Relaciones bilaterales
Macron y Meloni entierran el hacha de guerra en el Elíseo
Los mandatarios de Francia e Italia tratan de superar sus diferencias en inmigración tras meses de tensión
Vestida de beige de la cabeza a los pies, como quien envía un mensaje totalmente neutro, la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, desembarcó este mares por primera vez en el Palacio del Elíseo para estrechar la mano de Emmanuel Macron. El ambiente está tenso desde hace meses, a causa de un tema espinoso que no termina de resolverse y que remueve las diferencias entre Francia e Italia: la migración.
La primera manzana de la discordia fue mordida en noviembre de 2022 con el «Ocean Viking», el barco humanitario que transportaba 230 migrantes a bordo y que vagó por el mar durante tres semanas sin encontrar puerto seguro. En ese momento, el Gobierno ultraderechista de Meloni hizo lo que siempre había prometido: endurecer la política migratoria italiana y negar el acceso a sus puertos. Un rechazo que generó una crisis con sus vecinos, especialmente con Francia, que decidió «excepcionalmente» acoger a los migrantes en el puerto de Toulon, moviendo a casi 500 agentes del orden y funcionarios de migración. Furioso, Macron anunció medidas de represalia contra Roma por su negativa. Meloni replicaba denunciando una reacción francesa «agresiva, incomprensible e injustificada».
En mayo de 2023, el ministro del Interior francés, Gérald Darmanin, ponía la cereza en el pastel: «Giorgia Meloni es incapaz de resolver los problemas migratorios para los que fue electa», sentenció. «Es como Marine Le Pen, que hace campaña en elecciones con un ‘Ya verán lo que soy capaz de hacer’ y luego, lo que uno ve es que el problema migratorio se amplifica». El ministro de Exteriores italiano, Antonio Tajani, suspendió su visita a París y la cuerda entre Italia y Francia tocó su punto más tenso.
Hoy, en el Elíseo, esa crispación parece haberse suavizado un poco. Palabras como amistad, diálogo, esperanza y trabajo en común se pasearon por las bocas sonrientes de ambos mandatarios. Macron incluso se refirió a Meloni como su «querida Giorgia». ¿Qué cambió? Primeramente, el manifiesto apoyo de Meloni a Ucrania en plena guerra contra Rusia. La primera ministra italiana tuvo incluso el gesto de trasladarse a Kyiv para estrechar la mano de Volodimir Zelenski, a quien llama «amigo» y promete apoyo militar. Italia también recibe con agrado a un buen número de refugiados ucranianos, una posición alineada perfectamente con Francia y Alemania. De hecho, se ratificó ayer el despliegue de un sistema de misiles tierra-aire franco-italiano en suelo ucraniano.
En segundo lugar, el discurso de Meloni ya no es tan disonante ante la UE. Como bien dijo Macron, cada quien ha entendido y asumido sus intereses. Meloni busca entrar en la gran palestra de la Unión Europea en las venideras elecciones de 2024 y ha entendido que sus aliados ideológicos naturales –Viktor Orban en Hungría o Mateusz Morawiecki en Polonia– no la llevarán a esa posición. Una vez más, comprende que París y Berlín son las potencias que mueven el bloque y es allí donde hay que arrimarse.
Diferencias todavía hay muchas. Pero ambos, Macron y Meloni, son lo suficientemente inteligentes como para entender que deben trabajar en equipo en materia migratoria, económica y política. Y para ello, mejor que taparse la nariz, es un buen estrechón de manos.
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