Conflicto Israel-Palestina
Los veranos de plomo y pólvora en Oriente Medio
La violencia se extiende por la región
Oriente Medio vuelve a estar al rojo vivo y no precisamente por las altas temperaturas. Esta convulsa región está sumida en una crisis política y territorial en la que están involucrados muchos elementos radicales, con diversos apoyos y flujos de armas que llegan del exterior. Desde Siria hasta Irán, pasando por Israel, la violencia se expande como un barril de pólvora. A la situación actual con focos de violencia repartidos por toda la región ahora se suma la provocación del grupo palestino Hamas a Israel, el escenario recuerda al verano de 2006 cuando las fuerzas israelíes respondieron con fuego de artillería y bombardeos aéreos contra feudos chiíes, tras el secuestro de varios reservistas israelíes por el grupo Hizbulá. Antes de que comenzara esta guerra, el movimiento radical de Hamás tenía secuestrado a otro soldado israelí Gilad Shalit, que estuvo cinco años cautivo en Gaza. El conflicto actual, que comenzó hace tres años en Siria, se ha transformado en una sola guerra entre suníes y chiíes, desde las llanuras de Nínive hasta el Mediterráneo. Esta guerra enfrenta a tres gobiernos aliados, mayoritariamente chiíes –Siria Irak y el Líbano– contra rebeldes suníes. A eso se suma la intervención del régimen de Irán, el apoyo logístico de Rusia. Los líderes regionales y locales luchan por mantener el control en sus áreas de influencia regional y recurren a eventuales ayudas extranjeras. Irán y Rusia dictan la conducta a seguir a los gobiernos chiíes de Beirut, Bagdad y Damasco, esperando debilitar el poder de Estados Unidos y del resto de Occidente. Arabia Saudí y sus aliados apoyan a los suníes con la esperanza de debilitar a Irán. Milicia chiíes libanesas e iraquíes combaten en territorio sirio. Insurgentes suníes sirios plantan bombas en Beirut contra intereses de Irán, y de su poderoso aliado local, Hizbulá. Yihadistas internacionales pasan de Siria a Irak para tomar el norte del país y cercar Bagdad, controlada por un Gobierno de mayoría chií, apoyado por Teherán. La revolución siria se ha convertido en una guerra de guerrillas entre yihadistas y radicales suníes que compiten por el poder y otros recursos como dinero, petróleo y gas. Desde hace unas semanas en el vecino Irak, el Estado Islámico ha conquistado un vasto territorio que se extiende hasta la ciudad Siria de Alepo, donde ha levantado su «califato» y amenaza con distorsionar Líbano, Jordania y Arabia Saudí. El Estado Islámico ha proclamado a un «emir» (príncipe) en Líbano, Abdel Salam al-Ordoni, que le ha lanzado el guante a su poderoso enemigo chií, la milicia de resistencia armada Hizbulá.
El IE y su líder Abu Baker Al Bagdadi, autoproclamado «califa del mundo musulmán», ha establecido un campo de entrenamiento para jóvenes combatientes en una zona fronteriza entre Siria y Turquía para ser enviados a Líbano para cometer ataques suicidas. A esto se suma, las llamadas Brigadas de los Suníes Libres de Baalbeck, leales al radical Estado Islámico, que amenazan con atacar iglesias y a los cristianos en Líbano. Es la primera vez que amenaza de forma directa con perpetrar operaciones contra cristianos libaneses.
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