Internacional

Luto bajo amenaza

Miles de cubanos despiden al dictador, muchos de ellos obligados por los sindicatos como en Corea del Norte. Llantos y manos en el pecho para mostrar a la comunidad internacional que Fidel será siempre el «padre de la patria».

Miles de personas hacen fila para rendir homenaje a Fidel Castro, ayer
Miles de personas hacen fila para rendir homenaje a Fidel Castro, ayerlarazon

Miles de cubanos despiden al dictador, muchos de ellos obligados por los sindicatos como en Corea del Norte. Llantos y manos en el pecho para mostrar a la comunidad internacional que Fidel será siempre el «padre de la patria».

Las banderas ondeando en el malecón, el rostro del Che en la Plaza de la Revolución iluminada, cañonazos... Y el «show» de la despedida al comandante Fidel Castro comenzó. Puntual, a las 9 de la mañana, el memorial abrió sus puertas y los primeros fieles al dictador, muchos entre llantos y otros con la mano en el pecho, comenzaron a desfilar frente a uno de los tres puntos de homenaje instalados, casi idénticos, con flores blancas, imágenes históricas de Castro, y sus condecoraciones militares. Al cierre de esta edición, miles de personas, muchas obligadas, continuaban desfilando en la Plaza de la Revolución para dar el último adiós al nonagenario líder fallecido.

Es la ley del silencio. Nadie puede faltar. Delia, una recepcionista de un hotel de cinco estrellas de la capital cubana que prefiere mantener su apellido y el nombre del establecimiento bajo el anominato por miedo a represalias o a perder su trabajo, reconoce a LA RAZÓN que se ha tenido que levantar a las 5 de la mañana. «Nos han obligado a venir. Hoy [por ayer] era mi día libre, y he tenido que venir, insisto, forzada, a la Plaza de la Revolución», asevera la joven. Esta cubana dice «no tener nada en contra de Fidel, pero ya trabajo 16 horas al día y no sé cómo desde el sindicato nos obligan a ir a la plaza, incluso en nuestra libranza».

Sin embargo, no todo el mundo en La Habana es tan sincero con la prensa extranjera como Delia. En la cola, al más puro estilo norcoreano, centenares de cubanos contenían la emoción e incluso las lágrimas recorrían los rostros de tristeza por el deceso de su líder, quien ha dejado en Cuba un legado «eterno» e «inmortal».

No estaba la urna con las cenizas del comandante, como muchos en la fila esperaban, aunque los restos cremados de Fidel sí viajarán a partir de mañana por la isla, hasta Santiago de Cuba, cuna de la Revolución, donde se celebrará su funeral el domingo. El programa oficial preparado por el Gobierno para homenajear al barbudo y visto por muchos de los que ayer hicieron cola como «padre de la patria», se inició ayer en La Habana con la instalación de las cenizas del dictador en la Plaza de la Revolución, donde la población acudió a despedirse. «Orgullosa» y «eternamente agradecida» a Fidel estaba Bárbara Guerra, maestra jubilada de 78 años, consciente de que sin los logros de la Revolución, ella como mujer negra no hubiera disfrutado de los «derechos y oportunidades» que ha tenido. «Siento una gran tristeza, pero tremenda fortaleza porque sé que los que siguen, mis nietos y bisnietos, los jóvenes en general, van a seguir ese camino porque Fidel es un ejemplo. Nos ha dado una lección de vida, no sólo a los cubanos, sino a cualquier ser humano en el mundo», comentaba entre lágrimas. «Mi comandante inmortal», así tituló un poema que escribió a Fidel la misma noche de su muerte, «trágica» noticia que la dejó paralizada, sin poder moverse del sillón hasta el amanecer, asegura.

A lo largo de dos jornadas, ayer y hoy, los restos de Castro –quien en sus últimas voluntades pidió expresamente ser incinerado– permanecerán en el memorial a José Martí para que la población le dé su último adiós, una convocatoria que, ya sea por los convencidos como por los obligados, realmente fue muy concurrida.

Uno de los lugares más emblemáticos en el que los habaneros están presentando sus respetos al comandante revolucionario es en Ciudad Libertad, en el barrio de Marianao, un lugar considerado bastión de la enseñanza y la educación propugnadas por la Revolución como uno de sus pilares. En el lugar que antes albergó la primera fortaleza del régimen de Batista y que por orden de Fidel pasó a ser escuela de nuevos maestros, cientos de personas desfilaron ante una foto del ex presidente y fueron dejando flores sobre unos cestos de paja. Allí se vio a cubanos que hicieron un saludo militar ante la fotografía de Castro y otros que se persignaron, a una mujer que entre sollozos sólo alcanzó a murmurar «hasta siempre», y a otra que acarició con veneración la imagen del comandante. A diferencia del silencio y la solemnidad que presiden el acto de la Plaza de la Revolución, aquí sí se escuchaban notas de son cubano y se respiraba un ambiente más relajado.

Uno de los acontecimientos centrales tendrá lugar hoy a las siste de la tarde, momento en el que la comisión organizadora de los funerales ha programado un «acto de masas», de acuerdo al programa oficial. Ése es también el momento elegido para que estén presentes las delegaciones internacionales, los mandatarios y las personalidades que se espera que vayan llegando a Cuba entre hoy y mañana para despedir al comandante, quien en vida pronunció en ese lugar la mayoría de sus célebres y largos discursos. El miércoles, las cenizas de Fidel Castro comenzarán un periplo por la isla para que todos los cubanos le den su último adiós, un viaje que imitará a la inversa el recorrido de la Caravana de la Libertad, en la que los rebeldes de Sierra Maestra atravesaron el país desde Santiago de Cuba cuando triunfó la Revolución en 1959 y derrocaron a Batista.

Mientras la oposición en el exilio festeja en las calles desde el fin de semana la muerte de Castro, los disidentes dentro de Cuba se abstuvieron de manifestarse. Encerrados en sus casas, aseguraron que esperan más represión. Ninguno salió a la calle o festejó para no desentonar con el duelo nacional de nueve días, pero en privado se alegraron por el fallecimiento del dictador a los 90 años. «No nos alegramos de la muerte de un hombre, de un ser humano, lo que sí nos alegramos es de la muerte de los dictadores», explica a LA RAZÓN Berta Soler, líder de las Damas de Blanco.