Política

Indonesia

Los olvidados del «tsunami» en Tailandia

Miles de cuerpos de inmigrantes birmanos permanecen sin identificar

En la imagen, los superviviente del «tsumani» en Banda Aceh (Indonesia).
En la imagen, los superviviente del «tsumani» en Banda Aceh (Indonesia).larazon

El 26 de diciembre de 2014 se cumple el décimo aniversario del «tsunami» que se formó tras un fortísimo terremoto en Indonesia y que acabó con la vida de unas 230.000 personas en una docena de naciones rodeadas por el océano Índico. En la costa occidental de Tailandia, el mar retrocedió cien metros durante unos cinco minutos para después devolver con olas de hasta 10 metros, la fuerza del agua a la costa. El Centro de Alertas por Tsunami del Pacífico indicó que no esperaba que hubiera una ola destructiva y no emitió ninguna alerta por riesgo de ola gigante. Las estadísticas sobre las víctimas del «tsunami» de 2004 hablan de 238.000 muertos en 14 países bañados por el Índico. El Gobierno de Tailandia asegura que únicamente perdieron la vida 5.395 personas –alrededor de 3.000 eran extranjeros de vacaciones– y registra como desaparecidos a otras 2.990 que jamás fueron encontradas. Estas cifras podrían multiplicarse si en la suma se hubiera tenido en cuenta a los inmigrantes birmanos, las comunidades olvidadas por su situación ilegal en el país.

Aunque otros países también afectados por la catástrofe como Sri Lanka, Malasia, Indonesia o India, tuvieron más víctimas que Tailandia, fueron turistas y familiares desesperados por encontrar a los suyos los que crearon lo que se convertiría en un gran impacto mediático: ayudaron a poner en marcha la que sería una de las mayores operaciones humanitaria de la historia. Casi diez años después, continúan las donaciones de particulares para la reconstrucción de las zonas afectadas y los Gobiernos han transformado el mapa que dibujó la tragedia.

Equipos sanitarios de Tailandia incineraron en 2006 los últimos 125 cadáveres de las víctimas no identificadas por el «tsunami», aunque aún hay cientos de cuerpos cuyas identidades se desconocen que permanecen aún enterrados esperando a que por el décimo aniversario se proceda a su incineración en un acto oficial, aunque todavía no se haya confirmado el momento exacto para la incineración de los cuerpos.

En la última incineración acudieron monjes budistas y representantes de otras religiones y tuvo lugar en la provincia de Phang Nfa, una de las zonas más afectadas por la catástrofe. Al acto también asistió la dirección del Centro de Identificación de Víctimas de Tsunami. La labor de identificación de las víctimas –todas ellas en un estado de descomposición muy avanzado– ha sido descrita como una de las grandes operaciones forenses de la historia. Se cree que muchas de estas víctimas no identificadas hasta el momento con inmigrantes birmanos que residían en las zonas donde más azotaron las olas. Si la incineración se desarrolla como en anteriores ocasiones, los restos serán introducidos en cofres de aluminio y enterrados en una fosa común. Aunque aún quedan cuerpos sin ser incinerados, es cierto que se ha hecho un gran trabajo para que expertos recojan pruebas de ADN de los cuerpos y con ello se facilite a los familiares la tarea de identificación de las víctimas que perdieron la vida.

En la costa sur tailandesa se encuentra Khao Lak, una de las ciudades más afectadas. Las comunidades de inmigrantes birmanos que viven en esta zona costera del país han pasado estos diez años buscando a sus familiares y conocidos desaparecidos sin ningún tipo de ayuda. Una de las organizaciones más volcadas en la ayuda a las víctimas de la catástrofe natural, Tsunami Action Group cree que al menos 2.500 birmanos murieron en el desastre y más de 5.000 se encuentran desaparecidos. La organización cree que alrededor de 60.000 resultaron afectados y ninguno de ellos habría sido contabilizado en las estadísticas. o tenido en cuenta en la asistencia posterior.

Aún hoy se recuerda la gran diferencia que dieron las autoridades locales a los residentes en hoteles o resorts de lujo y a los turistas extranjeros, con los que se esforzaron en ayudar. Los inmigrantes siempre salieron perdiendo: «Las autoridades locales no daban el mismo trato cuando escuchaban gritos de auxilio en birmano. En la mayoría de los casos, priorizando la salvación de residentes locales o extranjeros occidentales». Las comunidades birmanas no son tratadas como el resto. Parece como si fueran ciudadanos de segunda que incluso ya muertos, parecen que no importan.