
Crisis política
Macron abre en canal a la coalición de izquierdas en Francia
La disposición de socialistas y verdes a formar Gobierno con otras fuerzas moderadas provoca la ira del izquierdista Mélenchon

Los fastos y el brillo de la nueva Notre Dame han dado paso, sin transición para Emmanuel Macron, a la prosa gris de buscar con urgencia una salida a la crisis política interna que vive Francia desde hace una semana. Por el Elíseo desfilaron este lunes representantes de numerosas formaciones políticas del centro y de la izquierda. Los portavoces de algunas de ellas han venido a confirmar que la idea de Macron es la de un amplio consenso republicano que no censure al nuevo primer ministro y del que previsiblemente sólo queden excluidos los dos extremos: el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen y La Francia Insumisa (LFI) de Jean-Luc Mélenchon.
Si eso acabase funcionando, la coalición de izquierdas, unida de forma férrea hasta ahora, podría acabar implosionando. De hecho, ya ha comenzado a hacerlo. La Francia Insumisa ha sido el único partido del Nuevo Frente Popular (NFP) que ha rechazado acudir al Elíseo a reunirse con Macron. Y ya de paso algunos de sus cabezas visibles han criticado que comunistas, socialistas y ecologistas lo hayan hecho. Fiel a su estilo amenazante, el líder de la izquierda radical, Mélenchon, ha dado una especie de ultimátum para que los socialistas elijan entre el NFP y Macron. «El Nuevo Frente Popular continuará sin ellos», dijo. Otros de los fieles al líder de la Francia Insumisa han lanzado duros dardos a las otras formaciones. Es el caso del diputado Eric Coquerel quien ha criticado que el líder de los comunistas, Fabien Roussel, haya acudido también a la cita con Macron «incluso exigiendo menos que el Partido socialista».
La implosión dentro de la coalición de izquierdas puede ser cuestión de horas si el presidente logra atar un acuerdo respecto a un nuevo primer ministro. La líder ecologista, Marine Tondelier, al igual que los socialistas, también es partidaria de llegar a un acuerdo con el macronismo para dar una salida a la crisis que vive el país. «Hemos salido satisfechos por varias cosas», dijo Tondelier tras su encuentro con Macron, quien habría propuesto, según sus palabras, «una reunión conjunta de los diferentes grupos» que podría tener lugar hoy martes. En principio, solo RN y la Francia Insumisa estarían excluidos de ella.
El nombre que podría articular este gran pacto republicano de mínimos sigue siendo una incógnita. El nombre del veterano centrista François Bayrou ha sido el gran favorito en las quinielas hasta ayer por su capacidad de superar vetos y «líneas rojas» tras años de parlamentarismo y de buenas relaciones con casi todos los grupos políticos, cualidad que ahora más que nunca se ha indispensable. «Si puedo ayudar en algo, lo haré», dijo Bayrou cuando los medios le han preguntado si estaba preparado para dar el salto al Palacio de Matignon en las próximas horas. Pero la opción Bayrou no es la única. La izquierda quiere forzar a Macron para que acepte un nombre que salga del NFP. En ese caso, y para que fuese aceptado por el centro macronista, la hipótesis de algún nombre de la socialdemocracia compatible con Macron vuelve a ganar enteros. El ex primer ministro Bernard Cazeneuve es uno de ellos, uno de los pocos políticos de izquierdas que gusta al centro y a la derecha moderada. Sin embargo, sus críticas al NFP lo sitúan en una posición difícil para recibir su apoyo. La tercera opción es un nombre que gusta mucho más a la derecha que los dos anteriores, el de Sebastien Lecornu, ministro de Defensa y uno de los hombres más fieles y de confianza de Macron. Pero el mayor peso de la izquierda en este punto de las negociaciones podría restarle opciones tras el fracaso del Gobierno de Michel Barnier.
La opción que parece definitivamente alejarse es la de un Gobierno tecnócrata que lleve al país hasta una repetición electoral en julio de 2025, un año después de las anteriores como marca la Constitución. Y eso que es una opción que no verían mal los franceses. Un sondeo de BFM del pasado fin de semana apuntaba que dos de cada tres franceses llegados a este punto verían con buenos ojos un Gobierno de expertos. Muchos de los interrogados siguen apuntando la responsabilidad en origen del presidente en la crisis política que vive el país. El episodio de la moción de censura de la semana pasada que tumbó al gobierno de Barnier tan sólo tres meses después de ser nombrado es un capítulo más de una situación de inestabilidad que Francia arrastra desde el pasado mes de junio, cuando Macron decidió por sorpresa adelantar los comicios legislativos como golpe de efecto tras su mal resultado en las europeas. La coalición de izquierdas bajo el nombre del Nuevo Frente Popular logró imponerse en la segunda ronda tras configurarse un frente anti Le Pen, pero lejos de obtener una mayoría en la Cámara. Tres grandes bloques se dibujaron desde entonces (izquierda, centro derecha y ultraderecha) que hacen una configuración endiablada de la vida política en un país poco acostumbrado a la cultura del pacto. A esto hay que añadir las aspiraciones de muchas personalidades con los ojos puestos en las presidenciales de 2027 a las que Macron no puede volver a presentarse. Desde aquellas legislativas, el presidente viene concentrándose más en los grandes acontecimientos como los Juegos Olímpicos o la reapertura de la catedral de Notre Dame que en la complicada situación interna que vive el país y que puede terminar erosionando al completo este segundo quinquenio.
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