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Los argelinos desconfían de la marcha de Buteflika

Manifestantes contra Buteflika protestan en las calles de Argel
Manifestantes contra Buteflika protestan en las calles de Argellarazon

- Cerrando filas con el jefe del Ejército, varios pesos pesados del régimen de Argelia aplaudieron ayer las llamadas del primero a destituir el presidente Abdelaziz Buteflika a través de una «hoja de ruta» continuista que ha sido criticada en bloque por la oposición. El primero en sumarse al emplazamiento del general Gaid Salah fue el ex primer ministro argelino Ahmed Ouyahia, secretario general de uno de los partidos de la anterior coalición de Gobierno y hasta hace pocos días férreo defensor de Buteflika. Acto seguido, el sindicato oficialista Unión General de Trabajadores Argelinos y miembros del comité central del Frente de Liberación Nacional, la formación de Buteflika, hicieron lo propio, exhibiendo una sintonía inusual las últimas semanas.

El movimiento de estas tres organizaciones se produjo el día después de que Salah pidiera deponer a Buteflika aplicando el artículo 102 de la Constitución argelina, que estipula que si el jefe de Estado se encuentra incapacitado para asumir las responsabilidades de su cargo, se debería decretar el «estado de incapacidad» y buscarle un reemplazo.

A pesar de que la demanda de Salah ya era suficiente para certificar el fin de Buteflika, en un estado de salud muy frágil desde que sufrió un derrame cerebral en 2013, el visto bueno concedido por las tres anteriores organizaciones aísla aún más al «rais» y a su clan, que, según el diario local «TSA», no fue avisado de que el militar iba a retirarles su apoyo.

Bajo la tutela militar

«Todos los partidarios de Buteflika lo han abandonado, aunque su distanciamiento ya había comenzado tras [el inicio de las protestas] el 22 de febrero», explica a LA RAZÓN Yahia Zoubir, profesor de Estudios Internacionales en la escuela Kedge. «El régimen está tratando de salvarse al sacrificar a Buteflika», interpreta, y «los militares están reafirmando su dominio histórico sobre la política de Argelia».

Consciente de que su intervención levantaría sospechas, Salah volvió a tomar la palabra ayer para asegurar que el Ejército actuará siempre dentro de «sus misiones constitucionales», e insistió una vez más en el «sagrado vínculo» que une a los militares y al pueblo argelino.

Los partidos de la fragmentada y dividida oposición, sin embargo, recibieron con recelo la maniobra del general, y rechazaron su propuesta con más o menos contundencia a la vez que animaron a los argelinos a mantenerse movilizados. En este sentido, el ex candidato presidencial Ali Benflis alertó de que la implementación del artículo 102 no será suficiente para poner fin a la crisis política que atraviesa el país. El partido islamista MSP pidió garantías para una transición democrática veraz, y otras formaciones denunciaron lo que interpretan como un «golpe contra la voluntad del pueblo».

Distintos líderes de la sociedad civil argelina se manifestaron de forma similar, y describieron el plan de Salah y sus acólitos como una maniobra lampedusiana que busca introducir cambios cosméticos y evitar introducir las reformas estructurales exigidas por el movimiento popular.