Reino Unido
Los retos de una Escocia separada
Cabría preguntarse qué pasaría si finalmente Salmond se sale con la suya y Escocia opta por la secesión de Reino Unido. El principal escollo por resolver es, sin duda, la economía. Escocia podría asumir una deuda de unos 164 millones de euros, sin incluir los activos tóxicos que debería heredar de Royal Bank of Scotland, 220.000 millones actualmente en manos del Tesoro británico. La ecuación se simplificaría si, paralelamente, lograse el 95% de los ingresos por la explotación petrolera del mar del Norte, como plantea el SNP. En su contra, el debate acerca de dónde terminan las aguas escocesas y dónde las inglesas. Los partidarios de la independencia están tratando de evitar sorpresas fiscales, pero el ministro de Trabajo y Pensiones, Iain Duncan Smith, ya ha advertido de que, por sí sola, Escocia no podrá afrontar la factura de 17.600 millones de euros del llamado sistema de bienestar. Por otra parte, está el problema de la moneda. Salmond ha explicado que el país podría abandonar sus planes de unirse al euro para continuar pagando con la libra esterlina. Insiste en que el Banco de Inglaterra seguiría siendo prestamista como último recurso y los reguladores británicos seguirían supervisando a los bancos escoceses. Pero Londres no está por la labor y, con el azote de la crisis del euro, el reputado «The Economist» ha avisado de que se podría producir «una estampida de los servicios financieros hacia el sur». En defensa, el número de tropas y personal del Ministerio en Escocia se incrementará en los próximos ocho años hasta los 20.000 efectivos.
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