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López Obrador, el inesperado amigo de la Casa Blanca

Hoy toma posesión como presidente de México

Fachada del Congreso mexicano, donde hoy toma posesión López Obrador como presidente de México / Reuters
Fachada del Congreso mexicano, donde hoy toma posesión López Obrador como presidente de México / Reuterslarazon

Hoy toma posesión como presidente de México.

Después de cinco meses de eterna transición, hoy asume el cargo el nuevo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ante una treintena de jefes de Estado y de Gobierno entre los que no se encuentra el estadounidense Donald Trump. A pesar del desaire, en parte justificado por su presencia en el G20, las relaciones entre vecinos son un tema irrenunciable para los dos líderes, los más nacionalistas de los últimos tiempos. Aunque ambos han centrado sus discursos en la política interior, los vínculos que unen a los dos países son tan importantes que una posible ruptura pondría mucho en riesgo.

México y Estados Unidos comparten una frontera de más de 3.000 kilómetros que cada día cruzan un millón de personas. En el vecino del norte viven unos 35 millones de personas de origen mexicano, la relación comercial es prioritaria, así como sus acuerdos de seguridad para combatir al crimen organizado y controlar la inmigración. Todo esto está en juego, en primer lugar, por el carácter autoritario y nacionalista de dos mandatarios con ideologías opuestas. Los continuos insultos de Trump contra los mexicanos durante su campaña de 2016, a quienes llamó «violadores» y las continuas amenazas de construir un muro en la frontera, presagiaban un choque frontal con López Obrador.

Contra todo pronóstico, desde que AMLO, como se le conoce en México, arrasó en las elecciones del pasado 1 de julio, la relación ha sido cordial y fluida. Han intercambiado cartas amistosas y Trump ha elogiado al mexicano en más de una ocasión. «Entre ambos personajes hay química, son de una misma generación y eso ayuda a que se entiendan», explica Humberto Garza, analista del prestigioso Colegio de México. La comunicación con el todavía presidente Enrique Peña Nieto estaba muy deteriorada y «el mero hecho que se produzca un cambio es una ventana de oportunidad para que Trump establezca un mejor acercamiento a nuestro país», añade.

Otro síntoma positivo que se ha manifestado durante la transición es la renovación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en la que el equipo del Gobierno entrante tuvo un protagonismo notable. Con el nuevo T-MEC, firmado ayer en Buenos Aires por Trump, Peña Nieto y el primer ministro canadiense Justin Trudeau, «Estados Unidos ya consiguió lo que quería con México, que hizo todas las concesiones», señala Garza. México cedió para desterrar el peor escenario posible, la falta de un acuerdo. Para dar una idea del volumen de los intercambios bastan dos datos: Estados Unidos recibe el 80% de las exportaciones mexicanas y a su vez le vende bienes por un valor que supera sus exportaciones a China, India, Brasil y Rusia en conjunto. Además, las cadenas de producción están muy vinculadas y muchos bienes cruzan la frontera varias veces en el proceso de fabricación.

Por otra parte, hay una serie de elementos estructurales que aún no han sido tratados por Trump y López Obrador: «El crimen organizado transnacional, el dinero ilícito que fluye entre los dos países, el tráfico de armas desde el norte y la debilidad institucional de México», indica Abelardo Rodríguez Sumano, especialista en las relaciones bilaterales de la Universidad Iberoamericana. «Estados Unidos no va a entrar a la discusión sobre reducir su consumo interno de drogas ni tampoco se va a meter con las armas. Esto puede desvirtuar una política exterior cordial cuando se deje a un lado la retórica y entren de lleno en los temas y conflictos reales de la agenda bilateral», añade Sumano.