplió su palabra. El verano de 2024, los laboristas pusieron fin a una era conservadora consiguiendo una amplia mayoría absoluta. Pero, tan sólo catorce meses después, ya se habla de posibles maniobras para derrocarle ante la gran crisis que vive el gobierno, incapaz de resolver los dos grandes temas que más preocupan al electorado británico: la inmigración ilegal y la economía.
El populista Nigel Farage, al frente de Reform UK, lidera ahora las encuestas, sacando hasta diez puntos de ventaja al laborismo, con un discurso populista sin fórmulas precisas para atajar los problemas. Pero, en lugar de hacerle frente, Starmer -como hicieron en su día los conservadores- baila al son de sus propuestas.
En definitiva, pese a contar con 399 diputados en la Cámara de los Comunes, Starmer no gobierna como un primer ministro con mayoría absoluta. Sin embargo, con apenas cuatro escaños, Farage es el que mueve la batuta, con su batalla contra la inmigración como bandera.
A fin de intentar acortar distancias en los sondeos, Starmer anunció el viernes la introducción, por primera vez en el Reino Unido, de una tarjeta de identificación digital gratuita que será obligatorio mostrar para trabajar o alquilar vivienda, a fin de disuadir la inmigración ilegal. Este país carece actualmente de un documento nacional de identidad, y los ciudadanos se identifican con pasaporte, carné de conducir u otros justificantes. La nueva medida, que implicará la existencia de una base de datos centralizada, suscita oposición entre algunos políticos y organizaciones de derechos humanos, que temen una excesiva intromisión del Estado.
Los críticos con el primer ministro le acusan de ir dando bandazos sin tener claro un plan de Gobierno. El malestar entre las filas es palpable y muchas voces, incluso a nivel ministerial, ya hablan de un posible desafío a su liderazgo si las elecciones locales, galesas y escocesas de primavera resultan terriblemente malas para el laborismo.
En este escenario, Andy Burnham, alcalde laborista del Gran Manchester, ya se ha presentado públicamente como el reemplazo. En la antesala de la conferencia anual del partido, Burnham -que ya se presentó a las primarias de 2010 y 2015- ha concedido diferentes entrevistas asegurando que varios diputados lo instaron este verano a presentarse contra el primer ministro.
Burnham expuso su propia visión para el Reino Unido, incluyendo políticas más izquierdistas, como subidas de impuestos a los ricos y nacionalizaciones a gran escala, afirmando que el Reino Unido no debería estar «endeudada» con los mercados de bonos.
En cualquier caso, Burnham no es actualmente miembro del parlamento, requisito para ser primer ministro, por lo que tendría que conseguir un escaño parlamentario. Para ello, tendría que derrotar a los partidos rivales en unas «by election», un reto dado el declive actual de la popularidad del Partido Laborista.
La amenaza de Burnham es tan solo uno más de los problemas del premier. En las últimas semanas ha tenido que destituir a Peter Mandelson como embajador británico en los Estados Unidos por su relación con el pedófilo convicto Jeffrey Epstein. También ha sufrido la dimisión de su número dos, Angela Rayner, una de las figuras más potentes de la izquierda laborista. La que era viceprimera ministra, responsable de Vivienda y vicepresidenta de la formación, presentó su renuncia por una polémica sobre su situación fiscal.
Rayner era una figura clave para Starmer como mediadora del ala izquierda del partido, equilibrando sus demandas con la estrategia más moderada del liderazgo. Su dimisión deja, por tanto, al Gobierno sin una de sus voces más auténticas y poderosas de la clase trabajadora en un momento en el que lucha precisamente por reconectarse con su base de votantes tradicional ante el auge del populismo de Reform UK.
Otros insurgentes también están viviendo su momento. Zack Polanski, un ex actor de 42 años con gran verborrea y dominio de las cámaras, se ha convertido en el nuevo líder del Partido Verde prometiendo crear un movimiento de «ecopopulismo» de masas que compita directamente con Reform UK. Y, por su parte, Jeremy Corbyn, bautizado como el «Pablo Iglesias británico» cuando lideraba el laborismo, ha creado un nuevo partido de extrema izquierda.
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