Asia

Un lustro bajo la Ley de Seguridad Nacional en Hong Kong: una conmemoración bajo el radar global

La norma, aprobada en 2020, ha puesto en jaque la libertad expresión en la región asiática

(Foto de ARCHIVO) April 6, 2023, Hong Kong, China: Police officers detain Chan Po-Ying, chairperson of the League of Social Democrats at Causeway Bay. June 4th, is the 34th anniversary of the 1989 Beijing's Tiananmen Square crackdown. Some of people in Hong Kong want to mark this day and use their own way to mourn the victims of the crackdown. However, Hong Kong government and Hong Kong police forces do not want people to come out and mourn for the crackdown. Thousands of police officers pat...
China.- La Liga de los Socialdemócratas, uno de los últimos grupos opositores de Hong Kong, anuncia su disoluciónCONTACTO vía Europa PressEuropa Press

Hong Kong, antaño faro de valores democráticos en Asia, enfrenta una transformación radical desde la imposición de la Ley de Seguridad Nacional en 2020. Esta medida marcada por disposiciones ambiguas y un amplio poder coercitivo, soberanía estatal. La represión de la disidencia y la presión sobre la sociedad civil reflejan un conflicto global, donde la libertad de expresión pende de un hilo.

El 30 de junio de 2020 la controvertida legislación irrumpió como un mazazo tras las masivas protestas prodemocráticas que sacudieron la ciudad. Esta normativa, que castiga con dureza la secesión, la subversión, el terrorismo y la colusión con fuerzas extranjeras, transformó la ciudad semiautónoma en un terreno donde la disidencia es un delito y ciertas libertades, son un lujo en extinción. Más de 300 personas han sido arrestadas bajo su amparo, con decenas de activistas, legisladores y periodistas enfrentando condenas que, en muchos casos, penalizan incluso expresiones de opinión. La reciente aprobación del Artículo 23 de la Ley Fundamental, ha agravado este escenario, añadiendo delitos como traición, insurrección y espionaje a un arsenal legal que asfixia cualquier atisbo de oposición. La última vez que se intentó aplicar el artículo 23 en 2003, alrededor de medio millón de personas salieron a las calles en oposición a esta iniciativa y en defensa de los valores democráticos.

El impacto actual se traduce en que la prensa independiente, antaño vibrante, yace en ruinas. El cierre de diarios emblemáticos y el encarcelamiento de figuras como el magnate Jimmy Lai, confinado en aislamiento y enfrentando una posible cadena perpetua en medio de un largo proceso judicial, son prueba de un cerco que no perdona. Las normas ambiguas sobre críticas políticas han fomentado la autocensura periodística, y el temor a represalias legales inhibe el reporte de temas sensibles.

Las conmemoraciones de eventos históricos, como la controvertida vigilia por la masacre de Tiananmen, han sido vetadas, y activistas como Joshua Wong languidecen tras las rejas. Incluso actos tan anodinos como celebrar el 4 de julio han sido señalados como potenciales violaciones de la seguridad nacional, con escuelas denunciando que están siendo intimidadas para evitar cualquier "desliz" que pueda interpretarse como desafío al régimen.

Los 47 de Hong Kong

En un fallo que marcó un hito en la historia reciente de la región, un tribunal condenó en el año pasado a 45 exlegisladores y activistas prodemocracia a penas de entre cuatro y diez años de prisión por el delito de "conspiración para cometer subversión". Este proceso, el más grande bajo la controvertida normativa, se originó por la participación de los acusados en unas elecciones primarias no oficiales celebradas en julio de ese mismo año, previas a los comicios legislativos que finalmente fueron pospuestos. El caso, conocido como el de los "47 de Hong Kong", generó críticas e intensificó el debate sobre la erosión de los derechos en el territorio.

Asimismo, la represión cultural ha silenciado expresiones en cine, música, arte y educación, transformando su identidad. La censura cinematográfica veta películas que aborden temática sensible al régimen, empujando a autores a estrenar en festivales internacionales, aunque arriesgan represalias legales. La música enfrenta a su vez restricciones draconianas: Glory to Hong Kong, himno de resistencia, fue prohibida con castigos severos para quienes la canten o difundan, generando autocensura entre artistas.

El arte público sufre igual destino; la icónica escultura Pilar de la vergüenza de Jens Galschiøt fue desmantelada, mientras conmemoraba a las víctimas de la masacre de la plaza de Tiananmen de 1989, cuando el gobierno chino reprimió violentamente las protestas prodemocráticas en Pekín, causando cientos o miles de muertes (las cifras exactas siguen siendo controvertidas). Instalada en 1998 en la Universidad de Hong Kong , esta pieza de 8 metros de altura, que representa figuras humanas apiladas y contorsionadas en expresión de dolor, se convirtió en un símbolo poderoso de memoria histórica y resistencia,

En las aulas, la "educación patriótica" reformula currículos para glorificar a Pekín, mientras cámaras y reconocimiento facial vigilan estudiantes y profesores. Esta embestida, denunciada por organizaciones de derechos humanos, busca alinear Hong Kong con la narrativa del Partido Comunista Chino, erosionando su legado cultural. Pese a ello, creadores resisten desde el exilio o plataformas digitales, preservando la voz del territorio a costa de enormes riesgos personales, en un contexto donde la creatividad lucha por sobrevivir.

Hacia el autoritarismo continental

El Gobierno local defiende las medidas impuestas como un escudo necesario para proteger la estabilidad. Las autoridades han tejido una red de control que abarca desde la educación, con exámenes en los centros educativos obligatorios sobre la Ley Básica, las bibliotecas o los medios, saturados de propaganda patriótica. Sin embargo, este blindaje tiene un costo: la autonomía prometida hasta 2047 se desvanece, y Hong Kong, otrora faro de libertades en Asia, se desliza hacia un modelo de gobernanza indistinguible de los que los críticos apuntan como "autoritarismo continental".

La represión no solo sofoca voces; también ahuyenta a los activistas, ya que numerosos han abandonado la ciudad rumbo a destinos como Reino Unido o Australia, huyendo de un clima de miedo y autocensura. Las detenciones preventivas, que promedian más de 300 días, y la negación sistemática de fianzas, refuerzan la percepción de un sistema judicial al servicio de Pekín.

La comunidad internacional, aunque alza la voz, carece de herramientas para frenar esta deriva. Las críticas de Occidente son desestimadas por Pekín como injerencias, mientras Hong Kong se convierte en un laboratorio de control estatal.

"Un país, dos sistemas"

Dong Jingwei, jefe de seguridad nacional del Gobierno central en la región, lanzó este lunes una advertencia contundente: los riesgos a la estabilidad persisten, incluso en tiempos de aparente calma. En un discurso instó a las autoridades locales y a la ciudadanía a redoblar la vigilancia ante posibles amenazas subversivas que podrían fracturar el orden social de la región administrativa especial. Sus palabras, cargadas de un tono implacable, reflejan la estrategia de Pekín para consolidar su dominio en un territorio que, en la cesión británica en 1997, ha luchado por preservar su singularidad bajo la fórmula de "un país, dos sistemas".

La retórica china evidencia una estrategia clara: priorizar la estabilidad a cualquier costo, incluso si ello implica sacrificar las libertades. La reforma electoral de 2021, que limitó la participación política a candidatos leales al Gobierno central, y la creciente vigilancia sobre la sociedad civil, son pruebas de un control que no admite disidencia. Mientras tanto, la comunidad internacional, aunque crítica, observa con impotencia cómo la ciudad pierde su brillo como baliza de pluralismo.